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Cine

'Sordo': Wéstern en la guerra civil

13 septiembre, 2019 10:04

Basada en un cómic del dibujante Rayco Pulido y el guionista David Muñoz, Sordo es una película que pretende conjugar el género de aventuras, variante del wéstern, con el contexto de la guerra “incivil” como dice Anson. Con tono crepuscular, al estilo Eastwood en Sin perdón (1992), el director y productor Alfonso Cortés-Cavanillas, ex periodista de deportes, nos cuenta en su filme la peripecia del desdichado Anselmo (Asier Etxeandia), un “maqui” (soldados republicanos que permanecieron ocultos en las montañas prosiguiendo una guerra de guerrillas) que se queda sordo en la “operación reconquista”, una ofensiva militar destinada a ganar la guerra en el año 44, cinco años más tarde de su final oficial. Atacados sin cuartel por las poderosas fuerzas franquistas, los maquis tienen que huir en desbandada y más difícil lo tiene el pobre Anselmo, que incapaz de oír debe aprender a sobrevivir a una verdadera carnicería humana valiéndose de su instinto y su inteligencia.

En este cuento macabro rodado con tonos terrosos en una fotografía oscura que a veces es excesiva, Cortés-Cavanillas estructura su filme como un videojuego y el sufrido protagonista por momentos parece el jugador de un arcade que las pasa canutas para ir pasando de pantalla en pantalla. Hay un malo muy malo con la cara de Imanol Arias y un ángel en medio de la crueldad generalizada con el aspecto de Marián Alvárez. La peor de todas es una francotiradora rusa que es mala como el betún y también sale Hugo Silva haciendo de Conde de Montecristo. Rodada desde la subjetividad del personaje protagonista, la sordera de Anselmo sirve al director para realizar un sofisticado trabajo de sonido (ya que percibimos la guerra desde su discapacidad) en el aspecto sin duda más interesante del filme.

El coguionista del cómic, David Muñoz, ya fue escritor de aquella memorable El espinazo del diablo (2001), dirigida por Guillermo del Toro, en la que el mexicano introducía elementos del género fantástico en el contexto de los traumas de la posguerra civil. Del fantástico al wéstern, Cortés-Cavanillas llena sus películas de referencia a las imágenes más icónicas del género, en su variante más setentera con directores como Sam Peckinpah como referente, en un filme vistoso y entretenido a pesar de su excesiva duración en el que a veces uno tiene la impresión de que todo está demasiado bien medido dramáticamente y que la película funciona más como homenaje al género que como historia en sí misma, donde se suceden casi todos los tópicos del asunto.

@juansarda