Image: Stephane Brizé: La alternativa al sistema es la indigencia

Image: Stephane Brizé: "La alternativa al sistema es la indigencia"

Cine

Stephane Brizé: "La alternativa al sistema es la indigencia"

12 febrero, 2016 01:00

Stephane Brizé

El director estrena La ley del mercado, un drama social sobre el desempleo con el que Vincent London obtuvo el premio como el Mejor Actor en Cannes.

El sistema como lugar del que es imposible huir, al que ni siquiera es posible enfrentarse, la complicidad silenciosa, voluntaria o no, con un modelo económico que destruye vidas y además es aceptado como el único posible. El cineasta Stephane Brizé (Rennes, 1966) nos cuenta en la demoledora La ley del mercado (no por lo que pasa sino por lo que cuenta) la odisea de un cincuentón que no encuentra trabajo y padece por la hipoteca de su casa y poder pagar los estudios de su hijo retrasado mental. Deambula pidiendo trabajo, le toma el pelo el servicio de empleo, se enfrenta a entrevistas humillantes y finalmente, cuando logra un trabajo, es el de esbirro de la bestia. Vincent Lindon, ganador en Cannes del premio al mejor actor, da vida a ese hombre metido en una situación imposible que da rostro a la humillación que padecen todos los días millones de personas en nuestro país que buscan, y no logran, encontrar trabajo. Y cuando lo logran, deben aceptarlo todo.

Pregunta.- La ley del mercado deja tiritando porque nos convierte a todos en cómplices. ¿Hay manera de escapar?
Respuesta.- Todos formamos parte del sistema y todos tenemos buenas razones para formar parte de él. Tenemos un alquiler que pagar, unos hijos a los que mantener o incluso necesitamos comer. El sistema ejerce una presión brutal que no ofrece alternativa salvo la indigencia, tenemos todas las escusas y todas son buenas. Pero es un sistema en el que el trabajo es un lujo y eso ha dado a los patronos un poder descomunal.

P.- Aceptamos el sistema, ¿por qué tambien su brutalidad?
R.- Te dicen, si quieres beber de la botella, tienes que hacer esto y lo otro. Y lo haces. No estamos en guerra pero vivimos en una realidad de supervivencia. Para los más modestos encontrar un trabajo es cada día más difícil y por tanto su capacidad de protesta es prácticamente nula. Y después hay una cuestión íntima, cómo eso afecta a las personas, a sus relaciones personales, a su confianza en sí mismos. Nadie está a salvo de eso. Los medios de comunicación son un caso muy evidente. Cada vez hay menos grupos que controlan más cabeceras y los periodistas, si quieren trabajar, deben pasar por el aro. La prensa independiente casi no existe.

P.- ¿Nos hemos convertido en ciudadanos sin derechos?
R.- Queda claro desde el momento en el que los Estados han perdido su independencia en favor de los bancos. La deuda los ha convertido en esclavos. Como dicen en las películas de Sergio Leone, están los que tienen la pistola y los que no tienen la pistola.

P.- Todo esto, ¿nos envilece?
R.- Somos capaces de tener distintas caras, de convertirnos en personas distintas. Veamos a esa banquera. Se comporta de una forma despiadada con el protagonista cuando pasa apuros. Es probable que en una cena de amigos sea una mujer encantadora. Después, cuando encuentra un trabajo, le comienzan a ofrecer dinero. Es tan sencillo que todo depende de la posición que ocupes. Yo trabajé en un banco durante un tiempo y me ofrecieron acciones, dije que no. Me contestaron que respetaban mis valores pero que se trataba pura y simplemente de dinero, que no tenía nada que ver. La gran victoria del sistema ha sido convertir a la gente modesta en pequeños accionistas y de esta manera que les parezca bien que se despida a gente para que haya más beneficios porque piensan que así serán beneficiarios de esta situación cuando en realidad, es al revés.

P.- En el filme vemos cómo el sistema ha conseguido que la gente piense que es culpable de su propia desdicha, ¿es ese su triunfo final?
R.- Al final parece que el culpable es el obrero por no tener las capacidades suficientes y no el patrón. El problema es que el drama se ha convertido en algo demasiado grande, demasiado demoledor y ese trampa ya no funciona tan bien como antes. De toda esta gran tragedia podría salir algo positivo si hubiera un cambio en la forma en que está dirigido el mundo. Esto no funciona, Durante mucho tiempo se han puesto parches, se ha tratado de darle la vuelta, pero ahora mismo el sufrimiento es demasiado grande. Cuando hablamos de terrorismo no estamos hablando de otra cosa que la consecuencia de todo este sistema. Las consecuencias, si no se resuelve, pueden ser devastadoras. Estamos en un punto de inflexión.

@juansarda