Image: La cumbre escarlata o el technicolor del Hollywood clásico

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Cine

La cumbre escarlata o el technicolor del Hollywood clásico

Tras ocho años de trabajo el director Guillermo del Toro estrena una película que mezcla la fábula oscura e inquietante con el melodrama y la oscuridad del amor

16 octubre, 2015 02:00

Fotograma de La cumbre escarlata

Creador de elaborados y sofisticados mundos fílmicos, Guillermo del Toro siempre ha sido un cineasta cercano al exceso, la truculencia, lo barroco y lo romántico del gótico. En la española El laberinto del fauno (2006) de forma muy marcada pero de una forma u otra en toda su trayectoria, esa huella de la novela del siglo XIX con sus fantasmas, castillos misteriosos y mucho candelabro siempre ha tenido una presencia clara en el director de hitos del cine reciente como El espinazo del diablo (2001) donde también había espectros o Blade II (2002) en la que abordaba un tema eminentemente romántico como el vampirismo.

Ocho años cuenta el director que ha tardado en levantar La cumbre escarlata, que llega hoy a los cines con buenas críticas, una película en la que este mexicano afincado en Los Angeles aborda de lleno la novela romántica decimonónica con un título que recuerda a aquella La letra escarlata de Nathaniel Hawthorne en una película en la que hay ecos confesos de otros autores del romanticismo británico como Lord Byron, las hermanas Brönte o Mary Shelley. "El romance gótico no es horror. Es una mezcla entre una fábula oscura e inquietante con melodrama y la oscuridad del amor", dice el director.

La película cuenta la historia de una joven y rica heredera escritora de cuentos de fantasmas (Jessica Chastain) que se enamora de un misterioso inglés (Tom Hiddleston) con el que se casa y se va a vivir a una mansión en la campiña inglesa. Allí, se le comienza a aparecer un misterioso espíritu y la casa cobra vida propia. Hay ecos obvios de Rebecca, la novela de Daphne du Maurier y la película de Hitchcock y el propio director cita otros referentes como Al final de la escalera (1980, Peter Medak) o Los inocentes (1961, Jack Clayton).

Con un presupuesto multimillonario, el cineasta ha recreado esa mansión en la que sucede la historia de forma artesanal, utilizando algunos de sus propios muebles y recurriendo en lo mínimo posible a los efectos digitales. "Son imágenes muy bellas y muy elaboradas. La casa es nuestra propia creación. Quería que todo se sintiera hecho a mano, que ha habido artesanos que han hecho los escenarios o el vestuario", ha explicado el director. Todo tipo de lujos y cuidados con los que también quería huir de un tono de serie B: "El gótico en el cine desapareció después de Roger Corman y ha estado asociado a ese mundo de cine precario. Yo quería recuperar el esplendor en technicolor del Hollywood clásico".

"Esta no es una película de fantasmas sino con fantasmas", ha dicho el director. "De alguna manera, los fantasmas dan miedo pero los humanos son los que dan más miedo de la película. El papel de los fantasmas evoluciona a medida que la película evoluciona hacia algo más que una película de sustos. No tomamos el camino más fácil que sería hacer de los fantasmas malvados o demonios sino que de alguna manera los convertimos en personajes".

@juansarda