José Sacristán es el profesor Aldo Brunelli en 'El loco de los balcones'. Foto: Javier Naval

José Sacristán es el profesor Aldo Brunelli en 'El loco de los balcones'. Foto: Javier Naval

Escenarios

Sacristán estrena un traje a medida

Tercera entrega de las obras de Mario Vargas Llosa en el Teatro Español. Este miércoles le toca el turno a El loco de los balcones, una obra dirigida por Gustavo Tambascio y protagonizada por un asombroso José Sacristán.

12 septiembre, 2014 02:00

El 27 de septiembre de 1975 José Sacristán terminaba el rodaje de Pantaleón y las visitadoras. Casi 40 años después el actor se enfrenta a un nuevo texto de Mario Vargas Llosa. Y lo hace encarnando al profesor Brunelli, Aldo Brunelli, preciso pero recreado retrato de Bruno Roselli, un personaje que el Premio Nobel conoció en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, durante los años 50.

Sacristán reconoce a El Cultural que prácticamente lo ha dejado todo -incluido sus recitales de Machado en el Teatro del Barrio- para protagonizar esta tragicomedia en la que se cruzan conceptos como soledad, melancolía, suicidio y autenticidad. Es El loco de los balcones una obra con connotaciones quijotescas que según su director, Gustavo Tambascio (Buenos Aires, 1948), sería imposible sin Sacristán "porque emana con su voz los vapores y las vibraciones de un papel monumental".

Para el actor, Brunelli tiene mucho de Don Quijote :"Defiende sus principios por encima de familia, de amigos y de su propia persona". El protagonista de esta obra de Vargas Llosa escrita en 1993, historiador de arte, viudo, de avanzada edad, dedica su vida a proteger y rescatar balcones coloniales. "La calidad y grandeza de El loco de los balcones es que no emite ninguna doctrina. Es abierta. Y eso que denuncia de forma clara los atropellos inmobiliarios y los principios de la especulación...".

Otro momento de 'El loco de los balcones'. Foto: Javier Naval

Otro momento de 'El loco de los balcones'. Foto: Javier Naval

"El profesor Roselli -ha escrito Vargas Llosa-, que dictaba unas hermosas clases sobre Historia del Arte en las aulas sanmarquinas a las que yo asistía como alumno libre, se desesperaba viendo desaparecer esos balcones que a él le parecían -sin duda lo eran- el signo más distintivo y elegante de Lima. Con artículos, conferencias y hasta alguna pequeña demostración pública, trataba de movilizar la conciencia de los limeños para que impidieran ese crimen de lesa cultura".

Según el autor de La ciudad y los perros la obra se toma todas las libertades del mundo: "Sería erróneo creer que es una biografía del personaje que inspiró Aldo Brunelli. No lo es: en ella la invención es mucho más importante que la memoria".

En esta fabulación, según Tambascio, que reconoce a El Cultural llevar leyendo a Vargas Llosa desde los 17 años, surge la peculiaridad de su dramaturgia, basada en la relatividad de la verdad: "Las cosas, y esto es igual que en sus grandes novelas, en particular en Historia de Mayta, nunca pasaron exactamente como los personajes nos quieren hacer ver. El pasado y el presente se funden, las cesuras temporales casi nunca son indicadas y nosotros avanzamos en ese terreno laberíntico en cuyo trecho final resignificamos toda la información para construir el puzzle".

Tambascio se desvela así como un auténtico especialista en la obra dramática de Vargas Llosa. Ha estudiado en profundidad las claves de su mundo escénico, al que se enfrenta con una enorme pasión. Para el director argentino, en La chunga y Kathie y el hipopótamo el tema central es la memoria engañosa del amor, "aunque una se desarrolla en la sordidez de un cafetín prostibulario y en la otra estamos en una buhardilla de París con ecos de Charles Trenet y Jean Sablon. Dos caras de un Vargas Llosa que desciende a los bajos fondos o emerge en el cosmopolitismo de su sempiterna Miraflores".

El loco de los balcones, sentencia Tambascio, tiene poco que ver temáticamente con las otras: "Aquí el objetivo amoroso ni siquiera pertenece al presente. Es una construcción artístico-ideológico-estética de un pasado que no sabemos si existió tal como su protagonista la sueña, hace dos, tres o cuatro siglos".