Image: Joshua Bell

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Escenarios

Joshua Bell

"Sería feliz tocando toda la vida a Brahms y Beethoven"

14 octubre, 2013 02:00

Joshua Bell. Foto: Lisa Marie Mazzucco

El violinista estadounidense llega a España para interpretar en el Baluarte de Pamplona y en el Auditorio Nacional las Sinfonías n°4 y 7° de Beethoven con la orquesta Academy St. Martin in the Fields | Además este martes lanza el disco Musical Gifts, con Plácido Domingo, Chick Corea, Renée Fleming...


Varias circunstancias hacen de Joshua Bell (Bloomington, Indiana, 1967) una figura cuya proyección pública trasciende la frontera de la música clásica. Protagonizó un experimento sociológico que eclosionó en las redes sociales y dio al periodista que lo relató en The Washington Post un Premio Pulitzer. Bell tocó en el metro y casi nadie le hizo caso. Quedó demostrado que la belleza no es un reclamo suficientemente atractivo cuando el reloj aprieta. El violín que esgrime, un Stradivarius Huberman de 1713, es una joya por la que pagó 3,5 millones de euros. Ha participado también en la grabación de bandas sonoras de algunas películas. Una de ellas, la de The Red Violin, fue coronada con un Oscar. Y este mismo año ha acompañado con su violín a la sensual voz de Scarlett Johansson. El resultado brilla entre las canciones del documental Chasing Ice. No son fuegos artificiales. La carrera de Bell tiene cimientos sólidos. Arranca cuando con tres años ataba gomas a los tiradores de los cajones de su casa y los tañía con los dedos. Con su firma han sido lanzados más de 40 discos. El último sale este martes en España. Es Musical Gifts (Sony) y en él concurre una pléyade de renombrados músicos: Chick Corea, Renée Fleming, Michael Feinstein, Plácido Domingo... Además, llega a nuestro país con la Academy of St. Martin in the Fields, la prestigiosa orquesta británica de la que es director titular desde 2011. El martes estará en el Baluarte de Pamplona y el miércoles y jueves en el Auditorio Nacional, en dos conciertos enmarcados en el ciclo de Ibermúsica. En los atriles, las Sinfonías núms. 4 y 7 de Beethoven. Todo un desafío para un director novel.

Pregunta.- A usted le llaman el poeta del violín. ¿Le gusta esa expresión?
Respuesta.- Sí, es algo que me agrada. Para mí la música es poesía. Pero no me corresponde a mí ponerme etiquetas. Yo simplemente la acepto de buen grado porque se acerca a mi concepción de la música.

P.- ¿No le hace perder cierta concentración en su instrumento tener que estar dirigiendo la orquesta al mismo tiempo que toca?
R.- La verdad es que dirigir una orquesta y tocar el violín al mismo tiempo es algo muy orgánico y natural en mi caso. Está siendo una experiencia fantástica. La música cobra otra dimensión, mucho más amplia. Las sinfonías de Beethoven me parecen ahora inmensas, más todavía. Normalmente tomo asiento en la posición principal con los primeros violines. Tocó como parte de la sección. Pero en determinados pasajes, cuando la importancia en la partitura de los violines es menor, dirijo desde la silla con el arco del violín o con mi mano izquierda. Así, de las dos maneras, voy creando mi propia modelo de dirección.

P.- ¿Ha estudiado técnicas de dirección de orquesta en los últimos meses?
R.- No veo la dirección como una ciencia. Lo que importa es obtener un buen resultado y hay muchas formas de alcanzarlo. Todos los directores de hecho mezclan diversas técnicas. Yo he aprendido de todos los que me han dirigido a mí, que han podido ser a lo largo de mi carrera más de mil. No tengo un mentor específico, sinceramente, pero si tuviera que citar alguno, diría Carlos Kleiber. No le he conocido ni he tocado con él pero a mi juicio representa el ideal de lo que un director de orquesta debe ser: alguien que con gestos sutiles, moviendo sus párpados por ejemplo, transmite sus instrucciones al conjunto, y mirándole puedes sentir cómo la música atraviesa su cuerpo.

P.- ¿Y violinistas? ¿A quiénes miraba como modelos que pretendía emular?
R.-Uf, es muy difícil responder. Son tantos... Algunos muy buenos amigos. Pero mis dos grandes héroes han sido Jacsha Heifetz y Fritz Kreisler, que aparte de ser un maravilloso intérprete también componía, e introdujo nuevos arreglos a viejas composiciones, dándoles nueva vida. Es algo que valoro mucho. Ahora, creo, en el mundo de la música clásica hay una excesiva obsesión por tocar la música de acuerdo a los parámetros originales. Es positivo, porque se presta atención a las técnicas antiguas, pero la música no está grabada en unas tablas de la ley inamovibles. Para mí es una celebración en cada momento que se toca, Kreisler lo entendió muy bien, pero también Mahler, que reorquestó varias pieza, y Mendelssohn, que añadió partes de piano a solos en sonatas de Bach, sin preocuparse demasiado por la literalidad de la composición. De todas formas, yo no he intentado imitar a nadie. Tomo un poquito de cada uno de mis maestros y con todo ello configuro mi propio estilo.

P.- En España va a interpretar alguna de las sinfonías de Beethoven. ¿Considera al compositor a alemán un banco de pruebas para un director novel?
R.-Desde luego, Beethoven es un gran banco de pruebas para un director joven. Es el más importante compositor sinfónico. El primer álbum que grabé como director fue precisamente con sus sinfonías. Algunos me decían que era demasiado ambiciosa para estar empezando. Pero me siento muy confiado con esta música, me ha acompañado toda mi vida y cada nota me provoca emociones.

P.- Acaba de lanzar el álbum Musical Gifts, cuajado con colaboraciones de instrumentistas y cantantes muy diversos...
R.-Musical Gifts es una álbum inspirado en otro anterior que grabé hace tres años y que se tituló At Home with Friends. Éste sigue la misma idea: elegir una serie de canciones populares conocidas y meterle arreglos míos para ser interpretadas con diferentes músicos y cantantes con los que siento afinidad. Esta vez son figuras como Chick Corea, Brandford Marsalis, Gloria Stefan, Renee Fleming, Michael Feinstein, Plácido Domingo... Yo suelo dar conciertos con amigos míos en casa, es algo que disfruto mucho, y me gustaba recrear en estos discos ese ambiente cómplice, dándole, además, un toque navideño. Tengo una visión abierta de la música y en este trabajo queda reflejada.

P.-¿Qué destacaría de Plácido Domingo?
R.-Con él toco O Tannenbaum. Es cierto que ha sido algo sencillo. Pero espero hacer algo más elaborado con él. Nos hemos hecho buenos amigos a lo largo de los años. Él ha venido a algunos de mis conciertos y yo siento una gran admiración por él, no sólo por su voz sino también por su recorrido intelectual. Yo no lo veo como solo como un cantante sino como un músico, en el sentido más amplio del término.

P.- ¿En qué proporción, a la hora de ejecutar una interpretación brillante y precisa, influye el instrumento y, por otro lado, el talento y la técnica del músico?
R.-Es como en cirugía. Un cirujano necesita de unos determinados utensilios y de unos medios técnicos para intervenir. Pero aunque tenga los mejores, si no los domina, despertaría poca confianza. Creo que la analogía con la música es válida. Los dos elementos son fundamentales. Pero yo diría que el instrumento hace un 20%, pero un 20% imprescindible.

P.- ¿Qué virtudes tiene su violín que no tengan otros?
R.-Es muy especial. Te da la oportunidad de acceder a muchos colores en el sonido. Y lo que importa en música es la variedad de sonidos y la expresión. Es como un pintor que dispone de más colores. También es un violín muy claro y los puede tocar muy suave y proyecta su sonido hasta el fondo del auditorio. Eso es fundamental para mí, porque creo que tocando pianissimo se puede conseguir efectos más memorables e impactantes que haciéndolo fortissimo.

P.-¿No siente un miedo paralizante a perderlo? Debe de ser una presión angustiosa...
R.-Es cierto que es un violín irremplazable. Es como tener un hijo. Un hijo no se puede sustituir. Pero uno, cuando tiene un hijo, no está todo el tiempo temiendo que lo van a secuestrar. Yo viajo siempre con él, incluso en coche por la ciudad de Nueva York, y no voy siempre sufriendo por si un accidente lo puede dañar. No afortunadamente.

P.-¿Cuánta atención le concede a la música de autores contemporáneos?
R.-No suelo tocar mucha música contemporánea, la verdad. Creo que otros violinistas compañeros míos se prodigan más en este territorio. Cuando lo he hecho, lo he disfrutado, pero yo la verdad sería feliz tocando toda la vida a Brahms y Beethoven. Con la música actual tengo algunas prevenciones. Me cuesta que me despierte emociones y si no creo en algo, no lo toco. En general, si me lanzo es porque tengo una complicidad previa con el compositor, como ocurría en el caso de John Corigliano y la banda sonora de El violín rojo.

P.- Sus padres, los dos, son profesionales en el ámbito de la salud mental. ¿Es una circunstancia que le ha ayudado en su carrera, en particular a la hora de asumir grandes responsabilidades a una corta edad?
R.-Bueno, no sé si esa circunstancia específica ha tenido alguna influencia. Yo me siento muy afortunado con los padres que tengo. Siempre me han apoyado en mis decisiones. Y la carrera que he seguido ha sido consecuencia de un sueño personal propio, no algo que ellos me hayan inculcado. Además, han sido flexibles en mi formación: por supuesto, he podido disfrutar de vídeojuegos, hacer mucho deporte y otras muchas al tiempo que tocaba el violín.

P.- Grabó una canción con Scarlett Johansson para el documental Chasing Ice. ¿Es posible concentrarse en el instrumento teniendo delante a una mujer así?
R.- (Risas) Bueno, ella tiene un voz muy interesante también.