Image: JR, la sonrisa de Campanilla

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Cine

JR, la sonrisa de Campanilla

Julia Roberts recibe el Premio Donostia y presenta Comer reza ama

17 septiembre, 2010 02:00

Julia Roberts en Come reza ama

Julia Roberts estará en San Sebastián por partida doble. Recibirá el Premio Donostia y presentará Come reza ama, película de Ryan Murphy (basada en la novela de Elizabeth Gilbert) que protagoniza junto a Javier Bardem. Montero Glez escribe sobre la estrella de Hollywood.

Hay actrices que se comen la cámara con los ojos y otras que lo hacen con la boca. Julia Roberts es de las otras, de las que se relame después de la ingesta. Por decirlo de manera fina, sus labios merecen un gran angular. Hay que hacerse cargo, pues su boca es lo más parecido a una herida palpitante que muestra la limpieza de los dientes, siempre a punto para la sonrisa y el mordisco. Sin duda alguna, este detalle es el que la hace distinguida. Con todo, no es la boca el único atributo a tener en cuenta en su anatomía. Ni mucho menos. Hay otras gracias de su cuerpo que merecen ser enumeradas. Empecemos por abajo, que es por donde empiezan todas las cosas.

Los tobillos de Julia Roberts son de gacela, es decir, de animal simpático y esbelto acostumbrado a corretear en terreno llano. Unos tobillos aparentes para lucir con zapato abierto aunque le sienten bien las botas de caña alta y ceñidas a los muslos como las que luce en Pretty Woman, la peli donde se dio a conocer interpretando a una Cenicienta moderna. Sin embargo, lo que mejor la sienta es estar descalza, como cuando lo hace en una de las escenas de la citada película y se pone a caminar sobre la hierba para aparecer después, en la siguiente escena, calzada de nuevo. El elegido para tales menesteres no es otro que el Richard Gere, un ejecutivo con ojos de ratón de armario y que peina canas. Es curioso que esta sea la película que más errores de continuidad tiene en la historia del cine y que viene a demostrar que dichos errores son lo de menos cuando la protagonista es lo de más o, mejor dicho, lo único que importa. Pero sigamos con su anatomía, pues esta chica vino a romper las proporciones clásicas con las piernas. Hay que hacerse cargo, las suyas son zancas de largo alcance; lo más parecido a dos armas de fuego recién engrasadas, listas para apretar el gatillo sexual de los más precoces. Como no podía ser menos, el acabado de sus extremidades se resuelve en un trasero respingón; de muñequita dispuesta a dejarse romper por una mano traviesa. Da que pensar. De hacer una réplica para las jugueterías, vendría acompañada por un botiquín con su buena carga de inyecciones. Sigamos, ya que la cintura es alta, de las que se ciñen hasta el quiebro en un puño bien prieto. Luego viene la espalda elástica y envuelta en una piel que merece ser rascada hasta encender fuego. En apariencia, su lomo es manejable como ocurre con esas novelas que permiten ser dobladas con comodidad y donde no falta la marca de la casa, el detalle de un tatuaje chino, una letra que no se sabe bien qué es ni lo que significa pero que tampoco importa mucho. Más importancia tiene su nuca, dispuesta al soplido y a la confidencia cuando la temperatura sexual salta de camino hasta su boca, donde otra vez volvemos al principio.

La lista de los que saborearon la carne de sus labios es larga y no conviene detallarla, más por envidia que por pereza del que esto escribe. Lo que sí conviene puntualizar es que, a la suma de sus amantes se añade la de sus premios o, mejor dicho, los premios que ella otorga cada vez que van y dicen que la premian. El último es el Donostia, en San Sebastián, ciudad de cine que tiene la suerte de recibir a esta mujer de sonrisa amplia y piernas interminables, una hembra capaz de hacer levantar la garrota a un viejo con sólo fruncir los labios; la misma mujer que un buen día interpretó a una Cenicienta de las calles con errores de continuidad. Como en un cuento infantil, acabaría siendo calzada por un príncipe con pelo de ratón, de esos que no terminan nunca de salir del armario. En fin.