Liza Minnelli  en 1973. Foto: Wikimedia Commons

Liza Minnelli en 1973. Foto: Wikimedia Commons

Cine

Liza Minnelli, en su documental: "La cima da miedo. Tomaba Valium sin ver que tenía un problema"

La actriz de 79 años narra su intensa vida artística y personal en el largometraje 'Liza Minnelli, absolutamente real'.

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Si hay alguna mujer que represente a la perfección el amplio espectro del mundo del espectáculo, esa desde luego es Liza Minnelli. Una de las pocas artistas que, a lo largo de su extensa carrera, ha ganado los principales premios estadounidenses de cine, televisión, música y teatro: Oscars, Emmys, Grammys y Tonys. También Globos de Oro, Bafta y hasta un Grammy Legend Award. Ahí es nada.

El 12 de marzo de 1946 nacía Liza May Minnelli en Los Ángeles, y lo que estaba claro es que la hija de la mítica actriz Judy Garland y el director de cine Vincent Minnelli no podría convertirse en una persona cualquiera.

La actriz y cantante, que en la actualidad cuenta con 79 años, recuerda en primera persona su excelente carrera artística y su agitada vida personal en el documental Liza Minnelli, absolutamente real, que a partir del 26 de abril estará disponible en Movistar plus.

A pesar de una encefalitis, diagnosticada hace algunos años, que la tiene postrada en silla de ruedas, Liza mantiene en todo momento a lo largo de la entrevista un excelente sentido del humor haciendo bromas constantes y dando órdenes a Bruce David Klein, director del documental, sobre cómo colocar la cámara: "Ponla más arriba y haz un plano más corto. Cerrad todos la puta boca y vamos a grabar de una vez! Se nota que soy hija de Vincent Minnelli, ¿no?", dice entre risas.

Ha nacido una estrella

Liza Minnelli, absolutamente real arranca con el momento más triste y decisivo en su vida personal. Cuando aquel trágico 13 de junio de 1969 fallecía en Londres su madre, la legendaria niña prodigio de Hollywood, Judy Garland, debido a una gran ingesta de somníferos.

"Pensaba que mi madre no iba a morir nunca, empecé a llorar y no paré durante ocho días. Fue devastador para mí y tuve que hacerme cargo de muchas cosas", recuerda con entereza Liza. A la vez revela un enorme punto de inflexión en su existencia tras el fallecimiento.

Y es que el comportamiento errático y las continuas inestabilidades emocionales durante los últimos años de Judy Garland hicieron que Liza estuviese muy pendiente de ella, provocándole muchas inseguridades y una gran carga personal. Pero la actriz sacó fuerzas de flaqueza y se tomó el duelo como un periodo de incubación para poder catalizar de manera correcta el excelente legado artístico que su madre le había transmitido.

Para ello fueron muy importantes diversos mentores que le ayudaron y también le inspiraron como Charles Aznavour, Fred Ebb o Bob Fosse: "Lo que siempre se me ha dado realmente bien ha sido rodearme de gente talentosa, y creo que lo sigo haciendo", rememora Liza con su icónica sonrisa dibujada en la cara.

Pero quizás la figura de la actriz Kay Thompson fuese la más importante en ese momento para el nacimiento del futuro estilo de Liza. Recogiendo rápidamente el testigo de figura maternal desde el mismo momento de la muerte de Judy Garland, Kay se convirtió en su mentora en una época en la que ella todavía no sabía muy bien quién era ni qué podría llegar a ser.

Liza Minnelli en una escena del documental

Liza Minnelli en una escena del documental

Thompson, como buena artista musical e icono de la moda de la época, poseía una gran extravagancia que junto a su alocada filosofía de vida fue rápidamente absorbida por Liza Minnelli: "El mejor consejo que me dio Kay es no ir por ahí con gente que no te gusta, aunque incluso sientas mucha curiosidad por esas personas", y añade: "Ella me enseñó a disfrutar de la vida y a valorar por todo lo que estábamos pasando".

También la figura de Charles Aznavour tuvo una importancia capital en su vida. Liza, siendo consciente de sus limitaciones vocales, encontró en el legendario artista francés la inspiración y las herramientas necesarias para poder interpretar mejor las canciones.

Aznavour, que en sus comienzos tuvo a Édith Piaf como mentora y mantuvo con ella una breve relación, en ese momento personificaba como nadie la cultura francesa, siendo reconocido por todo el mundo como una especie de Frank Sinatra galo. Éste enseñó a Liza cómo mostrar una intensa gama de emociones a la hora de interpretar las canciones.

Su estilo era prácticamente opuesto al de su madre, pero representaba perfectamente sobre el escenario "la crudeza de la vida", utilizando gran variedad de registros dramáticos que Liza rápidamente incorporó a su repertorio: "Es la mayor influencia de mi vida personal y profesional" reconoce la cantante en el documental.

There’s No Business Like Show Business

"Siempre me gustó cantar, pero desde el principio bailar era lo que más deseaba en el mundo" rememora Liza. Desde luego no es de extrañar, teniendo en cuenta que desde pequeña siempre estuvo rodeada de magníficos números de baile en los musicales dirigidos por su padre Vincent Minnelli como Un americano en París o Gigi, que la inspiraron mucho artísticamente. Cuando le diagnosticaron una escoliosis producida por tener una pierna más larga que la otra, Liza, lejos de rendirse, decidió crear un estilo propio.

De tal manera que cuando apareció en su vida el gran bailarín y coreógrafo Bob Fosse todo cambió radicalmente. Curiosamente Liza se presentó en primer lugar a las pruebas para ser la protagonista del musical Cabaret en Broadway, pero no fue seleccionada. Al año siguiente, cuando el mismo Bob Fosse se encargó de la adaptación cinematográfica para la gran pantalla, Liza peleó de manera incansable hasta conseguir el papel de la protagonista, Sally Bowles. El resto es historia.

Liza Minnelli en una escena del documental

Liza Minnelli en una escena del documental

La exigencia del director de Chicago durante el rodaje llegó a tener algunos momentos muy accidentados e intensos. La fama de estricto y perfeccionista de Fosse era bien conocida en el mundillo, pero también le aportó algunos de sus característicos sellos personales coreográficos que Liza Minnelli integró perfectamente en el papel de la icónica Sally Bowles. Todo para dar vida a la joven cabaretera inocente y soñadora que cada noche hacía olvidar las tristezas de la vida en el refugio mágico del Kit Kat Club, situado en el Berlín que empezaba a dominar el partido Nazi.

Inspirándose en el look de actrices de películas mudas de Hollywood, Liza Minnelli creó un icono de la historia del cine gracias a su entusiasmo, eterna sonrisa, fragilidad y unas pestañas gigantes que siempre formarán parte del mundo del espectáculo.

La película obtuvo un gran éxito y llegó a ganar ocho premios Oscar incluidos Mejor Director para Fosse y Mejor Actriz para Liza. Curiosamente no se lo llevó a Mejor Película por culpa de otra obra maestra llamada El Padrino. A partir de ese momento, Liza se convertiría en la persona más famosa y encantadora que todo el mundo quería tener en sus fiestas.

¡Luces, cámara, música y acción!

Ese mismo año también fue pionera en hacer el primer concierto para la televisión dirigido (de nuevo) por Bob Fosse. En Liza con Z se puede apreciar perfectamente el gran estado de forma de la actriz norteamericana que a la postre acabaría recibiendo el premio Emmy al mejor programa de variedades.

Cartel de 'Liza Minnelli, absolutamente real'

Cartel de 'Liza Minnelli, absolutamente real'

Su carrera cinematográfica se alternó con espectáculos musicales como The Act o The Rink, así como sus conciertos en el Carnegie Hall y en el Radio City Music Hall. Años más tarde protagonizaría junto a Robert de Niro otra de sus mejores películas, el (incomprendido y excelente) musical New York, New York (1977). Dirigido por el gran Martin Scorsese, Minnelli interpretaría con icónica fuerza y emoción la famosa canción homónima que más tarde Frank Sinatra convertiría en éxito mundial.

Durante la década de los 70 su amplio historial amoroso incluyó relaciones personales con personajes tan importantes como el mismo Scorsese, Mijaíl Barýshnikov, Desi Arnaz Jr. o Peter Sellers. Liza parecía lanzarse a las relaciones con la misma entrega que a su apasionada interpretación de su éxito musical Maybe This Time.

Por el documental también desfila la actriz Mia Farrow (a la que le une una relación desde que tenían 15 años), apareciendo en diversas ocasiones para destacar "su pureza de corazón y su eterna lealtad a los amigos".

En este sentido, la fama de gran amiga que tenía Liza quedó muy bien representada cuando su amiga Gwen Verdon, protagonista del musical Chicago, tuvo que estar seis semanas de baja por enfermedad y Liza se ofreció a ser su suplente aprendiéndose el papel en tiempo récord y pidiendo que no se incluyera su nombre en el cartel. La sorpresa del público al comenzar la función y anunciarse su nombre cada noche era un clamor y aquellas funciones encarnando al personaje de Roxie Hart son recordadas por los afortunados que pudieron verlo como la mejor interpretación de Liza en toda su carrera.

Pero por desgracia, con el tiempo la gestión de su tremendo éxito le llevó a comenzar a depender de los tranquilizantes. Esto le acabaría llevando a varios procesos de rehabilitación para superar su dependencia al alcohol y al Valium. Las presiones del mundo del espectáculo y convertirse en una responsabilidad constante de gente que dependía económicamente de ella inevitablemente le acabaron pasando factura: "Cuando llegas a la cima, te das cuenta de lo que se espera de ti y eso da mucho miedo. Comencé con Valium y medicamentos recetados y no me di cuenta de que tenía un problema, es así de simple", reconoce Liza al final del documental.

Afortunadamente, en sus entradas y salidas de la famosa clínica de rehabilitación Betty Ford Liza siempre mantuvo una actitud muy activa y positiva en la lucha contra sus adicciones, incrustadas fuertemente en su línea genética familiar, para no seguir los trágicos pasos de su madre.

Por eso, quizá el gran mérito de Liza Minnelli es el de haber sido una joven nacida dentro de la realeza del mundo del espectáculo que tuvo que reinventarse a sí misma. Mientras se enfrentaba a numerosos retos, llegó a convertirse en un personaje icónico, tal y como reza la frase atribuida a Oscar Wilde "Sé tú mismo, todos los demás ya están cogidos", que consiguió encandilar a varias generaciones. Y lo más importante de todo: poder contarlo.