Image: Nikita Mihalkov

Image: Nikita Mihalkov

Cine

Nikita Mihalkov

“Putin nos ha devuelto la autoestima”

12 junio, 2008 02:00

Nikita Mihalkov

Diez años después de su última película como director, El barbero de Siberia, Nikita Mikhalkov regresa al cine con 12, extraordinaria película que analiza la noción de ley y justicia en el contexto del conflicto ruso-checheno. El cineasta convierte la deliberación por asesinato de un jurado en una poderosa y apabullante metáfora de la Rusia actual. Con motivo de su estreno en nuestro país, El Cultural ha hablado con el director de Ojos negros sobre la situación actual de Rusia, de su apoyo a Putin y de su actitud ante corrientes críticas como la liderada por Kasparov.

Hay un momento en la vida de todas las personas en el que las preocupaciones mundanas pasan dramáticamente a un segundo plano y hace su aparición la idea de lo trascendente, no en el sentido religioso sino de todo aquello que escapa a nuestro propio interés personal y que está conectado con principios universales. Ese momento es el que capta, de forma magistral, Nikita Mikhalkov (Moscú, 1945) en su última película, 12, la primera en diez años de uno de los mejores directores de la historia del cine. Adaptación más que libre de la película de Sidney Lumet 12 hombres sin piedad, con su versión (que dura casi el doble de los 90 minutos originales) Mikhalkov se propone el ambicioso objetivo no sólo de retratar a la sociedad rusa a través de los diferentes tipos humanos de los miembros del jurado, también de reflexionar sobre la idea de justicia y hacer un estudio psicológico sobre el ser humano enfrentado al grupo.

Sobre la mesa, un caso que parece claro: el asesinato de un ex oficial del ejército ruso destacado en Chechenia a manos de su hijastro, un huérfano de esa devastada zona. Las pistas parecen apuntar hacia una culpabilidad sin matices, pero un miembro del jurado se rebela contra la opinión de sus 11 compañeros y comienza la ardua tarea de encontrar la verdad. Mikhalkov, que ganó un Oscar a la mejor película extranjera y una Palma de Oro por Quemado por el sol (1994), director de obras maestras como Ojos negros (1987) o esta misma 12, explicó a El Cultural las claves de una película por la que ganó un León de Oro en el último Festival de Venecia en reconocimiento a toda su carrera.

-¿Cómo surge esta adaptación de la película original de Sidney Lumet 12 hombres sin piedad?
-Cuando estudié arte dramático ya pusimos en escena el texto de Reginald Rose. Desde entonces, siempre lo he tenido muy presente. Más que de adaptar, yo hablaría de una idea a la que Lumet le dio un impulso. él utilizó esa situación de la reunión de un jurado para hablar de otras cosas más interesantes. Lo que yo he hecho ha sido tomar prestada la misma idea. En la película la gente expresa opiniones y habla de cosas de las que normalmente en Rusia no se habla en público, mucho menos con una cámara delante. Y yo creo que es bueno que se verbalicen esas cosas por lo menos una vez, porque cuando las cosas salen a la luz es mucho más fácil resolverlas.

-¿Se refiere a los prejuicios contra los chechenos de muchos miembros del jurado?
-Debemos aprender a hablar de nuestros problemas. Prejuicios hay en todas partes. Lo fácil es silenciarlos, por eso es tan importante exteriorizarlos.

-Pueden apreciarse dos dimensiones en la película. Por una parte, los problemas concretos de la sociedad rusa. Por la otra, cuestiones más universales como la propia idea de la justicia.
-No son dos temas paralelos. Es el mismo asunto. Todas las personas creemos que somos humanos, que nos ocupamos de los demás, etc. Pero en la realidad de la vida, nuestro humanismo es muy pragmático. Somos tan civilizados que le preguntamos a la gente cómo está. Pero si en vez de decirnos que bien, como esperamos, nos comienzan a contar sus problemas nos resulta un verdadero fastidio. La verdad es que nadie tiene ganas de escuchar las historias de los demás.

Intelectuales de McDonald’s
-La película dibuja una Rusia que se debate entre el imperio de la ley y un sistema que podríamos llamar predemocrático.
-No estoy de acuerdo. En Rusia, la ley sin corazón, sin compasión, no sirve. En este sentido, creo que los españoles son parecidos a nosotros. Todos los personajes quieren vivir según la legalidad. Pero la ley no sirve para nada si quien la aplica no tiene corazón. La conmiseración es un elemento fundamental. Creer en la ley sin más es propio de los intelectuales de McDonald’s.

-En 12 se aparta de la versión de Sidney Lumet de una forma muy clara al final, cuando en su adaptación incluye un giro inesperado...
-A los americanos les faltaron muchas de las claves que tengo yo. Con ese giro final he querido espresar que la gente casi siempre acaba pensando en su comodidad personal. Estamos dispuestos a ser buenos siempre que no nos suponga ningún esfuerzo. Los personajes acaban refugiándose en la misma ley que un momento antes habían repudiado. ¿Por qué? Por comodidad.

-En sus películas siempre se superponen de una forma muy clara una dimensión poética con otra de una gran crudeza.
--Me imagino que cuando usted dice "dimensión poética" se refiere al amor. La verdad no sólo es cruel. La realidad sin amor es una mentira.

- Y sus personajes son siempre capaces de lo mejor y lo peor.
-Los seres humanos somos una unidad en las antípodas. Siguiendo a Stanislavski, deberemos buscar algo positivo en el personaje más negativo, y al revés. Para mí, lo importante era decir que el ser humano no es un medio sino un fin en sí mismo.

-La película destaca por el intenso trabajo de los actores. Hay momentos de una emoción brutal. ¿Cómo los consigue?
-... Puedo decirle qué productos compro en el mercado, ¿pero cómo hago la sopa? Eso no se lo voy a contar.

-¿Cree que es necesario exprimir emocionalmente a los actores?
-No. Los actores tienen que sentirse cómodos y tranquilos. Mi compositor favorito es Mozart porque es imposible captar el esfuerzo que hay detrás.

Nikita Mikhalkov nació en el seno de una importante familia. Su bisabuelo fue gobernador imperial y es descendiente de una princesa de Galitzia. Su padre fue un autor de literatura infantil que escribió la letra del himno de Rusia. La madre de Nikita, la poetisa Natalia Konchalovskaya, era hija del artista vanguardista Pyotr Konchalovsky y nieta de otro pintor sobresaliente, Vasily Surikov. El hermano mayor de Nikita es el director Andrei Konchalovsky, conocido por su colaboración con Andrei Tarkovsky y director posteriormente de éxitos de Hollywood como Tango y Cash. Mikhalkov comenzó sus pasos como estudiante de arte dramático y jamás ha abandonado su faceta como actor. De hecho, es uno de los protagonistas indiscutibles de 12 y también es la estrella de Quemado por el sol, su película más conocida. Apartado de la dirección en la última década, tras el fracaso comercial de su superproducción El barbero de Siberia, Mikhalkov ha participado como intérprete en una decena de películas.

Sin duda, el aspecto más polémico y muchas veces más difícil de entender de Mikhalkov es su furibundo antiamericanismo además de su profundo nacionalismo. Amigo personal de Putin, el artista arremete en cuanto tiene ocasión contra lo que denomina "pensamiento McDonald’s" y lamenta con grandes aspavientos la progresiva "americanización" de Europa.

-Sus películas son mucho más sutiles políticamente que la contundencia con la que suele expresarse.
-No veo por qué mis películas tienen que exponer mi punto de vista político. Yo soy un artista, no un diputado del parlamento.

-De todos modos, jamás ha tenido pelos en la lengua. ¿Ve alguna solución a la cuestión chechena, tan presente en 12?
-Cualquier solución debe excluir la posibilidad de que Chechenia se independice de Rusia. Si partimos de esa base, en todo se puede llegar a un acuerdo. Es una cuestión que deben solucionar personas que comprendan la historia de Rusia, sobre todo la historia del Cáucaso.

-En la película se analiza la forma de comportarse de los seres humanos cuando están en grupo. Por una parte, se muestra el poder de la mayoría. Por la otra, se hace un canto a la responsabilidad individual.
-Hay que entender que estamos condenados a vivir con otra gente. Y debemos amar a los demás, hablar con ellos. No es una consigna. Es una cuestión de amor. El chovinismo consiste en decir que yo quiero lo mío a costa de lo de los demás porque yo soy mejor. El patriotismo implica que yo querré lo tuyo si tú quieres lo mío.

En defensa de Putin
-Usted es amigo de Putin. Y, sin embargo, en Occidente tendemos a pensar que los intelectuales y artistas están contra Putin.
-En la época soviética había un dramaturgo llamado Lebanov. Ante uno de sus estrenos, todo el mundo le decía que si sabía dónde se estaba metiendo porque la gente iba a pensar de tal manera si lo representaba. Y Lebanov contestaba que eso no era asunto suyo. Yo no me guío por lo que piensen los demás. De todos modos, ¿a qué intelectuales se refiere?

-A Kasparov o a Anna Politkóvskaya. Usted sabe que Putin no tiene en general buena imagen...
-(Alterado) Recuerdo una conferencia en Múnich de Putin en la que denunció que Estados Unidos estaba invadiendo Europa y desposeyéndola de su identidad. Creo que hay mucha gente que puede estar de acuerdo pero no lo pone de manifiesto. ¿Dónde está la justicia para los intelectuales que piensan de esta manera? No podemos opinar sobre alguien como Putin sólo porque nos caiga bien o mal. Pienso que Putin ha sido muy importante para Rusia porque ha levantado nuestra moral. Nos ha devuelto nuestra autoestima.