Escenarios

José Tamayo, genio y figura tras el telón

28 marzo, 2003 01:00

José Tamayo

Escribió Emerson que quien quiera ser un hombre verdadero debe ser un inconformista. Esa es la actitud que mejor definía a José Tamayo, un hombre de teatro inabarcable, un luchador que ha retado a la vida esgrimiendo los versos de Calderón, iluminado su camino con las luces y las sombras de Valle-Inclán o la clarividencia de Albert Camus. Tamayo era una enciclopedia de acontecimientos. Su experiencia vital y su extensa carrera teatral abarcan más de medio siglo y son inseparables de los acontecimientos históricos de este país y del discurrir del teatro español, al que él contribuyó tanto. A la sombra de la Alhambra nació Tamayo en 1920, cuando el azahar se derretía entre los calores de un 16 de agosto. Entró en contacto con las obras del teatro clásico español mientras estudiaba Humanidades en el Seminario Menor granadino entre 1930 y 1935.

El descubrimiento de Calderón
Aunque los años enseñan muchas cosas que los días desconocen, Tamayo aprendió la profesión de actor en grupos de aficionados al finalizar la guerra civil, y más tarde creó el grupo universitario "Teatro al Aire Libre", con el que montó algunos "Entremeses" de Cervantes y obras de autores clásicos. Ahí comienza su carrera en la dirección, una labor que, como él mismo declaró en un artículo para El Cultural, "consiste en la aportación de una creatividad propia, que promueve a un conjunto de creatividades buscando un rendimiento máximo, porque el teatro es el arte de representar". Más prosaico fue su trabajo de administrador en un periódico granadino. Rápidamente Tamayo se unió al recién creado "Teatro Universitario Lope de Vega", donde representó a un autor vital en su carrera: Calderón de la Barca con La vida es sueño. En 1946, en plena postguerra, cuando las luces de bohemia quedaron oscurecidas por las consecuencias de la batalla, el director decide crear su propia compañía, a la que bautizó con honores como "Lope de Vega", y con la que representa un clásico de un clásico: Romeo y Julieta de Shakespeare en el Teatro Eslava de Valencia.

El nombre de José Tamayo comenzaba a sonar en boca de programadores y se conviertía en asiduo de la cartelera madrileña: su compañía se instala en el Teatro Fuencarral de la capital y a ella se unen tres nombres fundamentales de la interpretación: Paco Rabal, Mary Carrillo y Carlos Lemos. Con La muerte de un viajante la compañía reaparece en el Teatro de la Comedia de Madrid en 1952. La inquietud de Tamayo no se aplaca y cierra capítulo con la Lope de Vega para abrir uno nuevo con la formación Amadeo Vives en 1959. Tamayo estuvo ligado a instituciones como el Teatro Español de 1954 a1962 y el Teatro de la Zarzuela, que reabrió en 1956, un siglo después de su inauguración con Doña Francisquita, en la que dirigía a un joven cantante canario, por entonces desconocido: Alfredo Kraus. Obras como Carmen, Enrique IV, El caballero de Olmedo, Crimen perfecto, Luces de Bohemia o Divinas palabras, se han convertido ya en montajes clásicos. En 1961 funda el Tetro Bellas Artes de Madrid, donde estrenó algunos de sus montajes más importantes, y que fue escenario del regreso de Alejandro Casona a España, ya que fue Tamayo quien dirigió La dama del alba (1962) y El caballero de las espuelas de oro (1964).


Del Vaticano a Nueva York con Plácido Domingo
Trabajó en los teatros más importantes de España y del extranjero, incluido el Madison Square Garden de Nueva York donde presentó en 1985 uno de sus grandes éxitos, su Antología de la Zarzuela junto a Plácido Domingo. Esta Antología nació en 1969 y fue representada hasta 1987 por distintos escenarios del mundo. En 1985 el Teatro Lírico Nacional de La Zarzuela le rindió homenaje por su labor de popularización del teatro lírico hispano. Tamayo también tuvo espectadores de excepción como el Papa Pío XII, ante quien actuó en el Vaticano con La cena del rey Baltasar, de Calderón. Su Antología de la Zarzuela ha sido interpretada por ilustres nombres del bel canto como Montserrat Caballé y José Carreras.

La década de los 90 continuó siendo fertil para el director granadino, a quien la edad no restó iniciativa. En junio de 1992 el Rey Juan Carlos le entregó la medalla de oro de las Bellas Artes, el mismo año en que coproduce, junto a Plácido Domingo, uno de sus grandes éxitos, el musical en castellano Los miserables, de Víctor Hugo. Otro recordado montaje es "Calígula", de Albert Camus, protagonizado por Luis Merlo y estrenado en el Teatro Bellas Artes de Madrid en 1994. En 1998 estrenó el montaje de El cerco de Numancia de Cervantes en el Festival de Teatro clásico de Mérida. En 2000 estrenó en El Vaticano El gran teatro del mundo, obra de Calderón protagonizada por Paco Valladares junto a la compañía Lope de Vega. Se trataba de una gran producción con partitura original de Antón García Abril junto a temas de Falla, acompañados por las 30 voces de la Coral Polifónica de Madrid. En 2002, José Sancho protagoniza Enrique IV, su último montaje. Tamayo reunió todos los premios habidos y por haber. O casi todos. A falta del Premio Nacional de Teatro. Su última colaboración periodística la realizó en EL CULTURAL, una semana antes de su fallecimiento, con el artículo Romper el exilio, con motivo del centenario de Alejandro Casona. Fallece el 26 de marzo de 2003 en Madrid, a los 82 años de edad, tras una repentina enfermedad respiratoria.