Image: Luna nueva

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Cine

Luna nueva

Ríase, pero deprisa, por Juan Carlos Laviana

9 octubre, 2003 02:00

Rosalind Russell en una escena de Luna nueva

El fenómeno comienza a finales de los años 30. En las historias de cine, las mujeres son profesionales como la copa de un pino, superan a los hombres en su trabajo, se enfrentan al género masculino de tú a tú, fuman como carreteras, eso sí, sin perder un gramo de su feminidad. En las películas, los diálogos se superponen, es decir, los actores se pisan unos a otros en los diálogos, el ritmo es vertiginoso, apenas si da tiempo a reírse para escuchar el siguiente disparate.

Estamos en un país que vive dos guerras en muy breve lapso de tiempo y la mayor crisis económica que se recuerda. Estamos en un país que necesita reírse. En ese momento, entre los años 30 y 40, nacen en Estados Unidos las que se denominaron screwball comedies. Es término de difícil traducción, pero que las expresiones comedia enloquecida o comedia chiflada, en palabras de Miguel Marías, servirían para hacernos una idea bastante aproximada.

A ese momento, el más álgido de este tipo de comedias, corresponde Luna nueva (1940), de Howard Hawks. A él debemos también otras obras maestras del género como La fiera de mi niña (1938) y La comedia de la vida (1934), dentro de una amplia filmografía plagada de sensacionales películas de todos los géneros.

Cary Grant es, probablemente, el rostro que mejor identifica estas comedias. él es el alma de Luna nueva, encarnando al despiadado y falto de escrúpulos director del Morning Post, Walter Burns. Es un hombre entregado a su profesión, capaz de utilizar a su propia ex mujer en beneficio del periódico, pasar su luna de miel cubriendo un accidente en unas minas, utilizar el chantaje como práctica habitual, hacer su diario más demócrata o republicano según su propia conveniencia o tener como hombre de confianza a un matón.

La actriz Rosalind Russell (la ex mujer del director y su mejor periodista, Hildy Jonhson) se incorporó a la película a sólo dos semanas de comenzar el rodaje. Su papel, comprometido sin duda en aquellos años, fue rechazado previamente por Ginger Rogers, Jean Arthur e Irene Dunne. Fue el trabajo de su vida. Con fama de ser una de las actrices peor vestidas de Hollywood, sus sombreros en Luna nueva -especialmente el de la primera escena de la película- y sus vestidos ya han pasado a la historia del cine por haber dejado cicatrices en las retinas.

Luna nueva es la segunda de las cuatro versiones de la exitosa obra teatral "Primera plana", de Ben Hecht y Charles MacArthur. La primera de 1931, traducida en España como "Un gran reportaje", fue producida por Howard Hughes y dirigida por Lewis Milestone; la tercera, de 1974, Primera plana, es una auténtica pieza maestra de Billy Wilder; y la última y prescindible, Interferencias, fue realizada por Ted Kotcheff en 1988 con la única novedad de que la acción se traslada al mundo de la televisión.

Los grandes artífices de esta historia son los legendarios y prolíficos Ben Hecht y Charles MacCarthur, quienes tras ejercer en los años 20 el periodismo más canalla en las más cochambrosas redacciones de Chicago, fueron "fichados" para el cine en el momento en el que el sonoro requería de escritores capaces de crear historias largas y construir diálogos.

Fue nada menos que Herman Mankiewicz, ex periodista, hermano de Joseph y autor de guiones como el de Ciudadano Kane, quien convenció al prolífico Hecht de trabajar para el cine a través de un telegrama que ya es historia o, por lo menos, mitología: "Los millones te están esperando y tu única competencia son unos idiotas". Así, Hetch se convirtió en un escritor imprescindible en la historia del cine, autor de decenas de guiones, casi tantos sin firmar -incluido el de Lo que el viento se llevó- como firmados.

La gran novedad de Luna nueva con respecto a las diversas versiones de Primera plana es el hecho de que el personaje de Hildy Johnson, un hombre, sea en este caso una mujer. Es decir, que a diferencia del original, de la película de Lewison o la de Wilder, el gran periodista que admira y odia a la vez a su director, es femenino. Y, además, es su ex mujer.
Hawks fue el visionario. Quien se dio cuenta de que la relación de los dos hombres unidos por sus destinos periodísticos funcionaba mejor en una relación de pareja, en la que además de los intereses profesionales se mezclaban los intereses sentimentales. Le permitió introducir a un nuevo novio como contrincante de Walter Burns. Nada menos que a Ralph Bellamy, convertido en una buena persona un tanto pusilánime que viaja acompañado de su madre y que puede ofrecer a Hildy, en este caso Hildegard, lo que Burns jamás le podrá ofrecer: ser la madre de los hijos de un aburrido vendedor de seguros, en un aburrido pueblo de Albany y llevar una trepidante vida de ama de casa.

Hetch y MacCarthur supieron como nadie reflejar la vida de la canalla periodística del Chicago de los años 30. De hecho a ellos se debe esta sátira, la más sangrante hecha nunca sobre esta mitificada profesión. Probablemente por esa razón, Hawks decidió colocar un texto como prólogo de la película, probablemente para que ningún reportero de aquel momento o del futuro se sintiera ofendido. O, tal vez, no es más que un adelanto del doble sentido que inunda toda la cinta y lo que pretende es regodearse con saña de esos pobres diablos. Que cada cual saque sus conclusiones:

"Todo esto ocurrió en la época oscura del periodismo, cuando un reportero a la caza de una noticia era capaz hasta de justificar un asesinato. Naturalmente lo que se ve en esta película no tiene ninguna relación con los periodistas de hoy. érase una vez…"






La risa amarga, por Benjamín Prado
Ficha y datos de la película
Entrevista a Howard Hawks, por Joseph McBride
Ríase, pero deprisa, por Carlos Laviana
Diez minutos mordaces, por Agustín Díaz Yanes
Cronología de Howard Hawks