Image: Nico, 1988: el Rosebud del mito

Image: Nico, 1988: el Rosebud del mito

Cine

Nico, 1988: el Rosebud del mito

La película dirigida por Susanna Nicchiarelli y protagonizada por Trine Dyrholm, construye el retrato de un personaje fundamental, la musa de la banda The Velvet Underground, que enamora por sus aristas

3 agosto, 2018 02:00

Fotograma de Nico, 1988

Pocas bandas del siglo XX merecen la misma veneración y respeto que la The Velvet Underground. El grupo liderado por el inmortal Lou Reed marcó algunos de los momentos musicales más importantes y profundos del pasado siglo y en ello tuvo mucho que ver el carisma y la fascinación que ejercía su cantante, Nico. Llamada en realidad Christa Päffgen (Colonia, 1938-Ibiza, 1988), la estrella nació en plena Segunda Guerra Mundial y su infancia estuvo marcada por la destrucción de la capital alemana después del conflicto armado. Esa imagen, la de un Berlín en llamas pasto de la destrucción más absoluta, se quedó grabada en la memoria de Nico hasta el punto de que a los cuarenta años iba por el mundo con una grabadora tratando de volver a captar el "timbre del sonido" de la capital teutona devorada por el fuego.

La película Nico, 1988, dirigida con talento por la realizadora italiana Susanna Nicchiarelli, es un filme audaz que logra salir más que airoso de su arriesgada propuesta: mostrarnos a Nico no en sus años dorados como cantante de la Velvet y musa absoluta de Andy Warhol, sino a sus cuarenta y muchos, cuando es una mujer prematuramente envejecida por el alcohol y las drogas. Interpretada con fuerza por la actriz danesa Trine Dyrholm, vemos a una Nico que sigue siendo fascinante pero desde luego no es un dechado de virtudes. Enganchada a la heroína, es una mujer de carácter inestable con tendencia a maltratar a su equipo y dar unos conciertos espantosos acompañada por una banda de músicos yonquis que salen al escenario totalmente idos. Dicho así, Nico puede parecer un monstruo, y en parte los es, pero también es la mujer de una belleza física casi sobrehumana, a pesar de los muchos castigos que se ha infligido a sí misma, que, cuando deslumbra, llega hasta donde muy pocos alcanzan.

Logra la directora Nicchiarellio que comencemos sintiendo una cierta aversión por el personaje para irnos enamorando cada vez más con las aristas de una personalidad volcánica e irresistible. Es Nico icono y víctima a la vez de una época tan brillante en lo artístico como a la postre destructiva. Un tiempo en el que los músicos no eran esas máquinas promocionales de ahora que venden una imagen cuidada y saludable sino todo lo contrario. Algunos, como esos Rolling Stones que siguen vivos y coleando, sobrevivieron a la debacle. Otros, como ella misma, su amigo Jim Morrison, Jimi Hendrix o Janis Joplin, no llegaron a viejos dejando tras de sí un legado artístico memorable pero también la infinita tristeza de unas vidas absurdamente cortas. Vale la pena ver esta Nico, 1988 no solo por el poderoso retrato de un personaje fundamental sino por lo que rebela de una época no tan lejana que es importante volver a revisar ahora que ha pasado el suficiente tiempo para ello.

@juansarda