Image: Cine rico, cine pobre

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Cine

Cine rico, cine pobre

La industria estrena nuevo traje

30 septiembre, 2016 02:00

Rodaje de Gernika

La nueva legislación de subvenciones, la autocompra de entradas, estrategias para desgravaciones fiscales... La producción cinematográfica se enfrenta a una nueva era en la que será más difícil producir películas sin el apoyo de las televisiones, que ganan poder, y en la que el cine de autor podría empobrecerse porque lo tendrá más difícil para optar a las ayudas del Estado. Ante esta situación, El Cultural recoge las opiniones del sector y analiza las nuevas formas de financiación -como la creación de complejas estructuras financieras y la distribución on-line- para arrojar más luz sobre un tema en perpetua controversia.

El cine español está de fiesta, aunque como siempre sea una fiesta agridulce y teñida de polémica. Las buenas noticias las dio el presidente de FAPAE, Ramon Colom, durante el último Festival de San Sebastián. En los primeros nueve meses y medio del año, el cine patrio ha aumentado su cuota de pantalla hasta el 14%, recaudando 56,8 millones de euros. Triunfa la comedia (Cuerpo de élite, Kiki, el amor se hace...) y el cine de género (Cien años de perdón). Todo, a falta de que previsiblemente Bayona arrase con Un monstruo viene a verme y se llegue a cotas históricas. También sube la producción aunque descienden los rodajes. De las 142 películas españolas producidas este año la mitad son documentales. Porque a la luz siempre sigue la oscuridad. Como alertó Colom, de los 30 millones presupuestados por el ICAA, los productores siguen esperando a que aparezcan diez, retenidos por "líos burocráticos". Además, los productores indies están en pie de guerra y el IVA sigue instalado en el doloroso 21 %.

En medio de esta ‘fiesta', el cine español también estrena nueva Ley del Cine. Cuatro años después de que comenzara a generar un sonado escándalo, la Ley que regula el mundo cinematográfico no solo existe sino que por primera vez ha entrado en vigor. Han sido cuatro años de comités, desmentidos, protestas y turbulencias de toda clase porque el cine español es un sector tan pequeño como dado a todo tipo de guerras internas. ¿La gran novedad? Se acaban las ayudas a posteriori, conocidas como "amortizaciones", que se daban al cabo de dos años en función del resultado en taquilla, y se sustituyen por las anticipadas, que se otorgan antes de que se comience a rodar. Todos tranquilos y contentos. O no.

Requisitos "objetivos"

Nada nuevo bajo el sol porque las ayudas anticipadas eran las que había hasta 1996, cuando otro gobierno del PP, en este caso de Aznar, se inventó las amortizaciones para priorizar un cine más taquillero. De la cuestionada Ley Miró a hoy han cambiado algunas cosas. Ahora hay una serie de requisitos "objetivos" que tratan de reducir la arbitrariedad al mínimo. Entre ellos, algunos tan polémicos como la obligación de que las películas que aspiran a las ayudas "generales" (de hasta 1,4 millones de euros) deben asegurar un distribuidor y un 35% del presupuesto garantizado, lo que según algunos significa dar aún más oxígeno a las ya todopoderosísimas televisiones. A sumar, que la distinción entre generales y "selectivas", para películas de "especial valor cultural" que pueden aspirar hasta 300 mil euros, puede sentenciar la división entre un cine comercial rico y un cine de autor pobre.

Uno de los riesgos de las ayudas por amortización, que desaparecen, era la autocompra de entradas

¿Cuál es el nuevo traje tras esta particular bacanal? "El sistema de financiación tiene cuatro patas. La primera es Atresmedia, la segunda Mediaset, después está el sector público, TVE y autonómicas, y, finalmente, Movistar. Con estos cuatro elementos hay que jugar", dice Ramón Colom, presidente de la FAPAE, la asociación de productores.

Y la quinta pata son, claro está, las subvenciones. Entre las veinte películas seleccionadas este verano para las ayudas "gordas", las productoras de gran tamaño que pueden garantizar distribución y ese 35% del presupuesto salen ganando: La Zona, Morena, Apaches, Zeta Cinema o Atresmedia. El Estado apoya con dinero público a directores tan conocidos como Paco Plaza (El expediente) o Pablo Berger (Abracadabra), y a proyectos como Inmersión, dirigida por Wim Wenders, o la secuela de Tadeo Jones. En otra división juegan las producciones que optan a las ayudas selectivas. El Estado ayudará con 7 millones de euros, y hasta con unos 300 mil euros por proyecto, a 41 producciones, casi la mitad documentales. En su mayoría, de directores noveles.

¿El nuevo sistema prioriza a los consagrados y margina a los emergentes? Francisco Ramos, productor de películas tan exitosas como A tres metros sobre el cielo (2010), Ahora o nunca (2015) o la nueva de Zipi y Zape, toma como referencia otras cinematografías: "En México las subvenciones se dan en función de dos variables. Una es el productor y la otra el director. Me parece que es la mejor manera de medir un proyecto". Eso sí, alerta Ramos: "Sí hay un riesgo que estamos viendo y es que todas las películas españolas se parezcan demasiado porque hay dos entidades, Atresmedia y Mediaset, que están detrás de la mayoría. Ocurriría lo mismo si las produjera todas yo, que acabarían siendo similares".

Fotograma de A tres metros sobre el cielo (Fernando González Molina, 2010)

En el núcleo duro del cine español parece que hay quorum a favor del nuevo sistema: mucho mejor recibir el dinero antes que a tres años vista en función de la taquilla. Con las amortizaciones se corría el riesgo de que el Estado congelara los pagos. Sucedió hace cuatro años. Muchas productoras se vieron en una situación financiera delicada, cuando no en bancarrota. Es el caso de Luis Miñarro, que tuvo que cerrar su productora Eddie Saeta. Otro riesgo era la autocompra de entradas por parte de los productores, un asunto que está siendo investigado aún por los interventores del Estado. De momento ya ha dejado algunas "víctimas", como el ex presidente de la Academia Enrique González Macho o productores como Gerardo Herrero y José Luis Garci.

Damnificados y beneficiarios

No todos, claro está, están de acuerdo. "Ha habido una escabechina", dice un importante abogado que representa a algunos productores conocidos. "La actitud del ICAA ha ido dirigida a destruir el sector. Se han dedicado a no pagar, a revisarlo todo más allá de la lógica, a poner todo tipo de trabas y a hacer el máximo daño posible. El sector sobrevive de milagro". Miñarro, productor de películas de autores como José Luis Guerín o Lisandro Alonso, lo cuenta en primera persona: "A mí me han arruinado. Han cargado contra mí porque no podía conseguir los datos de los cines porque en muchos casos están cerrados. He perdido patrimonio y funciono como productor asociado sin aportar dinero, solo experiencia y know how. Han sucedido cosas como que a la película de Naomi Kawase (Still Water) que coproduje, seleccionada en Cannes, le retiraran a posteriori la nacionalidad española, con lo que me quitaron las ayudas por ir a festivales. Una película que ha triunfado en medio mundo ha dejado de ser española".

"Una película como La novia lo habría tenido muy difícil para hacerse con ayudas con este nuevo sistema", dice el productor Álex Lafuente
Hay quien dice que el nuevo sistema es el sistema "anti-Gerardo Herrero", que en los buenos tiempos convirtió a Tornasol en lo más parecido a un mini-estudio de cine produciendo hasta siete películas al año. Entre las 20 seleccionadas en la primera convocatoria de este año, solo una (El hombre que mató a Don Quijote, de Terry Gilliam) está participada por Tornasol, a quien algunos acusan de haber ejercido un abuso de posición dominante. "Herrero se paseaba por el ministerio como Pedro por su casa. Eso se tenía que acabar. Ahora el problema es que hay muchos que quieren quitarle a él para ponerse ellos y no se trata de eso", dice un importante productor bajo condición de anonimato. Herrero ha declinado contestar para este reportaje "porque si digo lo que realmente pienso no hago cine en cuatro años".

La purga ha sido intensa. "Hay varias investigaciones en marcha sobre el asunto de la autocompra de entradas", dice Lorena González Olivares, directora del ICAA. "Es verdad que todo el mundo dice que esto se sabía de toda la vida pero yo sé que en los últimos años se ha hecho todo lo que se ha podido. También los controles son cada vez más fuertes, no solo en el cine. No ha habido una caza de brujas, basta de victimismo". Este año han comenzado a rodarse 104 películas, lejos de las 200 que se hacían en los buenos tiempos, lo cual, según Ramón Colom, es mejor "porque de esas 200 quizá había unas cuantas que se podrían haberse evitado". Es la opinión que parece reinar en el núcleo duro: hay que mejorar los detalles, pero la base es buena. "Las amortizaciones no eran mala idea pero generaban inseguridad. Es más racional saber el dinero con el que vas a contar", dice José Antonio Félez, productor de las películas de Daniel Sánchez Arévalo o Alberto Rodríguez. "El principal problema es la dotación, porque 30 millones de euros son claramente insuficientes. En todo lo demás hay que ir afinando". Una opinión que comparten Colom y Ramos. Félez, productor de El hombre de las mil caras, opina que es positivo que se dé peso al hecho de contar con distribuidor. "No lo concibo de otra manera. Montar una película sin saber quién la va a distribuir es un disparate. Además no es obligatorio, da puntos".

Álex García e Inma Cuesta en La novia (Paula Ortiz, 2015)

Productores más independientes no lo ven tan claro. Con una sola película a sus espaldas, La novia, nominada a varios Goya y éxito de taquilla, Álex Lafuente ve el futuro más oscuro. "El planteamiento es bueno pero los requisitos son equivocados. Una película como La novia lo habría tenido difícil para hacerse con ayudas bajo este sistema. Se crea una distinción entre cine de autor pobre y cine comercial rico que no se tiene que corresponder con la realidad. Hay proyectos como esa película que tienen un criterio más artístico y que se hizo por un millón y medio cuando hubiera necesitado más. Es un error dar tanta importancia a la distribución porque cada película tiene sus tiempos y el distribuidor no tiene que entrar necesariamente antes de que se comience a rodar". Miñarro es más contundente: "Es un sistema antidemocrático y elitista que favorece a los ricos porque te pide un pagaré millonario antes de ponerte a trabajar".

El peso televisivo

Las Agrupaciones de Interés Económico son otra nueva pata de la financiacion que permite a inversores aprovecharse de descuentos fiscales

"Casi todo el mundo estaba de acuerdo en que era necesario un cambio", rebate Lorena González, directora del ICAA. "En el sistema hay dos tipos de ayudas, las generales y las selectivas, a las que algunos no han hecho ni caso. Con las pequeñas hemos pasado de cuatro a seis millones incrementables. Se quejan los productores del cine más independiente pero yo les sigo preguntando: ¿por qué no van a las selectivas? Hemos hecho unos filtros necesarios como que haya una financiación mínima garantizada de un 10% y solamente con eso hemos bajado de 140 proyectos a 40. Y para solicitar las generales no es obligatorio una televisión, puedes garantizar ese 35% de financiación de otra manera. Lo que sí es cierto es que las televisiones tienen un peso tremendo, pero eso no se lo ha dado el ICAA, sino una ley que dice que tienen que dar el 5% de sus ingresos a producción de cine". También hay que señalar que ese 5% lo pueden invertir en sus propias producciones, de manera que el espíritu inicial de la ley (ayudar a productores independientes) queda neutralizado.

Los nuevos tiempos traen nuevas formas. Las AIEs, o Agrupaciones de Interés Económico, son la sexta pata de esa financiación del cine que describía el presidente de FAPAE. Se trata de estructuras financieras complejas que permiten a inversores independientes aprovecharse de los descuentos fiscales del sector. Es decir, en vez de dar sus impuestos al Estado, los dedica a producir cine y la inversión le sale "gratis". Abogados como Patricia Motilla, que ha trabajado en películas como La noche que mi madre mató a mi padre o Gernika montando AIEs, ven el cielo abierto: "Lo que hace el productor es ceder su porcentaje de deducción fiscal (un 18%) a terceros. De esta manera no es el productor quien tiene el crédito fiscal sino un tercero que puede invertir en cine a coste cero". No parece sencillo. Es pura ingeniería financiera que complica el proceso debido a una ley de desgravación fiscal muy ineficaz. José Antonio Félez evita las AIEs y Francisco Ramos ha recurrido a ellas pero tiene sus dudas: "Lo único que sé es que cada asesor me cuenta una historia distinta". Las AIEs se han popularizado tanto que incluso Antonio Resines se enfrentó a la Junta de la Academia de Cine cuando montó una para los Goya, que fue el verdadero motivo de su dimisión.

Hay quien busca una séptima pata en Internet, como el productor español Pau Brunet, que ha conocido el éxito de 10.000 km, y desde Los Angeles sigue un modelo muy distinto al del mainstream del cine español. "Nosotros apostamos por un tipo de película en torno al medio millón de euros que no se va a estrenar en 80 salas pero sí tiene un recorrido importante en los festivales y en internet". Es ese cine que defiende González, del ICAA, que puede aspirar a un máximo de 300 mil euros de subvención. "Ir a las salas requiere un coste elevado que no siempre compensa. Creo que el futuro del cine independiente está en plataformas on-line como Netflix que te permiten además acceder a un público internacional de millones de personas. Este es un momento muy excitante porque está cambiando todo. Es verdad que es más difícil pero ese cine underground está muy vivo".

@juansarda