Las protagonistas del filme en una de las escenas más emotivas.

Las protagonistas del filme en una de las escenas más emotivas.

Cine

'Cuatro paredes': retrato de la pobreza infantil y la soledad de las familias monoparentales en España

Ibon Cormenzana se adentra en la intimidad de una madre y su hija, atrapadas en los márgenes del sistema, para explorar el coste emocional de la precariedad.

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Después de producir Robot Dreams, la aclamada cinta de Pablo Berger nominada al Oscar, Ibon Cormenzana regresa a la dirección con un proyecto de corte muy distinto: Cuatro paredes, un drama íntimo, rodado en plano secuencia y en un único espacio, que da rostro y cuerpo a dos de los grandes silencios sociales de nuestro país: uno de cada dos niños está en riesgo de pobreza y el 80 % de las familias monoparentales las encabezan mujeres.

"Quería contar una historia que aportara conciencia, que hiciera reflexionar y que sirviera para mejorar el mundo, además de entretener", explica Cormenzana. En su película, esa intención empática se traduce en una cámara que no abandona nunca el interior de un pequeño piso de protección oficial.

Un hogar que es refugio, trampa y espejo. Un escenario donde una madre (Manuela Vellés) y su hija (Sofía Otero) luchan por mantener la normalidad cuando todo a su alrededor se desmorona.

El piso es un personaje más. El director explica: "Queríamos que todo sucediera dentro, para transmitir ese encierro emocional. Muchas familias que caen de la clase media a la pobreza viven ese proceso en silencio, con vergüenza, escondiendo su situación durante meses. Esa contención, ese no poder compartir lo que está pasando, es uno de los ejes de la película".

La decisión de rodar en plano secuencia, sin cortes, añade un nivel extra de inmersión. "Fue difícil técnicamente, pero daba naturalidad, realismo. Queríamos que pareciera que estás ahí, con ellas. No hay artificio, solo presente".

El corazón emocional de Cuatro paredes lo sostiene la joven actriz Sofía Otero, que ya deslumbró en 20.000 especies de abejas, ganadora del Oso de Plata en Berlín. Aquí interpreta a una niña que, sin entender del todo lo que ocurre, capta cada grieta, cada silencio, cada mentira piadosa que su madre le lanza para no preocuparla.

"Sofía tiene 11 años pero actúa como si llevara 25 trabajando", explica Cormenzana. "Tiene una intuición brutal. Sabe moverse en escena con una comprensión del espacio y del tono que es asombrosa".

La maternidad, la infancia y la desigualdad se entrelazan en esta historia que, sin apenas salir de un salón, refleja un país entero. "La mayoría de las familias monoparentales están encabezadas por mujeres, y son ellas quienes más sufren la pobreza estructural", señala el director. "Nos interesaba contar esa lucha cotidiana, invisible, que tienen muchas madres por seguir adelante".

Ibon Cormenzana durante el rodaje de la película. Foto: Clàudia Serra

Ibon Cormenzana durante el rodaje de la película. Foto: Clàudia Serra

Durante la escritura de Cuatro paredes, el equipo tuvo la oportunidad de conversar con familias reales en riesgo de exclusión social, muchas de ellas acompañadas por la ONG Save the Children. "Nos contaron sus historias, sus dificultades. Eso nos ayudó mucho a ajustar el guión, a hacerlo más real y respetuoso", comenta el director.

La película es también el primer gran proyecto de MUNDOCERO, la productora de cine social que Cormenzana ha fundado junto a Manuela Vellés. "Queríamos crear un espacio para contar historias con conciencia social. Con cada película apoyamos también una causa real, vinculada a ONGs, y organizamos actividades paralelas: charlas, entrevistas, acciones educativas…", explica.

Entre ellas, los Cero Talks, encuentros con expertos sobre los grandes retos sociales que tratan sus películas: pobreza, educación, salud, sostenibilidad o guerra.

Lejos del cine de denuncia panfletario, Cuatro paredes apuesta por una emoción contenida, por una mirada empática que busca conectar sin gritar. "Espero que la película emocione", dice Cormenzana. "Porque creo que la emoción es lo que queda. Lo que hace que, días después, sigas pensando en lo que viste. Y si esa emoción genera empatía, o empuja a alguien a hablar de lo que vive, o a ayudar a quien lo necesita, entonces habrá merecido la pena".