Cine

Oriol Paulo: “Somos una suma de casualidades”

El director presenta Durante la tormenta, una película en la que homenajea el cine de Spielberg en los 80 para contarnos una alambicada historia de amor

30 noviembre, 2018 01:00

Oriol Paulo durante el rodaje de Durante la tormenta

Especialista en construir rocambolescos rompecabezas detictevescos y salir airoso del envite, Oriol Paulo (Barcelona, 1975) triunfó primero como guionista escribiendo Los ojos de Julia (Guillem Morales, 2010), en el que ya aparecía su musa Belén Rueda, para saltar a la dirección con su siguiente título, El cuerpo (2012), donde, como él mismo lo llama, resolvía un "misterio de la habitación cerrada" construyendo la trama a partir de la desaparición de un cadáver en una morgue. Después llegó el gran éxito de Contratiempo (2016), en la que Mario Casas interpretaba a un exitoso ejecutivo en apuros en una película que arrasó en China, donde recaudó más de 25 millones de dólares. Recién llegado precisamente del país asiático, adonde ha ido a presentarles su nuevo filme (y obviamente se lo ha cobrado más caro), Paulo presenta Durante la tormenta, en la que homenajea el cine de Spielberg en los 80 para contarnos una alambicada historia de amor que se desarrolla en dos tiempos. En la actualidad, una enfermera (Adriana Ugarte) que se comunica de manera misteriosa a través de un televisor con un adolescente que pocas horas después será asesinado. Sin embargo, cambiar el pasado puede tener consecuencias indeseadas en un presente marcado por un matrimonio infeliz y un atractivo inspector de policía con el aspecto de Chino Darín.

Pregunta.- ¿Quería que en esta película la parte emocional de los personajes fuera más importante que el juego detectivesco?
Respuesta.- No deja de ser una película que juega con el espectador. Lo podríamos llamar ciencia ficción o thriller emocional pero sí que hay un componente de jugueteo muy grande. Es una historia compleja porque juega con dos tiempos y se trata de ver cómo estos dos tiempos acaban afectando al presente. Todo está filtrado por la ciencia ficción, el misterio, el thriller... Hay un componente detectivesco en el que el espectador tiene que descubrir una serie de cosas y se le hace partícipe y activo en la trama. Pero no sustenta toda su apuesta en el giro de la trama. Yo insisto en que por encima de esto hay una historia de amor. Me gustaría que la gente saliera del cine conmovida. El otro día en un pase del filme una chica me dijo que estaba deseando llegar a casa a abrazar a su marido. Al final lo que te llevas a casa es más emocional.

P.- ¿Una trama tan intrincada obliga a ser muy cuidadoso con la planificación?
R.- En la película tienes a tu protagonista, que es Adriana Ugarte, a la que se le presenta la opción de hacer una buena obra en el pasado pero despierta en un mundo en el que su hija no ha nacido nunca y tiene 72 horas para reabrir ese portal y rehacer su vida. Obviamente, cuando entras en una película con paradojas temporales, que no un viaje en el tiempo, te obliga a ser escrupuloso y meticuloso con el proceso de escritura y de rodaje. Nosotros llegamos a desmontar toda la historia y ordenarla cronológicamente por días, por horas, por minutos... para tener muy claro que no estábamos cometiendo ninguna torpeza temporal.

P.- ¿Quería plantear la forma en que nuestras decisiones marcan la vida que tenemos?
R. Mis anteriores películas jugaban más a resolver un enigma pero aquí el enigma aunque existe, está más diluido. Hablamos de los caminos que te ofrece la vida, si vas a la derecha o a la izquierda, y sobre todo de aprender a valorar a nivel personal lo que es importante y lo que no. Lo que te acaba contando la película, disfrazado de thriller y de viaje emocional, es esa idea de que todo el mundo ha pensado qué hubiera pasado sin en lugar de A hubiera hecho B. La película nace, de hecho, del momento en el que se me plantea la posibilidad de ser padre y decido no serlo. Allí me pregunté por las consecuencias de las decisiones. Comienzas a ver la vida que tienes pero también la vida que podrías haber tenido. A partir de ahí, de alguna manera, es como vamos dando forma a la película, muy filtrada por el género. El viaje de Adriana tiene que ver con ese aprendizaje del error que tenemos todos.

P.- ¿Vivimos nuestra propia vida como un misterio porque es muy difícil saber qué sucede realmente?
R.- La película juega mucho con la idea de decodificar qué es verdad y qué es mentira. Casi nadie tiene la oportunidad de decodificar de una manera limpia su vida. Lo que permite este juego es crear un personaje que es capaz de hacerlo con certeza absoluta. Por eso hay dos realidades que sirven de espejo y ella se tiene que mirar en ambas realidades del espejo para descubrir quién es. Primero, creo que la memoria distorsiona el recuerdo. En función de con quién estás o cómo te ha ido en la vida, tu punto de vista puede cambiar. El tiempo, y en mis películas el tiempo es muy importante, te va dando una dimensión distinta de las cosas. A lo mejor lo que antes lo contabas negro luego lo cuentas blanco. Hay algo de eso. También están las cosas que se cuentan a sí mismos para seguir adelante. Todo el mundo es capaz de justificar sus actos y creerse buena persona. Al final es muy difícil juzgarse a uno mismo y también es difícil que te juzgue la sociedad.

P.- ¿No somos conscientes del valor del azar en nuestra vida?
R. La suerte importa mucho. Hay una frase en la película que dice que vivimos en un sistema caótico y drásticamente alterable. Al final es todo tan aleatorio, tu vida puede ser una u otra, puedes salir de aquí y tropezarte con el amor de tu vida. Cada día puede pasar algo que te puede cambiar la vida. No lo desciframos pero hay un componente aleatorio. Muchas veces se habla del destino pero yo no creo que exista. La película al final no deja de hablar del efecto mariposa y el efecto mariposa es esto. Algo intrascendente que hace una persona, ya no lo que haces tú, y eso te puede cambiar la vida, para bien o para mal. Somos una suma de casualidades.

P.- ¿Cómo construye esas tramas tan complejas?
R.- Yo siempre construyo el misterio desde el final. Por decirlo de alguna manera, siempre sé quién es el malo. Una vez sabes quiénes y por qué, teniendo claro lo que quieres contar y todo lo que implica, la dirección está muy clara. A partir de pensar en ese hijo que pude tener y no tuve, me pongo a pensar cómo lo cuento. Surge esta paradoja temporal en la que se plantean las dos posibilidades y al final tienes que decidir quién quieres ser porque quizá no te gusta quién eres ni en uno ni en otro mundo. Impulsivamente me voy siempre al misterio, me gusta jugar con el espectador. La he vivido desde un sitio distinto porque hay un detective que es un niño y se refuerza esa parte de juego. Después hay una parte más adulta que es la de Adriana que tiene que descifrar.

P.- ¿Por qué le gusta tanto mostrar el reverso oscuro de ambientes burgueses?
R.- Quizá porque no soy burgués. Es verdad que eso me gusta mucho. No he descubierto de dónde viene. Igual es porque cuando era jovencito me engañaron, el amor de mi vida me abandonó y a lo mejor eso me dejó traumatizado. Siempre me sale poner en cuestión las relaciones humanas.

P.- ¿Cómo quería plantear ese homenaje al cine de los 80?
R.- Esta en realidad tenía que ser mi segunda película. La tenía escrita después de El cuerpo pero por varios motivos, sobre todo por una cuestión mía de seguridad a la hora de dirigir, la pasé a mi tercera y dirigí antes Contratiempo. La película tiene guiños a los 80, no precisamente a Stranger Things, pero sí a otros títulos. En los 80 hacíamos nuestras gamberradas, yo tenía en la cabeza Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985) y hay algún que otro guiño. También los hay a Poltergeist (Tobe Hooper, 1982) o Frequency (Gregory Hoblit, 2000) que jugaban con el género fantástico. No solo hay pequeños homenajes a esa década a través del cine sino también de cómo vivíamos. Había más libertad, todo era más litúrgico. Yo de niño quiso ser músico y no me grababa a mí mismo como en la película pero mis padres sí lo hacían mientras cantaba y tocaba.

P.- ¿Eran aquellos tiempos más ingenuos?
R.- Había un culto más grande por las estrellas, yo por ejemplo estaba enamorado de Wendy James. Ahora todo va muy rápido, todo se consume y se olvida casi al instante. Eran tiempos más naïf y la sensación de peligro o la aventura que vive el niño está contada desde esa inocencia. Creo que ahora a los niños se les ha inculcado más el miedo a lo desconocido. Yo tenía la liberta de jugar en la calle y hacer lo que me daba la gana con mis amigos. Me crié muy cerca de lo que sale en la película. Conozco bastante bien este mundo. Quizá era más naíf, el descubrimiento también lo era, ahora todo es muy fácil.

P.- ¿Internet ha hecho que se pierda la magia de lo desconocido porque todo está al alcance?
R.- Ahora hacerte un video no tiene ningún valor. En los 80 había una liturgia y un ritual que te ayudaban a definirte como persona. Ahora todos los inputs son muy fáciles. Cuando he dado clases en la universidad observo la diferencia. En mi época teníamos que hacer auténticas locuras para ver algunas películas. Había una magia que se ha perdido porque todo es más instantáneo. Antes no todo lo tenías a mano como ahora. Son pequeñas cositas como grabar el casette, ahora todo funciona por Spotify. Yo soy nostálgico y me sigo comprando discos.

@juansarda