Image: Carsen esgrime la Tetralogía del Liceo

Image: Carsen esgrime la Tetralogía del Liceo

Escenarios

Carsen esgrime la Tetralogía del Liceo

19 abril, 2013 02:00

Das Rheingold de Wagner en el Bühnen der Stadt de Colonia. Foto: Klaus Lefevbre.

Llega a Barcelona la versión escénica de Robert Carsen de 'El oro del Rin', primer título del ciclo wagneriano. La batuta de Josep Pons y las voces de Albert Dohmen, Mihoko Fujimura y Andrew Shore defienden desde mañana la apuesta del Liceo.

  • Canal Spotify de El Cultural: escuche la música de este artículo
  • Inicia mañana el Liceo una ambiciosa producción de la Tetralogía, que va a durar varias temporadas. El oro del Rin supone el primer descenso relevante de Josep Pons al foso desde su nombramiento como director musical de la entidad. No es mal título para un director, dada la complejidad del tejido instrumental y vocal de este prólogo de la saga wagneriana. La batuta, habitualmente diseccionadora y clara del antiguo discípulo de Ros Marbà y durante años titular de la Nacional, puede encontrar aquí ancho campo para el lucimiento, máxime cuando tiene a sus órdenes a un competente equipo de cantantes.

    La parte de Wotan, una de las más importantes y exigentes de toda la historia de la ópera, estará a cargo de Albert Dohmen, sin duda uno de los más conspicuos servidores de tan atribulado personaje y presente en los últimos veranos en el escenario de Bayreuth. Bajo-barítono de fuste, sobrio, consistente, anda quizá algo falto de pegada en la zona aguda, que es posible que esté mejor abastecida por Jason Howard, que se alterna con él. Un cantante galés de sólido instrumento que ha venido creciendo en estos últimos tiempos y que hace poco que ha desembarcado en este cometido tan enjundioso.

    Estarán acompañados por voces de indudable valía, como las de Mihoko Fujimura, casi una veterana en la colina sagrada, que se alterna como Fricka con la sueca Katarina Karnéus. El inglés Andrew Shore, durante años Alberich en Bayreuth, buen intérprete pero voz mediocre, comparte Alberich con Oleg Bryjak, mientras que la compacta Ewa Podles recrea, junto con Nadine Weissmann, la pétrea parte de Erda.

    Uno de los atractivos de las ocho funciones (hasta el 2 de mayo) es la puesta en escena de Robert Carsen, proveniente de Colonia, que coloca el punto de mira en el concepto de ambición, motor de la narración. Ubicada en tiempos actuales, su visión pone al descubierto los resortes de una trama en la que el anillo pasa de mano en mano ante el desconcierto de Wotan, pináculo de una construcción musical extraordinaria, concisa, unitaria, en un solo acto y cuatro escenas, que dura alrededor de dos horas y media.

    Del Preludio nace buena parte de la obra y del propio Anillo. Es el motivo de la Naturaleza, la Ur-Melodie, el de los elementos primordiales. Expresa la inocencia primera, la paz ancestral de las cosas. Un largo fondo, físico, mineral y vegetal que marca todo el drama, hasta la caída de los dioses, el retorno a la tierra, el crisol primigenio. Todo empieza con el famoso acorde básico de mi bemol mayor desde el grave, sobre el que se escucha la trompa, que va enunciando en pianísimo las notas del tema, que es el que domina toda la Tetralogía, de ahí la importancia que tiene en una construcción muy ilustrativa de la técnica wagneriana del leitmotiv.

    Apuntaba con cierto humor Bernard Shaw que, para la mayoría, Das Rheingold se reduce a una lucha entre media docena de personajes de cuento de hadas por la posesión de un anillo a lo largo de dos horas de discusiones y de engaños y una larga escena en una mina sombría y triste, con una música lúgubre y fea, sin la sombra de un bello joven o una bella mujer. Pero que esta ópera es realmente una tragedia de la historia de la humanidad y todo el horror de los dilemas ante los cuales, hoy, retrocede nuestro mundo.