Image: La brutal y magnética poesía de Magical Girl

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Cine

La brutal y magnética poesía de Magical Girl

25 septiembre, 2014 02:00

Fotograma de Magical Girl de Carlos Vermut presentada este jueves en el Festival de San Sebastián

La película de Carlos Vermut es un filme hijo directo de su época que cuenta, a modo de vidas cruzadas, los desvelos de un padre por conseguir dinero para el vestido de su hija con leucemia. Tigers se postula como la película más importante del Festival mientras que Lasa y Zabala solo la ampara la libertad de expresión

Con Diamond Flash los cinéfilos descubrimos a Carlos Vermut, un autor poderoso, un director debutante pero en plenitud de facultades que desafiando cualquier convencionalismo lograba un filme tan hermoso como inquietante. Magical Girl, presentada este jueves en San Sebastián entre grandes aplausos, significa un paso más allá en un universo fascinante, original y único: Magical Girl es como un soplo de aire fresco, un chorro de vitalidad, inteligencia y creatividad que remueve los cimientos del cine patrio dejando una huella que será indeleble. Carlos Vermut es un autor con una mirada tan personal como necesaria, tan brillante como profunda, un cineasta que realmente tiene algo que contar y cuyo cine nos recuerda que este es un arte vivo, que más allá de los convencionalismos de la taquilla y la masificación sigue habiendo espacio para la imaginación, el riesgo y la voluntad de trascender.

Todos estos elogios tan ditirámbicos como merecidos no significan que Magical Girl sea una película perfecta. A modo de vidas cruzadas, cuenta los desvelos de un padre por conseguir dinero para comprarle un vestido a su hija enferma de leucemia. No conviene mucho desvelar el argumento pero en ese mosaico también aparece una ama de casa adinerada que "solo" ve la tele mucho más turbia que todo eso y un profesor jubilado y ex convicto dispuesto a todo por el amor de su vida. Este improbable trío, unido por lazos que iremos descubriendo, deambula de forma siniestra por un Madrid empobrecido en el que la crisis es omnipresente. Un entorno asfixiante que el cine de Vermut, con sutil precisión, capta creando un filme que como todo gran filme es un hijo directo de su época.

Vermut es un dialoguista sensacional, el más sorprendente y vivaz del cine español actual. Las réplicas y contrarréplicas de la película (esa escena en la que la ama de casa se ríe y les dice a sus amigos que está pensando en qué pasaría si tirara su bebé por la ventana) son asombrosas, vivas y están llenas de significado. Vermut también crea secuencias visualmente muy poderosas, como el encuentro con la meretriz lesbiana en bikini que respiran aire de gran cine. Como he dicho, no todo es perfecto. La trama del chantaje está un poco pillada por los pelos y algunas veces esos ambientes espartanos y secos que le gustan dan una impresión pretenciosa, algo que el filme bordea constantemente. Por otra parte, creo que en la ola de crímenes del final hay uno totalmente innecesario de una crueldad que lo acerca a la pura boutade. De todos modos, tampoco logro imaginarla sin esas imperfecciones. Vayan a verla, sin demorarse mucho, el mismo día del estreno porque ningún amante del cine debería perdérsela.

Fotograma de Tigers

No la mejor, pero quizá la más importante de las películas exhibidas en sección oficial es Tigers, del fantástico director bosnio Danis Tanovic director de la inolvidable En tierra de nadie. Tigers cuenta un caso real, cómo la voracidad de las multinacionales, en particular Nestlé, colaron en el mercado asiático la leche en polvo provocando la muerte de la friolera de un millón y medio de niños al año. Esto sucede porque los habitantes, en su mayoría pobres, mezclan la leche en polvo con agua no potable con catastróficos resultados. A modo de Erin Brockovich, el filme se centra en las desventuras de Ayan, un paquistaní que existe en la vida real (hoy estaba muy emocionado en el pase) que se jugó literalmente la vida para destapar el crimen de la compañía que le había dado prosperidad. Tigers es una muy buena película en la que Tanovic cuenta, a modo casi documental, una tragedia de proporciones bíblicas. Es un filme seco y directo, sin florituras ni músicas sentimentales, porque no hace falta decir más. Bravo por Tanovic y esta importante película que ha honrado hoy una jornada extraordinaria en el festival de San Sebastián.

Hoy también ha sido el día de la desastrosa Lasa y Zabala, una película dirigida por Pablo Malo a la que quizá solo ampara la libertad de expresión. Cuenta, de manera zafia, pedestre y televisiva, el crimen horrendo perpetrado por los GAL contra los dos jóvenes terroristas en los años de plomo de ETA. Nadie que tenga un mínimo de conciencia democrática sentirá un atisbo de simpatía por esa ominosa banda de criminales organizada desde el Estado para acabar con el terrorismo. Pero nadie, desde luego, puede defender a ETA de ninguna de las maneras, cosa que la película no llega a hacer de una forma abierta pero desde luego tampoco deja de hacerlo. Según Lasa y Zabala, en Euskadi había unos chavales guapos y simpáticos, de esos con "todo un futuro por delante" flequilludos en versión de lo que hoy llamaríamos hispter a los que una pandilla de maníacos encarnados por una Guardia Civil formada por tarados y dementes mataron por pura maldad. Por supuesto, de vez en cuando se mencionan los crímenes de ETA pero jamás los vemos. Lo que sí vemos es cómo torturan a Lasa y Zabala. Es un filme profundamente inmoral y muy mal hecho en el que me da mucha pena ver a buenos actores como Unax Ugalde, Ricard Sales, Oriol Vila o Francesc Orella dignificando con su presencia una película cuyo mejor destino sería la basura.