Image: Diez claves para dominar a El Señor de los Anillos

Image: Diez claves para dominar a El Señor de los Anillos

Cine

Diez claves para dominar a El Señor de los Anillos

11 diciembre, 2003 01:00

120 técnicos divididos en siete departamentos, un equipo de producción de más de 2.400 personas, 2.000 armas construidas, 48.000 armaduras, 276 días de rodaje. Pero la importancia de la trilogía de El Señor de los Anillos, que ahora se cierra con el estreno mundial de El retorno del Rey el 17 de diciembre, no es sólo numérica. Entre otras cosas, ha obligado a Hollywood a replantearse los mecanismos de producción de sus grandes proyectos y ha consolidado la carrera de un cineasta neozelandés, Peter Jackson, que nadie acababa de tomarse en serio. He aquí diez razones para amar esta trilogía de joyas, los diez motivos por los que pasará a los anales de la historia del cine.

1. El más difícil todavía
Si comparamos la trilogía de El señor de los anillos con la trilogía de La guerra de las galaxias o de Indiana Jones, George Lucas y Steven Spielberg salen perdiendo. Al contrario que la saga galáctica de uno y la saga serial del otro, Jackson ha concebido la suma de los tres capítulos como si fuera una sola película, lo que asegura el crescendo emocional del conjunto. La (lógica) decadencia de las aventuras de Luke Skywalker y Han Solo, Indiana Jones y, por citar un ejemplo reciente, del Neo de Matrix, procede del desgaste de rodar por separado teniendo demasiado en cuenta los beneficios que se van a obtener durante su explotación. En ese sentido, la espectacularidad de El retorno del rey está asegurada: aunque el secretismo que rodea la película es proverbial (en los primeros pases de prensa los periodistas sólo pudieron ver cinco secuencias, algo más de veinte minutos de metraje), parece que la batalla del Abismo que cerraba majestuosamente Las Dos Torres es un juego de niños al lado de la batalla de Pelennor, que enfrenta a las tropas del rey Théoden con los oscuros ejércitos de Sauron.

2. El mito incombustible
La obra de Tolkien ha sido interpretada desde variopintas perspectivas, que incluyen lecturas religiosas, filosóficas y políticas. Si por algo destaca en la historia de la literatura universal es por su insólita capacidad a la hora de construir una mitología autosuficiente. Una mitología del pasado que no podemos reconocer pero que nos atrae en su pintoresca y compleja genealogía. La atracción por la mitología fantástica es sinónimo de tiempos de crisis: no casualmente, la obra de Tolkien fue ferozmente reivindicada a finales de los sesenta, cuando la contracultura se levantó contra el poder y defendió la utopía y el amor libre. Jackson ha ejercido de adaptador visionario: cuando el público no quiere mirar al futuro porque le teme, gira la cabeza hacia lo que ha dejado atrás, hacia un pretérito reinventado que le hace sentir seguro. De ahí que el éxito de la trilogía de El señor de los anillos sea atribuible, además de a la tumultuosa legión de fans del original literario, a un contexto sociocultural tambaleante y desestructurado que Peter Jackson ha sabido detectar.

3. La alegoría oportuna
El título de Las Dos Torres nos iba como anillo al dedo: el enfrentamiento entre el Bien y el Mal, la tentación de la Oscuridad, la guerra entre los ejércitos de la luz y de Sauron, esa araña gigante que persigue al hobbit Frodo por los recovecos de un angosto laberinto en El retorno del Rey. No es difícil confundir la trama mítica de El Señor de los Anillos con la alambicada trama de la actual política internacional, iniciada el temible y fastuoso once de septiembre del 2001. No es demasiado común que una superproducción tripartita como ésta sea un espejo fantástico donde se refleje la confusa realidad ideológica del universo mundo. Jackson ha logrado que un género tan denostado y poco cultivado como la "fantasía heroica", también conocido como "espada y brujería", se convierta en un género sociológico.

4. Un género cambia de piel
Películas como Conan, el bárbaro, Cristal oscuro, Dentro del laberinto, Willow, o en un registro más "eurotrash", Hundra o Ator el poderoso, intentaron construir la iconografía de un género a base de una estética tan épica como falta de sustancia. Su fuerza estaba en las raíces del cómic, algo de lo que Jackson ha querido alejarse. En una entrevista confesaba que, mientras escribía el guión de la película junto a su mujer y co-productora Fran Walsh, deseaba acercarse al género de la fantasía heroica como si fuera un género histórico, combinando epopeya con intimidad. En ese sentido, la trilogía de El señor de los anillos parece dirigida por un David Lean con arrebatos gilliamescos. En definitiva, es una nueva mirada sobre un género que había caído en desgracia.

5. ¿Un proyecto megalómano?
Cuando las fuerzas de la Miramax y la New Line se unieron para producir la historia más grande (y perdón por la Biblia) jamás contada, estaban creando un precedente insólito en el contexto de la producción cinematográfica. Nadie antes se había atrevido a financiar y rodar tres películas a la vez sin comprobar si la primera funcionaría en taquilla. La inversión era una locura: 300 millones de dólares a fondo perdido, acosados por el yugo de la incógnita. La comunidad del anillo recaudó 860 millones de dólares en todo el mundo y Las Dos Torres 920 millones. La operación, que al principio parecía un alarde megalómano, ha inaugurado una nueva manera de entender la gestación y desarrollo de superproducciones: rodar tres películas a la vez abarata costes y fideliza la asistencia del público, que espera que llegue el "filme acontecimiento" en una fecha concreta del año, verano o Navidades. La primera película es el cebo, las demás partes son pura balanza de pagos. Lo más curioso de la trilogía de El Señor de los Anillos es que Jackson ha conseguido, además, mantener el listón de calidad, rodando nuevas escenas que completaran y mejoraran el material original en los casos que creía necesarios.

6. ¿Descentralizados?
Sí, gracias. Jackson insistió en rodar la película en Nueva Zelanda, donde los costes serían mucho más bajos que en Estados Unidos. Insistió también en que su compañía de efectos especiales, WETA, se encargara del diseño de los efectos, logrando algo insólito: consolidar una réplica de la Industrial Light & Magic en las antípodas, un país tan grande (o tan pequeño) como el estado de California. Un país cuya capital, Wellington, se manifiesta en las calles aplaudiendo a Jackson como si fuera un héroe nacional. Se rumorea que la batalla de Pelennor contiene tantos participantes digitales, casi 200.000, que tuvo que construirse una sala adjunta al edificio de la WETA para colocar los ordenadores necesarios que los rendearan.

7. De lo general a lo particular
Si la literatura tiene una ventaja respecto al cine no es sólo su capacidad para evocar universos fantásticos sin más apoyo que el de un papel impreso, la imaginación del escritor y la del lector, sino también las facilidades que da a los que leen para volver hacia atrás, releer y repasar, y no perderse en un mundo de alambicados árboles genealógicos y aventuras entrecruzadas. Consciente de las barreras que pone la barroca literatura de Tolkien para que el cine la traduzca en toda su selvática complejidad, Peter Jackson ha conseguido reducir los submundos de la trilogía a universos identificables más allá de sus nombres. Jackson sabe que uno de los riesgos que corría es que, de año en año, el público no fanático olvidara el nombre de los personajes y la relación que los unía entre ellos. El cine puede ser el arte de lo genérico: la habilidad de Jackson está en haber trabajado milimétricamente la imagen de cada personaje de modo que el espectador adquiriera un compromiso con ella, no con su nombre ni con su jerarquía en la Tierra Media.

8. Felices internautas
No es fácil contentar a la comunidad internauta, compuesta en su mayor parte de obsesivos expertos que divulgan rumores pesimistas y elevan las expectativas de los navegantes hasta ponerlos a la contra de casi todo. Jackson sabía lo importante que era tener en cuenta su opinión a la hora de vender la película, ofreciéndose desde muy pronto a responder sus preguntas desde la polémica página de Harry Knowles, "Ain"t Cool News". Miles de páginas dedicadas a la trilogía y una respuesta mayoritariamente entusiasta ayudaron a consolidar el prestigio de la saga sin invertir un dólar. Conclusión: El Señor de los Anillos corrobora a Internet como infalible (y gratuito) instrumento de marketing.

8. Digitales pero menos
Hubo unanimidad: la Academia debería haber nominado al Gollum en la categoría de mejor actor secundario por Las Dos Torres. Hobbit corrompido por la Oscuridad, monstruo esquizofrénico de movimientos sinuosos, el Gollum es el primer personaje creado digitalmente para una película de imagen real que tiene auténtica entidad dramática. En El retorno del rey, el actor británico Andy Serkis sigue siendo la base humana sobre la que el ordenador capta gestos y movimientos para luego reproducirlos en formato digital.

10. El triunfo del freak
¿Quién hubiera dado un euro por un neozelandés que rodó una comedia "gore" de alienígenas comedores de cerebros y titulada Mal gusto? El primero que se dio cuenta del talento de Peter Jackson (Wellington, 1961) fue David Lynch, que le premió con el León de Plata en el Festival de Venecia por la estupenda Criaturas celestiales, su primera película alejada del género de sangre y vísceras. Es capaz de lo más pequeño (el extraordinario falso documental La verdadera historia del cine) y lo más grande (la trilogía que nos ocupa). Dicen de él que su entusiasmo, su energía, su tendencia al control y su pasión por el cine han hecho posible que, tras ocho años de trabajo, El señor de los anillos sea un sueño hecho realidad. Es, en todo caso, el triunfo del talento por encima de los prejuicios de la crítica. A la vuelta de la esquina le esperan los veinte millones de dólares que le han ofrecido por dirigir el remake de King Kong, uno de sus proyectos más largamente acariciados.


El final del viaje
Más de quince países asistirán el próximo miércoles 17 de diciembre al estreno mundial de El retorno del Rey, última parte de la trilogía. Entre los muy contados espectadores que ya han podido verla está el compositor del score original, Howard Shore, quien ha declarado a medios canadienses que, "sin ninguna duda, es la mejor de todas con diferencia". Peter Jackson ha logrado cumplir expectativas y satisfacer a los más exigentes, y poco puede hacer pensar que esta tercera entrega, con una duración de 3 horas y doce minutos, vaya a decepcionar, si bien algunas voces ya han generado controversia quejándose de que no se haya rodado el final original del libro. ¿Dónde arrranca esta última parte? Recordemos dónde quedó la historia: las temibles fuerzas de Sauron (unos 200.000 orcos, varigs, urak-hais, etc) han atacado la capital de Gondor, Minas Tirith, y el que fuera gran reino de la Humanidad necesita ahora un rey desesperadamente. Al montaraz Aragorn (Viggo Mortensen), muy a su pesar, no le quedará más remedio que enfrentarse a su destino en esta tercera parte. Manteniendo la estructura fragmentada del libro, El retorno del Rey salta de un escenario a otro y de la espectacularidad a la intimidad, buscando el perfecto equilibrio entre la épica y la psicología de los personajes. Por un lado, Gandalf el Blanco (Ian McKellan) trata de animar a las exhaustas fuerzas de Gondor a resistir, Théoden (Bernard Hill) convoca a los guerreros de Rohan, y Frodo, acompañado de Sam y Gollum, cruza las tierras enemigas para completar su misión: destruir el anillo mágico. Nuevos horizontes se abren para los habitantes de la mítica Tierra Media.