Image: Brian De Palma

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Cine

Brian De Palma

“Con Femme Fatale sigo luchando por el cine independiente”

24 julio, 2003 02:00

Brian De Palma. Foto: AP

Tras su desafortunada experiencia con la ciencia ficción, Brian de Palma ha dado forma en su última película a una de sus grandes obsesiones y mito recurrente de la cinematografía. Con Femme Fatale, que tras una larga espera llega próximamente a salas españolas, el cineasta italoamericano ha construido un thriller sexual que, en parte por sus excesos y en parte por su libertad creativa (no en vano es una producción europea), ha confundido a la crítica y dividido al público. Creador de piezas de terror en los setenta -Carrie, Obsesión- y superviviente de la desaforada década de los ochenta -Blow Out, El precio del poder-, Brian de Palma defiende en esta entrevista con El Cultural su condición de "cineasta independiente que no le teme a la experimentación".

La edad no pasa por Brian de Palma (Newark, Nueva Jersey, 1940), quien a sus 62 años y con su última película, Femme Fatale, ha vuelto a firmar un tratado sobre la importancia de la imagen, sobre la necesidad de observar y ser observado, de mirar sin saber muy bien lo que se está mirando. Los primeros cuarenta minutos de este truculento thriller sexual, prácticamente mudos, no dejan lugar a dudas sobre las elegantes y genuinas intenciones de De Palma, quien ha contado con la espectacular modelo holandesa Rebecca Romijn-Stamos -dejando en el camino almas y cuerpos como los de Uma Thurman, Sharon Stone o Jennifer Lopez- y con el no menos espectacular Antonio Banderas. Entrevistado por El Cultural en el Festival Internacional de Cannes, adonde viajó, fuera de concurso, con el filme que por fin, a principios de agosto, llegará a nuestras salas (después de levantar las iras de la crítica y dividir al público), el autor de imprescindibles como El fanstama del paraíso, Blow Out o Scarface se mostró tan honesto y al tiempo engañoso como su última película.

-¿Por qué le sigue obsesionando a tan provecta edad la guerra de los sexos?
-Porque no está solucionada... ni nunca lo estará (Pausa). ¿Conoce usted la respuesta?

-No. Pero veamos. Le dio usted una vuelta a la ciencia ficción con Misión a Marte y regresa a su leitmotif, la guerra de los sexos, esta vez más lejos y misterioso que nunca.
-Me hago viejo. (Carcajada) Llevo treinta años indagando en el asunto. Tengo el récord de cuatro matrimonios que me sirven de investigación (Risas). Aparte de la difunta crítica Pauline Kael, quien dejó escrito que yo era el absoluto misógino, cínico y misántropo del cine contemporáneo. Pero, hablando en serio, hay historias dando vueltas en mi cabeza desde hace años, y una de ellas siempre fue el deseo de hacer una película sobre una mujer fatal, porque me gusta este tipo de personaje. Es divertido, manipulador, sensual, peligroso. Y además, el noir es un gran género.

Un sueño recurrente
-En todas sus películas, incluso en las más alejadas del género, hay algo de cine negro. Femme fatale no es una excepción.
-Sí, pero lo he enfocado desde otra persepectiva. Creo que el noir tradicional ya no funciona en la narrativa contemporánea, porque ya no vivimos en ese mundo. Lo más interesante del noir es la luz estilizada y el fatalismo de los años cuarenta, pero eso no se puede hacer ahora y pretender que esté dotado de realismo. Así que la idea principal era llevar ese mundo a una secuencia onírica. Eso es lo que representa el auténtico cine negro para mí, es como un sueño recurrente, con personajes arquetípicos. Llevar esto al cine, sin caer en el manierismo, sólo es posible si se lleva al terreno de los sueños o al homenaje descarado.

-En el libro de Peter Biskind, Easy Riders, Raging Bulls, Brian de Palma es concebido como un autor underground. En los años 60 era considerado un artista independiente, autor de piezas tan rompedoras como The Wedding Party o Murder a la Mod. ¿Qué ha ocurrido desde entonces?
-Buena pregunta. Las entrevistas son a veces más útiles que el diván del psiquiatra... son como una especie de terapia. Recuerdo que Pauline Kael nos elevó a John Cassavetes y a mí a dioses del Olimpo. A mí por Greetings ¡Y el productor era Fred Wintraub! Recuerdo que ambos estábamos en la playa, nos llamaron y pensamos que íbamos a conquistar Hollywood. ¡Fue un subidón! Perdone la debilidad, pero a veces me parece mentira... claro que algo de "marihuana" ayudó... La verdad es que todavía sigo luchando por el cine independiente. Y creo que esta película, que está financiada enteramente en Europa y como habrá comprobado no apuesta por los caminos del cine comercial, es una prueba de ello.

-¿Cómo ve el cine actual?
-Patético. Huelga decir que hay miles de maneras de contar una historia, pero es que ahora mismo el 99 por ciento de las películas lo hacen del modo más convencional. Así que yo procuro mirar atrás, a los orígenes, y desarrollar un tipo de narrativa puramente visual, porque para mí es uno de los aspectos más excitantes de realizar películas y un tipo de arte casi perdido en estos tiempos. Eso es lo que he tratado de hacer con Femme Fatale. Y le diré que no estoy del todo satisfecho con el resultado. Sigo explorando... sin llegar a un destino final. Supongo que ahí está el placer...

Laberinto de espejos
Autor de películas que recorren todo el espectro de la cinefilia, desde su primer éxito con la terrorífica Carrie hasta su último fracaso con Misión a Marte, Brian de Palma maneja el cine como si fuera un juego con sus propias reglas, un laberinto de espejos en el que una imagen conduce a otra para acabar siempre en el mismo sitio, en ese universo cerrado que es la historia del cine alimentándose una y otra vez de sí misma. A pesar de su poliédrica filmografía, en la que caben tanto la hitchcockiana Fascinación como Los intocables de Elliot Ness o la excesiva Misión Imposible, Brian de Palma sigue siendo ese maestro de los delirios audiovisuales que quiere estar muy cerca de David Lynch pero sin alejarse demasiado de Alfred Hitchcock.

-Es interesante repasar su carrera y descubrir cómo ha ido saltando de un concepto a otro, del experimentalismo a la narrativa clásica, y de vuelta otra vez a la experimentación. ¿Busca algo?
-Ja, ja. Es cierto. He ido aprendiendo cosas nuevas con cada película, y he llegado a un punto en el que me he dejado atrapar por personajes muy convencionales, pero con la intención de explorar sobre ellos y violar sus valores. Pero cuando la primera exigencia es contar una historia simple y llana, te encuentras con restricciones de todo tipo, y no puedes lanzarte a esa serie de viajes visuales que en muchas ocasiones me gustaría hacer. Simplemente no puedes hacerlo porque no es necesario para la historia. Quizá por este motivo voy de un lado a otro.

-¿Por qué película le gustaría ser recordado?
-Hmmmmm, quizá le cueste comprenderlo... pero me remonto al principio de mi carrera. Fue el año del éxito brutal de Sonrisas y lágrimas, imagínese lo poco que yo tenía que hacer. Conocí a Marty (Scorsese) en Los Angeles, los dos igual de perdidos. (Risas). Era el año 1972 y los estudios Warner nos trataron a mí, a Mike Nichols y a Stanley Kubrick como a perdedores... Hicimos, bueno, yo hice Get To Know Your Rabbitt, la rodé en 16 milímetros y pasado el tiempo creo que es mi obra maestra. (Carcajadas).

-Mejor volvemos a Femme Fatale. El hecho de escoger a Rebecca Romijn-Stamos como protagonista... ¿es una provocación?
-Del todo. Y además Rebecca es la mujer más bella del mundo. Con permiso de su marido. Y es una actriz que se atreve con todo, lo cual es un lujo para un director. Es una aventurera, una mujer con muchísmo coraje, dispuesta a hacer de todo. Esta película fue uno de sus primeros trabajos y agradecí enormemente su entrega. De hecho, creo que esta es mi película más perversa por todo lo que ella se ha atrevido a hacer en ella.

-¿A qué se refiere? ¿A las escenas de sexo gráfico entre mujeres bellísimas?
-Bueno, se lo pedí a actrices tan maravillosas como Rebecca Romijn-Stamos y madame Rie Rasmussen y ambas se mostraron de acuerdo. Por otro lado, Rebecca se ha paseado desnuda y pintada de azul en las dos entregas de X-Men. Pero me refiero sobre todo a que es mi película más juguetona. Y la pesadilla total para mis enemigos: los críticos de cine. Muchos se han enfadado con la secuencia del sueño, pero es que creo que simplemente no han entendido que se trata de eso, de un sueño, ya que no se ajusta a los parámetros convencionales del cine negro. Es lo que hablábamos antes. Me he quedado sorprendido de que sólo un crítico haya captado el verdadero sentido de esa secuencia.

-¿Mantiene alguna fobia contra la crítica cinematográfica?
-Ninguna. Se da la circunstancia de que mis más arduos críticos son mis mejores amigos. Le puedo citar nombres... Pero no quiero. Creo que a veces los críticos de películas ni siquieran las ven. Y no sólo las mías.

-No me negará que la película es algo misógina...
-He querido llevar a lo más lejos el concepto de mujer fatal y ver qué pasa, sentir cómo reacciona el público ante temas tan grandes como la traición, el sexo mezclado con la violencia y, ya visualmente, el empleo de pantallas fragmentadas y la narrativa alterada.

-Es probablemente la película más libre estéticamente que ha realizado en muchos años. ¿No cree?
-Sí, desde luego. He tenido la suerte de que no se hayan realizado preview screenings de la película, porque cualquier elemento audaz que ataque el conocimiento convencional del cine sufre mucho en este tipo de proyecciones. En Europa, afortunadamente, no se hacen, así que no he tenido que someter la película a un examen previo ni modificar nada antes de su estreno. La verdad es que estoy contento con Femme fatale porque es agradable verla y hay mucho contenido oculto. Puede verse una y otra vez, como si fuera una pieza musical. Como una sinfonía o algo parecido, se va descubriendo la estructura después de varios pases y funciona a muchos niveles.

-¿Es posible seguir haciendo cine independiente?
-Sí. Ahí tiene a mi a amigo Paul Schrader realizando la precuela de El exorcista. Con un gran presupuesto, el fabuloso Stellan Skaarsgard y sin tener que pedir cuentas a nadie. Y después de hacer Autofocus. Para mí, eso es la libertad.

Dos tipos de cine
-Pero usted también ha tenido mucha libertad. De hecho esta producción europea le ha permitido hacer un cine de autor. ¿Le gustaría continuar en este camino de independencia respecto a Hollywood o se ve fabricando otro blockbuster?
-Bueno, yo quiero las dos cosas. Siempre que hago un tipo de película, todo el mundo piensa que estoy dudando entre un tipo de cine u otro. Pero es que ambas formas de entender el cine tienen su valor. No me gusta dirigir mi propio material todo el rato, también disfruto dirigiendo material ajeno. Cuando haces una película fuera del sistema y tiene éxito de crítica y una moderada repercusión en taquilla, generalmente tienes que volver al sistema y hacer un gran éxito. Entonces, sabes que tienes otros cinco años para hacer lo que se te antoje.

Filmografía hija de la cinefilia
Greetings (1968). Filme episódico sobre tres amigos, convenientemente underground y antibélico para los tiempos que corrían. La influencia del filme casero de Abraham Zapruder sobre el asesinato de JFK recorre como un espectro todo la película.
El fanstasma del paraíso (1974). Musical de estética rayanamente kitsch, basado en El fantasma de la ópera. Un himno pop al amor eterno que visto hoy permite reflexionar sobre si la verdadera evolución del musical no llegó a su fin en los años setenta.
Carrie (1976). De la comedia terrorífica de sus inicios, De Palma evolucionó al terror cómico, pues la risa y el miedo están inextricablemente unidos en el imaginario norteamericano. Carrie, el Stephen King mejor adaptado al cine, fue su trampolín al sistema.
Blow Out (1981). Atacado de cinefilia, De Palma rescata la obra maestra de Antonioni Blow Up -a su vez basada en un relato de Cortázar- y la sazona con elementos de La conversación, de Coppola. De este modo construye uno de sus thrillers más sólidos.
El precio del poder (1983). Crónica del ascenso y la destrucción de un refugiado cubano (Al Pacino) al trono del narcotráfico en Miami. Debido a sus excesos ochenteros, resulta una revisión desaforada y sangrienta del Scarface de Howard Hawks.
Doble cuerpo (1984). A caballo entre La ventana indiscreta y Vértigo, De Palma quiso distinguirse como el sucesor de Hitchcock. Pero a diferencia del inglés, el estilo gritón y la audaz puesta en escena quedan descompensados respecto al poder de la trama.
Los intocables de Eliott Ness (1987). Probablemente su película más equilibrada, con un reparto irrepetible, este duelo en las calles de Chicago entre Al Capone y el comisario federal Elliot Ness ha quedado como una potente crónica gangsteril. Algunos homenajes cinéfilos rozan la intertextualidad.
La hoguera de las vanidades (1990). Reductora adaptación del best-seller de Tom Wolfe, los excesos estilísticos de Brian de Palma, creyendo que el público debe sentir la misma confusión que los personajes de la corrupta Gran Manzana, alcanzan aquí su cima.