El cartel de la exposión conmemorativa de Jaime Salom, que organiza la Fundación de Autor en la Sala Berlanga de Madrid.

Como ocurre por desgracia en demasiadas ocasiones, los medios de comunicación llevaban siglos sin mencionar a Jaime Salom. Tuvo que morirse el dramaturgo para que, de pronto, a finales del último enero, la prensa descubriera que detrás de su nombre se ocultaba uno de los autores teatrales en español más prolíficos del siglo XX, un observador de un tiempo que se aleja y que él fosilizó en más de un centenar de obras. Esto a pesar de que, en 2012, a los 86 años, había firmado el libreto de la ópera Yo Dalí, que se estrenó en el Liceo y en el Teatro de la Zarzuela. En su caso, la justicia hacia su trabajo ha llegado tarde pero ha llegado: la Fundación Autor le homenajea desde este lunes en la Sala Berlanga de Madrid con un conjunto de actos que van desde una exposición a la firma de un convenio con su viuda, la actriz Montserrat Clot, tras la que el patrimonio del escritor catalán se conservará en el Centro de Documentación y Archivo de la SGAE, siguiendo la voluntad de Salom, que al empezar a encontrarse mal de salud y antes de regresar a su tierra natal, dejó tomada esta decisión.

Comisariada por los productores teatrales Amaya de Miguel y Tato Cabal, la muestra Jaime Salom: el autor y su tiempo, que podrá visitarse hasta el 8 de abril, incluye libretos, manuscritos, cartas y fotografías, entre otros objetos personales del dramaturgo, uno de los más representados en España, según recuerda de Miguel: "Llegó a escribir ocho obras de teatro en apenas cuatro años. Todas fueron estrenadas. De algunas de sus piezas más emblemáticas, como La casa de las chivas, se llegaron a hacer más de mil representaciones, una cifra que ahora nos suena a cuento a los que hacemos teatro", ejemplifica la comisaria, que insiste en señalar a Salom como un cronista de su tiempo y, a la vez, una figura capaz de tocar temas muy incendiarios durante la dictadura: "Habló del divorcio, del adulterio, de la guerra civil, de la homosexualidad...", enumera.

Aunque Salom estuvo escribiendo casi hasta el final, lo cierto es que sus obras, que se habían adaptado como un guante a los requerimientos del público de los años sesenta y setenta, perdieron fuste con la llegada de la democracia, cuando irrumpe una nueva generación de autores y, con ella, una nueva forma de hacer teatro, como la que desarrollaron, por ejemplo, Alonso de Santos y Fermín Cabal. Sin embargo, su dramaturgia no dejó de representarse ni él dejó de escribir ni de ser un apasionado con la que había sido su vocación primera, la oftalmología. De ello da buena cuenta la exposición que ahora se inaugura y en la que se exhiben objetos como un teatrillo que utilizaba cuando era un adolescente para entretener a su hermano pequeño, las entradas y los programas de las primeras funciones a las que asistió, el primer boceto de la escenografía de La casa de las chivas y cartas con personajes de la época como Tierno Galván y José María Pemán. "La muestra, que hemos preparado con cierta celeridad, sitúa al espectador en la época y en quién era Salom, no sólo en su vertiente de gran autor del momento sino también su verdadera profesión que era la de médico oftalmólogo", amplía De Miguel.

La apertura de la exposición dará paso a un coloquio sobre Jaime Salom en el que participan Juan José Alonso Millán y Ricard Reguant, moderado por Antonio Onetti, presidente de la Fundación Autor. El homenaje se completa con una lectura dramatizada de fragmentos de algunas de sus obras (La casa de las Chivas, La playa vacía, El corto vuelo del gallo y El señor de las patrañas), dirigida por Juanjo Granda e interpretada por Amparo Pamplona, Paula Iwasaki, Juan Mesenger y Álex Larumbe. Por otra parte, se celebrará el ciclo de cine El autor y su tiempo, con una selección de las películas con guión escrito por el creador. Así, Tu marido nos engaña y Cartas a una mujer, de Miguel Iglesias; Culpables, de José María Forn; La casa de las chivas, de León Klimosky; La noche de los cien pájaros, de Rafael Romero Marchen, y La playa vacía, de Roberto Gavaldón.