Aclamado en Francia y repudiado en España: Gómez Arcos, el escritor que nunca perdonó al franquismo

Condecorado como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia (1985), fue uno de los intelectuales, junto a Juan Goytisolo o Jorge Semprún, que contribuyeron a que parte de la literatura española fuese también francesa. Su exilio, primero a Londres y después a Francia en el convulso 1968, fue por conveniencia.

“Franco y yo somos incompatibles”, aseguró el escritor en una de las tertulias de la televisión gala a las que acudía habitualmente. Siendo republicano y homosexual, París fue el único sitio donde pudo saborear el éxito que le había arrebatado el franquismo, pero jamás renunció a su nacionalidad. Su rebelión contra España fue más un acto de amor que de odio.

Un hombre libre, documental de Laura Hojman, recupera la historia de este inclasificable escritor en un tradicional pero brillante ejercicio de memoria histórica y colectiva, de forma similar al que esbozó en sus anteriores largometrajes sobre María Lejárraga y Antonio Machado, ambos también exiliados.

El desierto almeriense de Tabernas atraviesa la cinta en la que figuras como Pedro Almodóvar, Marisa Paredes y dramaturgos como Paco Bezerra y Alberto Conejero recuerdan al autor de la radical novela El cordero carnívoro (1975), escrita en francés y donde dio rienda suelta a sus grandes obsesiones: el trauma de la Guerra Civil y el exilio.

Gómez Arcos nunca entendió la animadversión por la historia, escribió siempre desde la herida abierta del exilio

Gómez Arcos, que escapó del secarral cultural de la Almería de los 50 para hacerse un hueco en el Café Gijón, fue un escritor con memoria, que se ganó el derecho al resentimiento. Como dramaturgo, fue dos veces galardonado con el Premio Nacional Lope de Vega, pero la censura prohibió la representación de sus obras, clasificándolas de “peligrosas”.

Lo cañí y lo queer forman parte de su imaginario literario, de tintes profundamente feministas, como demuestra su novela Ana no (1977), donde retrata a la antítesis de la mujer sumisa. Sin embargo, no encontró hueco tampoco en la aperturista España de la Movida, a la que regresó con el inicio de la democracia. Esa escritura inflamable y atípica parecía evocar fantasmas, reflejar el país que pudo haber sido. Gómez Arcos nunca entendió la animadversión por la historia, escribió siempre desde esa herida abierta que le pertenecía.

De vuelta a Francia, siguió publicando en la lengua que le enseñó a escribir libremente hasta morir de sida en 1998. El documental muestra la encomiable labor de la editorial Cabaret Voltaire por editar en español sus obras, todavía incómodas hoy, pero que han encontrado una segunda vida en las nuevas generaciones, quienes le han encumbrado como un referente LGTBI. “Tenemos que hacer memoria para reconocer el horror”, señala Alberto Conejero en el filme, “Hay que pasar página, pero vamos a leerla”.