Cine

Indicios en el frente ruso

Gerardo Herrero vuelve a la dirección con 'Silencio en la nieve', un thriller bélico protagonizado por Carmelo Gómez y Juan Diego Botto

20 enero, 2012 01:00

Juan Diego Botto y Carmelo Gómez en 'Silencio en la nieve'

La II Guerra Mundial, la División Azul y varios asesinatos. Gerardo Herrero vuelve a la dirección con Silencio en la nieve, un ‘thriller' bélico protagonizado por Carmelo Gómez y Juan Diego Botto.

"El cine español sólo puede basarse en los actores", dice Gerardo Herrero con una sonrisa. Si Hollywood cuenta con efectos especiales que dejan tiritando, el director se la juega con una serie de estrellas patrias con las que ya ha trabajado antes, bien como uno de los productores más importantes de España o como director de una filmografía que alcanza con Silencio en la nieve su título número quince.

Adaptación de una novela de Ignacio del Valle, la película rompe tópicos en el cine español. La División Azul, esos 18.000 hombres españoles que el régimen franquista mandó a Rusia a combatir junto a los nazis, son los protagonistas, o los héroes, de esta historia que aborda la investigación criminal de varios asesinatos con la guerra de fondo. Juan Diego Botto, con aires de galán de la época, es el comisario encargado de encontrar al autor, o autores, de unos crímenes encadenados por unos versos populares: "Mira que Dios te mira...". También Carmelo Gómez, Víctor Clavijo, un Sergi Calleja espectacular o un magnético Andrés Gertrudix dan brillo a una película de reparto coral en la que Herrero sí acaricia un terreno made in Hollywood con una producción más lujosa de lo habitual.

Un doble agravio

La peripecia de la División Azul es insólita, entre otras cosas, porque el propio Franco la tapó en cuanto los alemanes perdieron la guerra, sumando a esos militares un doble agravio. "Para mí lo importante era no ser maniqueo -explica Herrero-. Dentro de las tropas franquistas por supuesto había buenas personas, el personaje de Carmelo Gómez es franquista hasta la médula pero es un tío noble que dice lo que piensa. Dentro de esos soldados había mucha gente que estaba allí por motivos ideológicos muy vagos y religiosos de enemistad con el comunismo. En la mayoría, no había una defensa a ultranza de un fascismo como el alemán, que les resultaba muy lejano. Y hubo quien se apuntó por la aventura, por conocer mundo. Además, los españoles estaban enfrentados entre falangistas y militares, un conflicto que también se vivía en España".

También estaban, claro, quienes fueron a purgar pecados republicanos. Como Luis G. Berlanga, que viajó a Rusia para "sacar a su padre de la cárcel" y a quien se rinde homenaje en los créditos con una serie de fotografías tomadas de la campaña. "Ese abundante material gráfico ha sido mi principal fuente de inspiración", dice Herrero. O como el propio protagonista, Andrade (Botto), un policía apartado del servicio y enviado a las nieves para luchar por un bando que no es el suyo.

¿Cine bélico¿

"Nunca he entendido lo que sucede en las películas americanas de guerra, que siempre están luchando. En la guerra no todo es matarse. Pasan muchas cosas más. Me preocupa que la gente perciba que es una película bélica porque no lo es". Y en esa terrible cotidianidad atormentada por bombardeos esporádicos suceden cosas espantosas como la afición clandestina por la ruleta rusa que cristaliza en la mejor escena que ha rodado Herrero nunca.

"La guerra sumerge a las personas en un estado brutal. Es terrible pensar que te pueden matar en algún momento. Eso pasó, los participantes que sobrevivían ganaban mucho dinero, las apuestas eran muy fuertes...". Silencio en la nieve no renuncia a los placeres del thriller clásico. Hay muertos, detective, falsas pistas y un rosario de sospechosos. "Esta película enlaza con Desvío al paraíso (1994). Desde luego, me he planteado como primer objetivo entretener, llegar al público". La espectacularidad de los paisajes nevados (la película se rodó en Lituania) permite al director crear imágenes insólitas para el cine español, como los caballos congelados que abren la película, y que recuerda a My Winnipeg, de Guy Maddin. Las derivaciones políticas, sin embargo, son insoslayables en un filme que tiene el arrojo de convertir a soldados franquistas que combaten por la causa nazi en "héroes".