Cine

Rodrigo García

“Como creador, tienes que ser tu peor enemigo”

14 septiembre, 2006 02:00

Rodrigo García

No es sólo el hijo de Gabriel García Márquez. Rodrigo García se ha ganado un lugar entre los autores más interesantes del cine ‘indie’ norteamericano. Ya dio muestras de pulso y sensibilidad extraordinarios en Cosas que diría con sólo mirarla, premiada en Cannes hace seis años. Realizador de series de culto como Los Soprano o Seis metros bajo tierra, ahora estrena su segundo y brillante largometraje, Nueve vidas.

Como a Stefan Zweig, seguramente a Rodrigo García (Bogotá, Colombia, 1954) le gustaría pasar veinticuatro horas en la vida de una mujer. De momento se ha sumegido al menos diez minutos en la mente de nueve de ellas. Diez minutos trascendentales en sus vidas, que corresponden no sólo al tiempo cinematográfico, también al real, capturados en plano secuencia. Nueve vidas es el título de su segundo largometraje, nueve historias alrededor de las vidas (y sus circunstancias emocionales) de sendas mujeres incorporadas por actrices de enorme talla (Robin Wright Penn, Glenn Close, Holly Hunter...). Como hiciera en su primer largometraje, Cosas que diría con sólo mirarla -premio ‘Un Certain Regard’ en Cannes 2000-, el eterno femenino es la vía de escape en la sensibilidad del primogénito de Gabriel García Márquez ("a mi padre le ha gustado mucho la película", contesta a la inexcusable pregunta), como si sólo a través del universo femenino pudiera agarrar lo esencial, al menos para él, de la condición humana.

-Desde que empecé a escribir, siempre he tenido la sensación de que los personajes femeninos me salen mejor, más definidos, más particulares, no sé exactamente por qué. El actor Jason Isaacs, que protagoniza junto a Robin Wright Penn el sketch del supermercado, me dijo que probablemente me gustaba escribir con personajes femeninos porque me permite hablar de temas emotivos de manera emotiva. Con personajes masculinos sería probablemente más difícil. Es una buena teoría.

-¿En qué momento se planteó complicarse la vida rodando las historias en plano secuencia?
-Realmente no me lo había planteado con plano secuencia hasta la preproducción, un poco rescribiendo el guión y pensando en actores. Pensé que si vamos a ver sólo diez o quince minutos en la vida de una persona, igual merecía la pena hacerlo todo en plano secuencia, para tener la sensación de ver las historias en tiempo real. Al principio es una idea emocionante y luego se va volviendo cada vez más aterradora. Pero para impedirme echarme para atrás, lo puse en la primera página del guión y se lo dije a todo el mundo, me comprometí a hacerlo así.

-Es una opción arriesgada...
-Deseaba que formalmente la película fuera algo más arriesgada que la anterior. Tenía nervios al hacer de nuevo una película de varias historias alrededor de mujeres, que el parecido fuera tal que hiciera otra vez la misma película. Creo que siempre es bueno plantearse una película como un reto nuevo. Como creador, tienes que ser un poco tu peor enemigo y plantearte qué has estado haciendo hasta ahora que era demasiado cómodo.

-Con los planos secuencia se aseguraba que en el montaje no iba a reescribir la película.
-Eso por un lado, pero por el otro también me aseguraba que no iba a poder mejorarla, ni las interpretaciones ni nada. Siempre me gusta poder mejorar el ritmo y la interpretación de un actor, y tener que renunciar a eso fue difícil. Pero me vino bien, porque me estaba esforzando en el cuarto de montaje por conseguir detalles, pequeños momentos de los actores, algo tan minucioso y rebuscado que me daba un poco de miedo empezar a perderme en eso, así que trabajar de esta forma ha sido un gran aprendizaje.

-¿Y para las actrices? En cierta medida, cargaba la responsabilidad del éxito sobre ellas...
-Sí... Por suerte conseguimos grandes intérpretes. Evidentemente, rodando en planos secuencia, sin grandes actores, la película no iba a funcionar. Nos daba una gran confianza tener a esta gente. Los actores atraen a actores. Si tienes a Glen Close o a Holly Hunter, es muy fácil encontrar a actores y actrices que quieran estar con ellas en plano, y luego se van incorporando más, se produce un efecto bola de nieve.

De nueve a ocho
-Creo que alguna de ellas le dijo que si algo salía mal, siempre podía titular la película "Ocho vidas"...
-Me lo dijeron todas... ja, ja, ja. Pero yo tenía el compromiso de incluir todas las historias, salieran como salieran, aunque sólo tuviera dos días de rodaje por secuencia. En este tipo de rodajes, siempre hay nerviosismo por sacar una secuencia buena. Para nosotros el nerviosismo en general siempre fue más alrededor del trabajo técnico, de los emplazamientos de cámara, del sonido, de si iba a haber algo fuera de foco... más la parte técnica. Y también los aspectos del guión, porque esperas que funcione como está escrito, que los conflictos estén claros, sean duros, tengan un buen movimiento, tengan ritmo, porque hasta que no se interpretan, todas esas cosas no se saben con certeza. Al menos, yo no lo sé.

-¿Permitió que los intérpretes cambiaran líneas de diálogo? ¿Había libertad para improvisar?
-Más o menos. Lo primero que hicimos fue sentarnos alrededor de la mesa a leer el guión, y en ese momento quitábamos, agregábamos, si había una improvisación que funcionaba bien, la añadíamos, pero a la hora de filmar ya estábamos de acuerdo todos en cómo iba a ser.

-¿Por qué tiene preferencia por las historias cortas?
-Creo que hay varias razones. Me gustan mucho los relatos cortos, la sensación que dan, de sumergirte en un mundo rápidamente, de dejarte con un aroma, un ambiente, donde los problemas están expuestos de manera rápida y clara, y luego la historia se acaba y te deja con una sensación muy particular. Por otra parte me atraen mucho los problemas cotidianos que no tienen solución. Muchos de los problemas en 9 vidas no se pueden resolver, son mujeres todas ellas atrapadas en una relación con otra persona, sea padre, ex-novio, marido, hija, etc., y no pueden vivir con esa persona ni con otra. Ese tipo de problemas sin solución es más adecuado enfrentarlo en historias cortas. Además, se me ocurren ideas que sé que las puedo resolver en diez minutos, que lo puedo hacer con mucho más impacto...

-Como ha comentado, estas piezas son equiparables en literatura a los relatos cortos. ¿Es la literatura su influencia más grande?
-Sin duda. Formalmente es mi influencia mayor como cineasta. Desde Borges hasta Carver, y Joyce y Chéjov, que es el padre de todos. De hecho, cuando paso mucho tiempo sin hacer una película, haciendo televisión, y siento un poco que pierdo la proximidad con la poesía de las historias, entonces me someto a una dieta de cuentos de varios días o semanas, para poder agarrar otra vez ese sentido de una cosa fuerte pero que realmente no puedes sostener, es resbaladiza, y eso es lo que hacen los cuentos especialmente bien.

Intensidad controlada
-Da la sensación de que la película se va enfriando para, al final, recuperar la calidez del principio. ¿Cuál ha sido el critero para ordenar las historias?
-Había un orden inicial que cambió poco en postproducción, y que realmente no obedecía a temas sino a ritmos. No creí que fuera posible mantener durante toda la película la intensidad de las tres primeras historias. La película no se podía sostener a ese nivel. Entonces hay tres en el medio un poco más tranquilas, la del hospital y el cementerio, que vuelven a agarrar el vuelo.

-¿En qué medida ha sido importante su experiencia en televisión, en series como Los Soprano?
-Me liberó un poco de esa especie de acercamiento preciosista al trabajo. Sencillamente hay que llegar y filmar hoy cinco o seis páginas, y hacerlas bien y rápido y punto. Eso te da una gran soltura, y creo que gracias a ello me atreví a hacer el trabajo de secuencias en Nueve vidas. Siempre hay una voz al fondo que te dice que esto va a ser una mierda, pero el trabajo en televisión me ha proporcionado confianza.