Image: Dmitri Tcherniakov

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Escenarios

Dmitri Tcherniakov

“El público ya no cree en supersticiones ni en hechizos”

30 noviembre, 2012 01:00

Dmitri Tcherniakov. Foto: Javier del Real.

El transgresor montaje de 'Macbeth' de Dmitri Tcherniakov llega este domingo al Teatro Real de Madrid de la mano del barítono Dimitris Tiliakos y con Teodor Currentzis en el foso de la Sinfónica de Madrid. La soprano Violeta Urmana dará vida a la Lady Macbeth de Verdi en una puesta en escena que huye de los efectos sobrenaturales para despertar empatía.

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  • Ésta es la historia de un hombre marcado por una imagen de infancia. La escena que le acompañará de por vida, y cuyo significado comprenderá años más tarde, ocurrió en la sala principal del Teatro Bolshói de Moscú unos meses antes de la muerte de Leonid Brézhnev en 1982. Tenía Dmitri Tcherniakov (Moscú, 1970) doce años la primera vez que acudió a la ópera. "En la época soviética, para entrar allí necesitabas una buena agenda de contactos. Pero, por alguna razón que se me escapa, un día mi madre recibió en el trabajo un par de entradas para ver el montaje de Eugen Onegin de la compañía del Mariinsky. Decidió llevarme a mí, y no a mi padre, y no me recuperé jamás de aquella experiencia". Lo cuenta el director de escena a unos días del estreno en el Teatro Real de su montaje del Macbeth verdiano. Viene a cuento la referencia a su primer Onegin, que fue la ópera con la que debutó en Madrid hace dos años y la banda sonora de su primer encuentro con Gerard Mortier en Moscú. "Se me acercó durante el descanso de una de las representaciones", recuerda Tcherniakov entre sorbo y sorbo de café. "Estaba realmente emocionado con lo que había visto. Tanto que no dudó en ofrecerme el Macbeth de su última temporada al frente de la Bastilla de París. Le dije que sí, pero, no sé por qué, al día siguiente me sentía triste y desmotivado. Quizá porque no creía en Macbeth como en otros títulos tardíos de Verdi. Siempre terminaba volviendo al original de Shakespeare, hasta que decidí centrarme en el libreto y en la música de la ópera. Y empezar a creer en todo aquello".

    Antes de convertirse en uno de los directores, escenógrafos y figurinistas más prometedores de su generación, Tcherniakov ingresó en la Escuela Superior de Arquitectura de Moscú. "De joven solía peregrinar a los edificios constructivistas de los años veinte. De alguna manera, la decadencia de aquellas ruinas estimularon extraordinariamente mi imaginación. Todavía hoy puedo recorrer miles de kilómetros para ver una determinada construcción. No me interesa tanto la inmensidad del bosque o la profundidad del mar como las huellas que va dejando la civilización".

    Su Macbeth arranca con el vídeo de una vista satélite del mundo a través de Google Earth. Un zoom nos acerca a la plaza de una ciudad anónima, perdida en el mapa, donde la gente vive apiñada y, más tarde, la cámara se cuela por una de las ventanas del salón de la casa del rey [al que dará voz el barítono griego Dimitris Tiliakos]. Luego el público espía a los protagonistas a través de un fino telón de tul. "No quiero que juzguen, sino que sean verdaderos testigos de lo que está ocurriendo en escena. Que observen, que empaticen y que resuelvan por sí mismos".

    Voces mixtas

    Lo sobrenatural está ausente en el montaje de Tcherniakov. "Lo primero que me pregunté fue quiénes eran las brujas que saludan a Macbeth al comienzo del primer acto y qué representan en realidad. Porque el público de hoy en día ya no cree en supersticiones ni en hechizos. Al final llegué a la conclusión de que la amenaza de la obra, el verdadero mal que lo impregna todo, reside en lo colectivo, en la capacidad de destrucción de una masa compacta y al mismo tiempo etérea, en ese juego macabro de colegas, vecinos, familiares y amigos. Esta fuerza tiene su equivalente en la partitura a través de unos coros poderosos y apabullantes". En su lectura, las brujas están por todas partes y son interpretadas por voces femeninas pero también masculinas. "Ha sido una decisión arriesgada, pero no hay que olvidar que en la famosa versión de Toscanini el coro de las brujas es interpretado también por hombres en un tono difícilmente identificable".

    Se ha comparado el experimento sociológico de su Macbeth con el infernal pueblo que levanta el cineasta Lars Von Trier en la agónica Dogville. "Se suele considerar a Macbeth un monstruo. Y a mí no me interesan los monstruos. Yo no juzgo ni justifico a los personajes de mis obras. Mi trabajo consiste en reproducir las condiciones del conflicto, dar cuerda al engranaje y tratar de entender cómo se suceden los acontecimientos. O, dicho de otra manera, busco las causas, no a los culpables". Para el director moscovita, el final de la ópera desprende cierto tufo a rancio. "Es extraño que la multitud allí reunida, frente al cadáver del protagonista, celebre el triunfo del bien mientras se embriaga de odio. La música del final siempre me ha recordado a las marchas propagandísticas de la Unión Soviética...".

    No es la primera vez que libera del peso de la culpa a un personaje de dudosa reputación. Lo hizo en el Festival de Aix-en-Provence de 2010 con un polémico Don Giovanni (que llegará a Madrid en abril) al que convierte en víctima de una sociedad enferma. "El público termina solidarizándose. Aunque señales con el dedo al patio de butacas, siempre se va a identificar con el outsider. Ese mecanismo de proyección me interesa mucho, aunque hay quien ni siquiera lo percibe".

    La soprano lituana Violeta Urmana encarnará en las ocho funciones hasta el 23 de diciembre a la malísima Lady Macbeth y repetirá (ya en el mes de julio) en la novena Noche del Real interpretando la Messa da Requiem de Verdi. "Urmana pertenece a esa clase de cantantes-actrices con las que no hacen falta si quiera las palabras. Con una simple mirada sabe exactamente lo que quieres de ella y cómo lo quieres".

    Bicentenario Verdi

    En el foso estará el griego Teodor Currentzis, que repite tras el éxito del fulgurante maridaje de Iolanta de Tchaikovsky y Perséphone de Stravinsky. "Es curioso porque somos muy diferentes. Sin embargo, hemos trabajado en cinco ocasiones juntos y siempre hemos logrado conciliar nuestras opiniones".

    Con este Macbeth, el transgresor Tcherniakov se adelanta a las celebraciones por el bicentenario del nacimiento del compositor de Busseto en 2013. "La verdad es que hay mucho Verdi en mi agenda... quizá demasiado", bromea. Para Il trovatore que viene de estrenar en La Monnaie de Bruselas se inspiró en A puerta cerrada de Sartre. "Hablo en serio cuando digo que no me interesa el contexto social de esta ópera sino el poder que ejerce sobre los personajes el pasado y las consecuencias de la memoria al servicio de la mentira". ¿Ínfulas de enfant terrible? "¡Qué enfant ni qué terrible!", se queja entre risas con la traductora. "¡Tengo 42 años!".

    Tres tazas de café después, ya en el último tramo de la entrevista, Tcherniakov confiesa que varios teatros internacionales le han propuesto llevar a escena una ópera que no hará jamás. "Un Verdi... que odio. Sí, ha oído bien". Luego se oyen pisadas al otro lado de la puerta. "Creo que es Mortier...", susurra.