Image: En las redes de la araña

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Cine

En las redes de la araña

Sam Raimi pasa la reválida con Spider-Man 2

15 julio, 2004 02:00

Imagen del rodaje de Spider-Man 2

La primera parte dejó un buen sabor de boca. Sam Raimi había creado un superhéroe realista y humano. Pero Spider-Man 2, además de batir récords de recaudación en Estados Unidos, ha soprendido a toda la crítica, convencida de haber asistido a la mejor adaptación de un cómic jamás realizada. Definitivamente, Raimi ha colocado al hombre araña en el olimpo de los héroes cinematográficos.

El tutelaje de Sam Raimi en la escuela de las bajas producciones (las entregas de Posesión infernal) le ha enseñado la importancia de la narrativa y los subtextos, de la lógica interna y la coherencia temática en cualquier sucesión de historias. Por eso es una suerte para todos -freaks y profanos- que la traslación cinematográfica del héroe de la Marvel por excelencia, el Spiderman/Peter Parker, haya caído en sus manos. La primera parte resultó mucho más que correcta para lo que acostumbran a dar de sí los filmes de superhéroes, que tienden a concentrar toda su artillería cinematográfica en el espectáculo circense. Desde el primer Superman no habíamos visto en pantalla un héroe del cómic tan verosímil, con tanto volumen y, sobre todo, con una dimensión humana que nos obligaba a mirarle más con compasión y simpatía que con admiración y envidia. Spiderman podía reducir a cuatro malhechores en diez segundos y luego salvar la ciudad de Nueva York -en tiempos en los que la metrópoli realmente lo necesitaba-, pero a su púber alter-ego le apetecía más flirtear con su vecina Mary Jane y hacer las mismas gansadas que cualquier otro adolescente. El disfraz le venía algo grande. El don otorgado al despistado y tímido Peter Parker (al recibir la mordedura de una araña genéticamente manipulada) era y seguirá siendo su bendición pero también su maldición. En este sentido, la última secuencia del filme, agridulce como la despedida de los amantes, daba la medida de las inquietudes y ambiciones depositadas por Sam Raimi en el hombre araña, no en vano gran héroe de su adolescencia (el primer cómic data de 1962). "Desde que leí el primer número de Spiderman no sólo desarrollé el perfil de entusiasta fan sino que me encontré altamente identificado con Peter Parker", le dijo Sam Raimi a El Cultural cuando estrenó la primera parte.

Como El Che, como Dylan
Una de las causas de que el proyecto se retrasara durante años -durmió el sueño de los justos durante toda una década, con guión de James Cameron-, era el justificado miedo que atenazaba a los productores de Sony/Columbia a que los jóvenes ya no pudieran sentirse identificados con los mismos héroes que adoraba la inocente juventud de los años sesenta -según una encuesta de "Esquire" realizada en institutos norteamericanos en 1965, Spiderman ocupaba el tercer puesto detrás de Che Guevara y Bob Dylan-; pero el demoledor paso por las pantallas hace dos años de la primera entrega no dejó ninguna duda al respecto. Apenas reventaron las taquillas (sólo en Estados Unidos recaudó más de 800 millones de euros), Columbia ya anunció que habría secuela. La que a partir del miércoles desembarcará en nuestras pantallas y que ha puesto de acuerdo a toda la crítica estadounidense, convencida de haber asistido a la mejor adaptación de un cómic jamás realizada.

Más intensa, divertida y profunda que la primera, esta segunda parte parece conseguir para Spiderman lo que X-2 consiguió para la serie X-Men (las dos joyas de la corona de la Marvel) o El prisionero de Azkabán a la saga Harry Potter: elevar un material lúdico al territorio adulto de la introspección psicológica. Spider-Man 2 lleva más lejos las virtudes apuntadas en la primera parte y da rienda suelta a todo aquello que sedujo a los fans. Parece como si Sam Raimi, procedente del fanta-terror y del cine tendenciosamente oscuro, se hubiera contenido en la primera entrega a la espera de reacciones. Además de mucho dinero, estaba en juego el amor al mito que sienten los espectadores, y cualquier cautela era poca. Pero una vez convencido de que su camino era el correcto y con la rueda del éxito avalándole, ha dado rienda suelta a sus excentricidades y al convencimiento de que Spiderman, antes que un héroe, es un individuo contemporáneo enfrentado a sí mismo.

Dos años después
Porque de eso precisamente habla Spider-Man 2, para la que, afortunadamente, ha contado con el mismo y acertadísimo reparto estelar. Tobey Maguire (que a punto estuvo de no participara en la secuela) bordando su Peter Parker, Kirsten Dunst como la pelirroja Mary Jane, Rosemary Harris como May Parker y James Franco como Harry Osborn. La historia recupera a los personajes dos años después de haberlos abandonado. Peter Parker ha puesto su responsabilidad social por encima de sus intereses personales. Sigue trabajando en el "Daily Bugle" como fotógrafo pero ya no vive con la tía May, sino en un apartamento de soltero de Manhattan, donde trata de olvidar a Mary Jane, quien se ha convertido en una gran actriz. Pero el olvido no será fácil, pues su rostro empapela toda la ciudad de Nueva York en vallas publicitarias y además se ha prometido en matrimonio con un astronauta. Para agudizar su consuelo, el mejor amigo de Peter, Harry Osborn, consumido por la sed de venganza, está al frente de la compañía de su difunto padre, de donde saldrá el próximo enemigo de Spiderman: Doc Ock (Octopus o doctor Pulpo en cómics españoles).

El estado de las cosas sufrirá bastantes modificaciones, y mientras Spiderman está muy ocupado tratando de salvar a Nueva York de sí misma (el hombre araña desarrolla nuevos superpoderes), su otra mitad pierde el trabajo, fracasa en los estudios, miente a su tía y a su mejor amigo y debe engañarse respecto a sus verdaderos sentimientos por Mary Jane. El conflicto, interno y externo, está servido. El propio Sam Raimi no lo podía expresar mejor: "Esta entrega trata sobre elecciones, pero no en el sentido de "película de mensaje". Nos muestra cómo todos podemos tomar decisiones y, como cualquier historia emocionalmente satisfactoria, nos muestra la manera, nos muestra lo que es posible".

Si la primera película, en definitiva, trataba sobre la dificultad de convertirse en Spiderman -maravillosa metáfora de la pubertad-, esta segunda entrega habla de lo difícil que es vivir con esa decisión, y tanto Sam Raimi como el guionista Alvin Sargent (no por casualidad el mismo de Gente corriente) dedican el tiempo necesario a Peter para transmitirnos su lucha interior contra el destino, la persecución de un equilibrio entre su deber hacia los otros y la búsqueda de su propia felicidad.

Atando hilos, Parker ve posible un remedio a su disfunción como superhéroe cuando conoce al doctor Otto Octavius (Alfred Molina), que a raíz de un fatal experimento científico se convertirá en el grandioso villano Doc Ock. "Esta película es la historia de la vida de Peter, sin equilibrio, y del Dr. Octavius quien, para Peter, representa alguien que ha conseguido ese equilibrio", explica Raimi. Efectivamente, Octavius aparece en escena como un personaje que desborda humor y simpatía, candidato al Nobel y orgulloso de sí mismo, que ha conseguido equilibrar sus dones para la ciencia con su vida personal, una relación sentimental con su esposa Rosie (Donna Murphy). Peter ve en el científico el espejo donde le gustaría verse reflejado.

Enemigo paternal
Y es que las películas de Spiderman también pueden leerse como una representación encubierta de la necesidad de una figura paterna a la que admirar, condicionada por la ausencia del padre que Peter Parker/Spiderman nunca tuvo. Lo fascinante y morboso de esta mitológía ya presente en los cómics de Stan Lee es que el personaje que en un principio adquiere el rol de mentor, acaba siendo el enemigo más despiadado, obsesionado con aniquilar a Spiderman (Norman Osborn/Green Goblin en la primera, Otto Octavius/Dock Ock en la segunda). En esta ocasión, los fans no podrán echar en cara a Sam Raimi que el filme padece la presencia de un villano sin atractivo, sin duda uno de los handicaps de la primera parte (la máscara de Halloween con que se cubría Willem Dafoe el rostro para convertirse en Green Goblin levantó una oleada de protestas). El doctor Pulpo, con sus cuatro tentáculos naciéndole en la espalda y equipados con inteligenci artificial, personificado con derroche de talento por Alfred Molina, tiene las papeletas para convertirse en el mejor villano (por su simpatía malévola) de un superhéroe desde que Lex Luthor (Gene Hackman) regalara un trozo de criptonita a Superman.

Entretenimiento con doble fondo, por tanto, Spider-Man 2 no sólo despliega sofisticación en el apartado emocional, también en su desarrollo tecnológico. Los efectos especiales, visiblemente mejorados (los vuelos del hombre araña ganan en verosimilitud y espectacularidad), se han concentrado en la creación de un Nueva York manipulado digitalmente, un universo fantástico y real creado por Neil Spisak. "No es un Nueva York absolutamente real, sino un tipo de ciudad de fantasía. Neil fue capaz de encontrar lo fantástico en el Nueva York que conocemos. Lo concentró y lo condensó para que pudieramos creernos absolutamente el mundo donde habita Spiderman". Un mundo no tan distinto del que conocemos, también poblado de héroes y villanos a su pesar. Un mundo al que, en este caso, podemos entrar sin dejar nuestro cerebro aparcado en la entrada del cine.