Image: La derrota como destino

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Cine

La derrota como destino

8 marzo, 2013 01:00

Segundo filme de ficción del gran documentalista bielorruso Sergei Loznitsa, 'En la niebla', que compitó en Cannes, se propone como un relato épico sobre los límites de la humanidad. Partisanos, colaboracionistas nazis y un héroe incomprendido protagonizan la historia.

"No podemos creer en el cielo, pero sí en el infierno". Hace tiempo que vivimos presa de nuestro propio descreimiento. No lo decimos nosotros, cuidado. Como siempre, el responsable de la frase del principio es el que ya dijo todo antes que nadie; antes incluso que Borges. Es decir, el responsable de la frase es el propio Borges. Es así. Desde que Ahab sellara su destino heroico en los lomos de su propia obsesión (que no una simple ballena albina), la única suerte del héroe es la derrota, la muerte como único destino. El pesimismo, en consecuencia, no es tanto una actitud como una cuestión de buena educación. Hablamos, sin necesidad de ir más lejos, del signo de nuestros tiempos. Amén.

Probablemente nadie ha entendido esto último tan cabal y correctamente como el director bielorruso Sergei Loznitsa, el más feroz de los alumnos de Beckett. ¿O era Kafka? Ya hace algunos años, su película My Joy aterrizaba en las retinas de la concurrencia como un absurdo y desesperado viaje al fin y fondo de la noche. Entonces, la historia de un camionero conduciendo su propio destino a través de un territorio profundamente oscuro se convertía en la más acerada disección de la brutalidad. Era la noche lo que dolía; la arbitrariedad del propio dolor la que hacía sangre.

Pues bien, ahora no es la oscuridad, sino la niebla, que, de alguna forma, es una forma algo más sofisticada y poética de la misma noche. En plena guerra mundial, en 1942 para ser precisos, un hombre ha de enfrentarse a la incomprensión de los suyos (es acusado de traición) y a la crueldad propia de un país ocupado y en llamas. De esta guisa, En la niebla trenza la vida de tres hombres en su desesperado intento por huir. Tres hombres atrapados en un laberinto de horror y vacío más. Un objetivo sin fin alguno, lógicamente, condenado al fracaso.

Fracaso y existencia

Y con eso, que nadie se engañe ni se enfade, no estamos adelantando el final. El necesario desenlace está ya escrito, para quien quiera verlo, en el primer fotograma. Sólo el fracaso justifica al fin la existencia, la del protagonista y la de cualquiera. ¿Cómo se quedan? Lógicamente, la gramática que exige un relato así no da opciones. La cámara se mantiene cerca del sufrimiento con voluntad casi notarial; sin otro estilo, para entendernos, que la total ausencia de estilo. La idea no es tanto retratar la desesperanza porque eso exigiría una postura, digamos, moral. Esto no es lo contrario a un cuento con moraleja, triste o alegre. Nada más lejos de la escritura frontal y árida del director. Tampoco estamos frente a una metáfora. No hay figura estilística que justifique tanta crueldad.

No se trata de desengañar a nadie ni de arruinar la existencia del vecino con una mala noticia. No, En la niebla se limita simplemente a aceptar lo inevitable. Y a hacerlo con calma, con la conciencia clara del desastre que nos habita. Antes, cuando los héroes vivían, cabía la esperanza y posibilidad de ver algún día el vellocino de oro en manos de Jasón y sus amigos los argonautas. Eso fue antes de que alguien cayera en la cuenta de que la más espectacular de las victorias es prácticamente nada al lado de una bella derrota. De hecho, todas las derrotas son bellas. O al menos eso dicen los poetas. Y así sólo el infierno queda como esperanza. O, mejor, y con Loznitsa, como desesperanza.