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La Ley Seca en nueve clásicos del cine

La prohibición de vender bebidas alcohólicas estuvo vigente en los EE.UU. entre 1920 y 1933. Cuando se cumplen 100 años de la promulgación de la Ley Seca, repasamos las nueve mejores películas ambientadas en esta convulsa época

4 septiembre, 2020 17:27

La Ley Seca, entendida como la prohibición de vender bebidas alcohólicas, estuvo vigente en los Estados Unidos entre el 17 de enero de 1920 y el 6 de diciembre de 1933. El objetivo de las autoridades al promulgarla era que la población redujera el consumo de alcohol y se estableciera el hábito de la sobriedad, pero el resultado fue cuestionable y además espoleó el crecimiento del crimen organizado y de la corrupción. Son los años de Al Capone, el hijo de un esforzado emigrante que pasó de limpiarles las botas a los mafiosos de Brooklyn a ser doce años más tarde el rico, poderoso y tristemente célebre jefe de la mafia de Chicago, autor de infames matanzas para doblegar a sus rivales.

Todo este caldo de cultivo que provocó la Prohibición (así llamaba la gente a la dichosa ley) dio lugar a una realidad oscura y amoral que fue muy fértil para la creación de historias violentas y complejas. En estos años se desarrollo el género negro en todas las disciplinas narrativas y, en el cine, empezaron a tener éxito las películas que ponían en el centro de la acción a un gánster. El séptimo arte se ha acercado una y otra vez a esta convulsa época y, en muchas ocasiones, con unos resultados magistrales. Cuando se cumplen 100 años de la entrada en vigor de la Ley Seca, repasamos las nueve grandes películas ambientadas en los violentos años veinte.

El enemigo público (William A. Wellman, 1931)

Rodada y estrenada antes de que la Ley Seca llegara a su fin en 1933, El enemigo público no solo es la película que lanzó al estrellato a James Cagney sino que es un estupendo thriller de cine negro que ayudó a configurar el posterior cine de gánsteres. Basada en la novela Beer and Blood, que los periodistas John Bright y Kubec Glasmon escribieron tras seguir la pista durante años a las fechorías de Al Capone, la película narra el auge y caída del mafioso Tom Powers (James Cagney) desde que es un raterillo en las calles de Chicago hasta que se convierte en uno de los hombres más temidos de la ciudad. La naturaleza explosiva de Cagney queda refrendada en la mítica escena en la que exprime un pomelo en el rostro de su novia. Además, establece uno de los tópicos del género de mafiosos: el protagonista siempre muere tiroteado.

Scarface, el terror del hampa (Howard Hawks, 1932)

Dirigida por Howard Hawks y producida por Howard Hughes (palabras mayores), Scarface volvía a orbitar narrativamente en torno a la figura de Capone, ya que partía de la novela de Armitage Trail inspirada en la vida del mafioso de Chicago. Y, como El enemigo público, fue trascendental para sentar las bases del cine de gánsteres. El personaje principal es Tony Camonte, interpretado por Paul Muni, un pistolero italiano con una aparatosa cicatriz en la cara (al igual que Capone) al servicio de Johnny Lovo, el delincuente más poderoso del South End de Chicago. Tras eliminar a todos los rivales de su jefe, Camonte decide arrebatarle también a él el poder aunque las consecuencias serán fatales. Los censores, amparándose en el Código Hays, exigieron modificaciones importantes en la película ya que creían que glorificaba la violencia y el crimen, un sambenito que siempre ha perseguido al género. En los años 80, Brian de Palma rodó un remake de la película convirtiendo al protagonista, interpretado por Al Pacino, en un disidente cubano que se hace con el poder en la ciudad de Miami. Aún hoy el filme funciona, en parte gracias a su impagable dinamismo, como un estudio sobre el exceso y el reverso tenebroso del sueño americano.

Los violentos años veinte (Raoul Walsh, 1939)

El regreso de James Cagney, secundado por Humphrey Bogart, al cine de gánsteres ofrecía una mayor profundidad moral a la hora de tratar los temas clásicos del género. Dirigida por Raoul Walsh, y con Robert Rossen en el guion, la película funciona como homenaje a los filmes de los primeros años de la década de los 30 y, a la vez, enriquecía el subtexto con una crítica a la Ley Seca (que por entonces ya había pasado a mejor vida) por haber fomentado la criminalidad y corrompido a la policía. La trama vuelve a ser la típica de ascenso y caída de un hampón, en este caso Eddie Barlett, pero aquí el amor por una mujer abre una puerta hacia la redención. Formalmente destaca el tono documental de la cinta a partir de la utilización de material de archivo, titulares de periódicos y la voz en off. Indispensable.

Con faldas y a lo loco (Billy Wilder, 1959)

CLUB TR3SC CON FALDAS Y A LO LOCO

Uno de los grandes clásicos de Billy Wilder y la primera vez en esta lista en la que el protagonismo no recae en los mafiosos sino en sus potenciales víctimas. En el año de 1929, Joe (Tony Curtis) y Jerry (Jack Lemmon) son dos músicos mediocres que se ven obligados a huir cuando presencia un ajuste de cuentas entre dos bandas rivales (inspirado en la célebre Masacre de San Valentín que perpetró Al Capone contra sus rivales). La única solución que encuentran consiste en vestirse de mujer y enrolarse en una orquesta femenina, donde ambos caerán rendidos ante el encanto de Sugar Kane (Marilyn Monroe) y su ukelele. Hilarante película de enredos con uno de los mejores finales de la historia del cine en la que el director sigue cimentando la representación del mafioso cinematográfico a través de la parodia. Un filme imprescindible que supuso la primera colaboración entre Lemmon y Wilder.

El gran Gatsby (Jack Clyton, 1974)

La novela de Scott Fitzgerald ofrece una panorámica de la sociedad de Estados Unidos de los años 20, en la que aborda temas como la conquista de una prosperidad económica sin precedentes, el éxito del jazz, el auge del contrabando y las actividades criminales y la abolición del sistema de clases y la aparición de los nuevos ricos. Gatsby es un ex combatiente de la primera Guerra Mundial que ha amasado una importante fortuna y que se dedica a un estilo de vida decadente materializado en las suntuosas fiestas que organiza en su mansión de Long Island. La sobria adaptación de esta indagación en el sueño americano, dirigido por Jack Clyton y escrito por Francis Ford Coppola, cuenta con un entregado Robert Redford y un mítico vestuario firmado por Ralph Lauren. En los 2000 el australiano Baz Luhrmann realizó una nueva versión con Leonardo DiCaprio en el papel protagonista.

Érase una vez en América (Sergio Leone, 1984)

La obra maestra indiscutible de Sergio Leone en un filme de gánsteres melancólico (incluso más que El irlandés) y algo alucinatorio que abarca la primera mitad del siglo XX. La película narra a través de varios saltos en el tiempo la historia de David Aaronson (Robert De Niro), un pobre chaval judío, que en compañía de tres amigos acaba conviertiéndose en un importante mafioso durante los años de la Prohibición. Una película triste y poética sobre la amistad y el paso del tiempo con una inolvidable banda sonora del maestro Ennio Morricone. La película fue mutilada por los productores para su estreno comercial (no solo le recortaron una hora sino de metraje sino que tb perpretaron un montaje cronológico que anulaba la potencia poética del filme), lo que provocó que un desencantado Leone abandonara el cine para siempre. Hoy es un clásico incontestable en su versión original.

Los intocables de Eliot Ness (Brian de Palma, 1987)

Por primera y última vez, nos ponemos del lado menos malo de la ley en este repaso del cine de la Prohibición de la mano de Brian de Palma y su popular, entretenidísima, impactante y violenta película sobre los hombres que se enfrentaron no solo a los mafiosos que se lucraban con la venta ilegal de alcohol sino también a la corrupta policía: los hombres de Eliot Ness. Con un solvente reparto encabezado por Kevin Costner y Sean Connery, y con Robert DeNiro como Al Capone, la película es un entretenimiento de primera calidad en la que De Palma brilla en varias escenas, como ese homenaje al Acorazado Potenkin en el tiroteo de la estación. Morricone entrega uno de sus 'scores' más carismáticos y a David Mamet puliendo un guion que brilla como uno de sus trabajos más desprejuiciados y gozosos.

Muerte entre las flores (Joel Coen, 1990)

Brillante incursión de los hermanos Coen en los años de la Ley Seca, inspirada en las novelas de Dashiel Hammet. Un filme de traiciones y pasiones ocultas con un Albert Finney magnético en la piel del jefe mafioso Leo y un Gabriel Byrne que nunca ha estado mejor como su lugarteniente. El amor por la misma mujer y el enfrentamiento a la banda de Johnny Caspar pondrá en jaque las lealtades de todos los personajes. Un filme con cierto aura irreal y unos diálogos brillantes, cuya liosa trama provocó una crisis de escritura a los directores. Tuvieron que parar unos días, y durante el descanso aprovecharon para escribir una de sus mejores películas: Barton Fink.

Balas sobre Broadway (Woody Allen, 1994)

Una de las películas más redondas de Woody Allen. Un guión que funciona como un reloj y que hace un despliegue sin igual de sentido del humor, sutileza e ingenio. La historia gira en torno a David Shayne (John Cusack), un autor teatral fracasado que consigue financiación para una de sus obras pero a cambio tiene que aceptar una condición: darle un papel secundario a Olive (Jennifer Tilly), la incompetente novia del productor, el gángster Nick Valenti (Joe Viterelli). Olive acude a los ensayos acompañada de su guardaespaldas Cheek (Chazz Palmintieri), que, lejos de limitarse a vigilarla, se permite sugerir cambios para mejorar la obra. A fuerza de ceder a los consejos de Cheek, David empieza a dudar hasta tal punto de su talento dramático que acaba encargándole a Cheek que reescriba la obra.