Image: Afterimage, el deslumbrante testamento de Wajda

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Cine

Afterimage, el deslumbrante testamento de Wajda

30 junio, 2017 02:00

El actor Boguslaw Linda en un momento de la película

Llega a España la última película del fallecido director polaco Andrzej Wajda, Afterimage: Los últimos años del artista, una apasionada biografía sobre el artista de vanguardia Wladyslaw Strzeminski, brillantemente interpretado por la superestrella polaca Boguslaw Linda, que luchó contra la ortodoxia estalinista y sus propias deficiencias físicas para avanzar en sus ideas progresistas sobre el arte.

No deja de ser significativo que la última película del maestro polaco Andrzej Wajda (1916-2016) sea esta sobresaliente Afterimage: Los últimos años del artista, en la que el cineasta casi se diría que se transmuta en el pintor Wladyslaw Strzeminski, una de los más destacadas figuras de las vanguardias del siglo pasado. No es una película fácil, ni de ver ni de digerir, por la dureza de lo que cuenta: la caída a los infiernos de un hombre con inmenso talento que se niega a plegarse a las directrices del Partido Comunista. Es una historia de rebelión contra el poder pero también, y sobre todo, es una historia sobre la dignidad de un personaje heroico al que le destrozan la vida.

El actor polaco Boguslaw Linda se transforma literalmente en Strzeminski y uno tiene la sensación de que siente en sus propios huesos el calvario del artista que creó esa "Teoría de la Visión" en la que se pone el acento en la percepción del espectador por encima de la voluntad del artista. Primero, lo expulsan de la universidad que él mismo fundó y poco a poco se lo van quitando todo: a su hija, la posibilidad de trabajar en cualquier cosa, relacionarse con la gente y, finalmente, incluso alimentarse. Todo ello, mientras las autoridades comunistas inician una sistemática destrucción del legado pictórico del desdichado pintor.

Todo esto lo cuenta Wajda muy bien en una película de trazas académicas en la que el talento del cineasta resuena en todo momento regalándonos escenas como esa tan bella en la que critican a la niña por llevar un abrigo rojo en el funeral de su madre y ella contesta que no tiene otro y le da la vuelta. O esa pequeña secuencia en el que vemos a la secretaria del funesto Ministro de Cultura reírle todas las gracias, son detalles que nos indican de forma sutil pero contundente la miseria, no solo de un régimen sino de toda una sociedad controlada por la burocracia, la mediocridad y el odio a la belleza. Una época que el director ha retratado en muchas ocasiones en toda su crudeza en su última etapa en películas como esa Katin (2007) en la que reflejaba la masacre de polacos a cargo de los rusos. Son películas que en una Polonia cada vez más conservadora y reacia a admitir los horrores del comunismo adquieren una importancia que va más allá del cine.

Cuenta Noam Chomsky en su libro ¿Quién domina el mundo? que en el momento en el que Zola firmó su famoso "Yo acuso" en apoyo de Dreyfuss nació la figura del intelectual moderno, que en muchas ocasiones, como en el caso de Strzeminski, es también un artista. Desde entonces, cuenta Chomsky, algunos, los menos, se han atrevido a desafiar el poder y aun en las circunstancias más difíciles jamás han perdido la dignidad o el sentido de la justicia. Los más, dice Chomsky, prefieren ser voceros de los poderosos. En pocos casos como en el de la terrorífica Polonia comunista es más difícil y más costoso seguir creyendo en lo que uno cree y el ejemplo de ese Strzeminski, machacado por la mayor de las injusticias, es un excelente broche de oro a la trayectoria de un cineasta que por desgracia ya nos ha dejado. Nos quedan películas tan magníficas como ésta.

@juansarda