Image: Thomas Vinterberg

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Cine

Thomas Vinterberg

"Carezco del ego que tiene Lars von Trier"

1 septiembre, 2005 02:00

Thomas Vinterberg

El gran danés que es Thomas Vinterberg (Copenhague, 1969) afirma que su asociación con Lars von Trier -con el que fundó el movimiento Dogma95 y comparte productora (Nimbus/Zentropa Production) con despachos contiguos- es lo más parecido a un matrimonio, "con todo lo bueno y también, lo peor", en sus palabras. Tras su impactante Festen (1998) y la más "convencional" Todo es cuestión de amar (It"s About Love, 2002), ahora estrena Dear Wendy, la historia de amor entre un adolescente pacifista y su pistola (la Wendy del título), escrita por Von Trier aunque alterada en importantes aspectos por el propio Vinterberg. Presentada en Europa en el pasado Festival Internacional de Cine de Berlín -el estreno mundial tuvo lugar en el certamen independiente de Sundance-, EL CULTURAL habló con un director tan provocador como colosalmente seguro de sí mismo.


-La acción de Dear Wendy se sitúa en el Este de Virginia, en una deprimida localidad minera. Sin embargo, en vez de rodar en el Sureste norteamericano, lo hizo en Dinamarca y Alemania. ¿Se trató de una elección estética o presupuestaria?
-¡Absolutamente financiera! (Risas) Esta película, con un presupuesto de 5 millones de dólares es una "puta barata" comparada con cualquier otra. Construímos en los estudios Zentropa toda una localidad minera, Estherslope, dejada de la mano de Dios. Nuestra productora está en Filmbyen, en las afueras de Copenhague, para la que rehabilitamos los enormes edificios de una abandonada base militar. Y utilizamos auténticas minas abandonadas en Alemania, en el Norte de Renania Westfalia.

-¿Por qué no rodó en cualquier localidad minera de Estados Unidos. ¿Tiene miedo a volar como Lars?
-Lo del miedo a volar de Lars es puro cuento. A él lo que le esclaviza es una enorme lista de medicamentos de los que no puede prescindir. (Risas) Pensé que rodar en una localización norteamericana habría traicionado a la historia, hubiera sido una película completamente diferente. Además, una ciudad minera maldita como Estherslope ya no existe allí: sólo tienen autopistas y centros comerciales. Hubiera sido, además, muy complicado y caro. Y habría arruinado nuestra tradicional arrogancia danesa de hacer películas sobre Estados Unidos desde detrás de la valla de nuestras casas... algo que forma parte intrínseca de nuestra forma de hacer cine.

-¿Por qué decidió Von Trier no dirigirla tras escribir el guión?
-Dice que no recuerda la razón, pero eso es típico de él. Lars la pensaba dirigir pero empezó a obsesionarse con marcas de tiza en el suelo y dirigir trilogías. Por eso, entre Dogville y Manderlay me propuso que fuera yo el que la dirigiera, que "le diera vida a la historia", según me dijo. La cuestión fue unir fuerzas conjuntamente. De hecho, era yo el que recurría a él durante el montaje. Sus opiniones eran fundamentales. En algunas cuestiones, estaba de acuerdo. En otras, los desacuerdos no podían ser mayores. Es un gran cineasta, de una muy alta precisión. Y tiene un enorme ego, algo de lo que carezco. Pero, al final ha dicho que la película le gusta pero que si la hubiera dirigido él sería completamente diferente.

-Las afinidades entre ambos son evidentes, pero ¿cuáles son las mayores diferencias?
-Lars ve el mundo desde arriba, a la manera de Dios. Para él, todo es un enorme tablero de ajedrez. Los seres humanos son sólo piezas que mueve a su antojo con una precisión matemática. Tiene una personalidad provocadora, política, filosófica con la que aborda dilemas morales de cierta grandiosidad. Yo tengo otra perspectiva de las cosas y de las personas. Soy un hombre confundido e intimidado por el día a día. Soy muy sentimental y penetro más en los personajes, quiero mirarlos a la altura de los ojos. Creo que mi punto de partida es mucho más emocional.

Dear Wendy, narrada en forma epistolar (al igual que Dogville en homenaje a Barry Lyndon), es la "historia de amor" entre un joven adolescente pacifista, Dick (interpretado por Jamie Bell,el recordado Billy Elliott de Quiero bailar). Huérfano, solitario e idealista, accede en una tienda de segunda mano a una preciosa pistola pequeña con culata nacarada. La bautiza Wendy y funda un club secreto, The Dandies (Los Elegantes), con cinco adolescentes tan proscritos socialmente como él. Desde su refugio en minas abandonadas, proclaman un credo pacifista (las pistolas jamás se usarán contra un ser humano), mientras perfeccionan sus armas -bautizadas Bad Steel, Lee Grant, Lyndon, Woman y Freddie- , afinan su puntería, exaltan la noción de camaradería, leen poesía y se disfrazan con vestuario teatral de corte romántico.

El film evoca referencias de La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971), el western Río Rojo (Howard Hawks, 1948) y la anárquica If de Lindsay Anderson, que Vinterberg se aviene a reconocer como influencias. Aunque universal, es una historia que contempla las armas como objetos fetichistas y analiza la adoración que los norteamericanos sienten por ellas. Con una atmósfera surrealista, calustrofóbica y casi onírica (cortesía del director de fotografía Anthony Dod Mantle, habitual de la "hermandad" Dogma95), mezcla con desafiante arrogancia la música de The Zombies con el Allegretto grazioso de la Sinfonía número 8, de Dvorak.

-¿Es una película política o una historia de amor?
-Para mí, lo segundo. Hay una pistola y una chica... sólo que en esta ocasión la pistola es la chica. Si quiere, la política se la dejamos a Lars. Yo creo que está fascinado con los Estados Unidos. Ambos crecimos con una gorra de béisbol en la cabeza y una Coca-Cola en la mano. Viendo películas y televisión made in USA. Es obvio que queremos discutir todo lo concerniente a ese país. Es una nación que nos fascina y nos provoca ira. Es parte de nuestras vidas, lo queramos o no. Es hora de admitirlo. Y permítame añadir que los más furibundos anti-americanos que conozco son los propios norteamericanos. Mucho más hostiles que Lars, con diferencia. Esta es una película que explora qué crece en el interior de una persona cuando sujeta una pistola en la mano.

-¿Lo ha experimentado usted mismo?
-Sí. Y resulta alarmantemente adictivo. La posibilidad de decidir sobre la vida de alguien resulta fascinante, es casi una experiencia sexual. Poder y sexo, ansiedad y todas las cuestiones escondidas en los recovecos de nuestra líbido. Disparar da un tremendo subidón, es la más grande de las penetraciones.

-Si poseyera una pistola, ¿con qué nombre la bautizaría?
-Christine. Amo ese nombre.

Vinterberg nació el 16 de mayo de 1969 en Copenhague, hijo de un periodista -que este año se hallaba también cubriendo la Berlinale- y se crió durante 12 años, en una comuna. "Me entusiasmó tanto la experiencia que me quedé a vivir allí incluso cuando mis padres se separaron y la abandonaron". Es el alumno más joven graduado en la Escuela de Cine de Dinamarca y su trabajo de fin de carrera -Sidste omgang (La última llamada, 1993)- no sólo le valió innumerables premios sino la nominación al Oscar. Dirigió después el poético corto The Boy Who Walked Backwards (1994), acerca de un adolescente que, tras la muerte de su hermano, descubre que caminando hacia atrás puede volver al pasado. Debutó en la dirección de largometrajes con The Biggest Heroes (1996), que ganó tres premios Robert (los Oscar daneses). En 1995, cofundó el movimiento de pureza cinematográfica Dogma95 y dirigió Festen, premiada en Cannes y que le valió la consagración mundial como una de las más innovadores voces fílmicas del momento.

-Dogma95 celebra su primera década. ¿Está bien de salud?
-Mejor que nunca, aunque yo proclamé su defunción para ira de muchos. Para mí, tras el gran éxito en Cannes en 1998, murió. De repente, se convirtió en un sitio seguro, en algo comercial... para mí dejó de tener carácter de rebelión en aras de la pureza. ¡Y se convirtió en una marca de moda! Había arquitectura y muebles Dogma, bolsa de vegetales Dogma...

-¿Le augura futuro, pues?
-Sí. Con motivo de este diez cumpleaños, la hemos introducido en Internet para que cualquiera, con plena honestidad de conciencia, haga los "votos de castidad" y se comprometa a seguirlos. Así que lo hemos democratizado. Creo que Lars prepara una película Dogma y yo haré otra, aunque no inmediatamente. Ahora escribo de nuevo con Mogens Rukov, mi coguionista de Festen. Vuelvo un poco a mis comienzos, a lo que hacía antes que la granada de mano que fue Festen estallara en mi mano.

-¿Qué significó Dogma 95 para usted?
-Una liberación total. Me impulsó a romper las estrictas barreras de la narración cinematográfica. Me hizo sentir vivo haciendo cine. Puede sonar solemne, pero me obligó a estar muy alerta, a no corromperme y a no parar de investigar cualquier aspecto que descubriera podría utilizar. Hacer una película Dogma es lo más fácil del mundo. Como director, toda esa horrenda parafernalia que hay que acarrear... desaparece. Cuentas tu historia y trabajas con los actores. Punto. ¿No se permite banda sonora? Pues entonces, los actores cantan. No puede haber comida. Pues ponemos Festen en un ambiente burgués de celebración gastronómica y se guisa en la película. Todo esto te aviva la inventiva, te permite ser valiente y loco, a la vez. Todo es más impulsivo, honesto, improvisado y puro.

-Con motivo de este décimo cumpleaños, ¿han pensado en alterar o poner al día algunos de los mandamientos o "votos de castidad"?
-Hey, blasfemia! (Risas) ¡No se puede cambiar La Biblia!