Derecha, Brad Pitt en 'F1: la Película'. A la izquierda, James Garner en 'Grand Prix' (1966), Paul Newman en '500 millas' (1969), Steve McQueen en 'Las veinticuatro horas de Le Mans' (1971) y Tom Cruise en 'Días de Trueno' (1990)

Derecha, Brad Pitt en 'F1: la Película'. A la izquierda, James Garner en 'Grand Prix' (1966), Paul Newman en '500 millas' (1969), Steve McQueen en 'Las veinticuatro horas de Le Mans' (1971) y Tom Cruise en 'Días de Trueno' (1990)

Cine

Si parpadean, se lo pierden: Brad Pitt, a rebufo de James Garner, Paul Newman o Steve McQueen en 'F1: la película'

Llega este viernes una superproducción en la que Brad Pitt derrocha carisma como veterano piloto que regresa a la competición. Repasamos la fértil relación entre coches de carreras y cine.

Mas información: Los 8 'blockbusters' del verano: la adrenalina y el humor protagonizan los estrenos de las vacaciones

Publicada

¿En qué se parecen un automóvil y el cinematógrafo? Aunque pueda sonar a chiste, ambos inventos surgieron a finales del siglo XIX y comparten un vínculo profundo con la velocidad. El cinematógrafo crea la ilusión de movimiento proyectando a un ritmo constante una serie de imágenes consecutivas, mientras que el automóvil representa la capacidad de desplazarse rápidamente. Además, a lo largo de la historia, el cine y la automoción han mantenido una relación especialmente fértil y creativa.

En los filmes de principios del siglo XX el coche era un elemento extravagante, perfecto para la ciencia ficción, como también lo sería décadas más tarde el Delorean de Marty McFly en Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985). En el cine negro, siempre se ha asociado a la huida y el crimen. En el de acción, la persecución a cuatro ruedas ha servido para subir las pulsaciones del espectador.

Incluso existe el género de la road movie, donde el automóvil –también motos o furgonetas– es una pieza fundamental que guía a los personajes hacia el autoconocimiento o la búsqueda de libertad.
Y está, claro, el cine sobre las carreras de coches, que ha buscado a lo largo de los años no solo el entretenimiento, sino también ayudar a convertir el automovilismo en sinónimo de aventura y modernidad. El último ejemplo de esta modalidad se titula F1: la película.

Que la dirija Joseph Kosinski, responsable de Top Gun: Maverick (2022), ya nos da una idea de esta despampanante superproducción que es tan asombrosa en su apartado técnico como inocentemente clásica (o anticuada) en su narrativa.

Además, como no esconde su título, el filme no anda lejos de ser un publirreportaje sobre la competición en la que participan Verstappen, Hamilton –que ejerce de productor– o Fernando Alonso. Estos y otros pilotos de la Fórmula 1, así como las escuderías reales, aparecen en un filme que se rodó durante las carreras del campeonato de 2023 en los circuitos de Spa, Monza, Suzuka, Las Vegas, Yas Marina...

Adicción a la gasolina

El filme narra la historia del veterano piloto de carreras Sonny Hayes (Brad Pitt), cuyos sueños de triunfar en la F1 en los 90 se frustraron por un trágico accidente. De vuelta de todo, aunque aún en forma, le llega una oferta inesperada de un antiguo rival, Rubén Cervantes (Javier Bardem), ahora propietario de una escudería al borde de la quiebra. La idea es que Hayes se suba al monoplaza para que aporte su experiencia al equipo y ayude a madurar a su prometedor compañero, Joshua Pearce (Damson Idris).

Brad Pitt, que derrocha carisma en el filme, se preparó a conciencia para encarnar a Hayes, afrontando un duro entrenamiento de dos años. Durante el rodaje, condujo en pistas reales, con cámaras especiales para capturar la acción de forma veraz.

El actor ha reconocido haberse vuelto adicto a la adrenalina de las carreras. “Hay una calma extraña en el coche cuando todo fluye”, explicaba en la revista People. “Cuando logras acertar con los puntos de frenado y las curvas, se siente como una especie de paz”.

No sabemos si Pitt seguirá poniéndose el casco y los guantes para competir a altas velocidades, pero de ser así no sería el único actor de Hollywood que se volvió adicto al olor a gasolina y a goma quemada tras interpretar a un piloto.

Una imagen de 'F1: la película'

Una imagen de 'F1: la película'

Ya le ocurrió a James Garner, quien daba vida a Pete Aron en Grand Prix (John Frankenheimer, 1966), filme que junto a Rush (Ron Howard, 2013) –que narra la rivalidad sobre el asfalto de James Hunt y Niki Lauda– y el de Kosinsky completan el podio de producciones sobre la Fórmula 1.

Garner, otro actor ideal por su magnetismo para dar vida a un maverick sobre ruedas, sintió tal flechazo con el mundo del motor que acabó fundando su propio equipo de carreras, el American International Racing. Él, además, siguió conduciendo en pruebas de rallies o de todoterrenos, como Baja 1000 en México, y llegó a ponerse al volante del coche de seguridad en Indianápolis 500.

Por su parte, Paul Newman llegó a afirmar que fue “un piloto con un buen trabajo aparte”. Y eso que no fue hasta que rebasó los cuarenta que cayó rendido a la velocidad, durante el rodaje de 500 millas (James Goldstone, 1969), en donde interpretaba a un piloto que pone en riesgo su vida personal por su obsesión con la victoria en las 500 Millas de Indianápolis.

Se mantuvo en activo hasta los 70 años, convirtiéndose en el piloto de más edad en formar parte del equipo ganador en una carrera de alto nivel, las 24 Horas de Daytona de 1995. Además, transmitió su pasión por los coches a Tom Cruise, su compañero de rodaje en El color del dinero (1986), que probó suerte en la competición Showroom Stock de la SCCA (Sports Car Club of America) antes de rodar la película Días de trueno (Tony Scott, 1990), donde interpretaba a un piloto de la NASCAR.

La mítica Le Mans

Paul Newman también participó en las 24 Horas de Le Mans de 1979, terminando segundo con un Porsche 935. Esta mítica carrera ha servido de fondo de dos intensos filmes: la reciente Le Mans ‘66 (James Mangold, 2019), la historia real de cómo un equipo estadounidense consiguió acabar con el dominio de Ferrari en el campeonato, con Matt Damon y Christian Bale como protagonistas, y Las veinticuatro horas de Le Mans (Lee H. Katzin, 1971), protagonizada por la estrella de Hollywood más apasionada por el mundo del motor, Steve McQueen.

Lo primero que hizo el intérprete estadounidense cuando consiguió amasar algo de dinero con sus primeros trabajos en Hollywood fue comprarse un Porsche 356 A Speedster de color negro, con el que se lanzó a competir en la SCCA, a veces con el pseudónimo de Harvey Mushman para no ser reconocido.

Javier Bardem y Brad Pitt, en 'F1: la película'

Javier Bardem y Brad Pitt, en 'F1: la película'

Fue, además, un piloto versátil, que probó las motos, la resistencia, el off-road… Y también llevó su experiencia a los rodajes, como en las magníficas persecuciones en el policíaco de acción Bullit (Peter Yates, 1968) o en la trepidante fuga en motocicleta de La gran evasión (John Sturges, 1963).

Sin embargo, Hollywood y su alianza con el motor también han servido tristes páginas de la crónica negra, como la muerte de James Dean una soleada tarde de 1955 cuando probaba su flamante Porsche Spyder 550 por la costa de California, o la de Paul Walker, protagonista de la saga de acción Fast & Furious –donde los bólidos desafían las leyes de la gravedad de forma grosera–, que se estampó contra un poste con su Porsche Carrera GT cerca de donde murió Dean. Todas estas estrellas no solo dejaron sus huellas en el asfalto, también en la memoria de todos los amantes del cine