Image: Jennie (Portrait of Jennie)

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Cine

Jennie (Portrait of Jennie)

Por Eugenio Trías

5 diciembre, 2002 01:00

Jennifer Jones y Joseph Cotten en Jennie

Esta película singular me impresionó vivamente en la adolescencia cuando la vi por primera vez, en el cine Partenón, un cine de los jesuitas situado en la calle Balmes barcelonesa, cerca de Rosellón. Todos los domingos iba a ese cine en que pasaban, primero, un film español de entonces, que oficiaba de telonero de la película importante, generalmente americana. Una de ellas fue Portrait of Jennie, de William Dieterle, interpretada por Joseph Cotten, Jennifer Jones y Ethel Barrymore.

Sé que existe un pequeño club, del que formo parte, de personas fascinadas por esta extraña película, en la que la estética del productor David O’Selznick se advierte en seguida. Fue toda su vida el esposo y protector, o Pigmalión, de su esposa Jennifer Jones, de quien pueden recordarse interpretaciones memorables, generalmente en forma de duelos a muerte, o al sol, con personajes interpretados por insufribles actores masculinos (Gregory Peck, Charlton Heston). Su mejor película fue, con éste último, su interpretación en la magnífica Pasión bajo la niebla, de King Vidor, para mi gusto más interesante que la muy celebrada Duelo al sol.

Pero Portrait of Jennie es algo especial. Jamás se me borrará la imagen de Jennie vestida de colegiala, y sobre todo como patinadora, junto al pintor pobre en busca de inspiración deslizándose por la pista de hielo de Hyde Park. Ni desde luego la célebre escena final, en la que en color mate se descubre el faro en medio de la mar, asediado por la espuma del océano encrespado, en plena tempestad marina, poco antes de que la ola gigantesca arrebate para siempre a Jennie del reino de los vivos.

El pintor, en la escena anterior, ha entrado en el faro y ha ascendido por la escalera: una escalera de caracol que se contempla en contrapicado, y por la que asciende a grandes zancadas. Arriba escenificará el encuentro y el desencuentro con Jennie, arrebatada por unos instantes de la maldición que el Tiempo ha introducido entre ella y su pintor. Este reconstruye, al modo del periodista de Citizen Kane, la vida de esa enigmática joven, que surge del túnel del tiempo y del álbum de la historia universal, creciendo y madurando en pocos meses, consumiendo años y décadas, desde principios de siglo, o desde la época del Kaiser Guillermo II y de María Montez, hasta los albores de la primera guerra mundial, época en que mueren de accidente sus padres, ambos trapecistas de circo, y también ella, poco después, arrebatada por una ola gigante, según testimonio de la monja que había sido siempre su confidente.

La película asiste esta peculiar reconstrucción de una vida pretérita que de forma mágica interfiere en los sueños de inspiración del desocupado y hambriento pintor, que siente con periodicidad la presencia y la sombra de esta figura femenina, a la que dará réplica en su retrato final, que por cierto es lo peor de la película: en rabioso technicolor.

Por momentos el futuro director de cine contratado por David O’Selznick, Alfred Hitchcock, que también generará una reconstrucción de una mujer antigua, anterior, pero que se halla extrañamente presente en el mundo de los vivos, Rebeca, hará en esta película su aprendizaje de algunos de los iconos más célebres de su cine. Pues es evidente la filiación de la célebre escena de la ascensión a la torre en la Misión de San Juan Bautista, por parte del detective y de Madeleine en Vértigo, de esa escena del interior del faro y de la escalera de caracol, y hasta del gesto con que el actor (Joseph Cotten) afronta la rápida ascensión por la escalera hasta arriba del faro.

¿No puede suceder que aquella persona, hombre o mujer, llamada a complementar nuestro deseo y pasión, forme parte de otra época y de otra geografía, o proceda de un tiempo y de un espacio que no nos son contemporáneos? Pregunta que planteaba en un pasaje de mi libro Tratado de la pasión, en el cual hacía referencia a esta misteriosa película que me impide cualquier juicio crítico imparcial, y que desde mi adolescencia domina una parte importante de mi imaginario y de mi vida emocional.

La película posee, ciertamente, muchas ingenuidades; todo lo referente a la inspiración del pintor en la película es algo convencional. Pero subsiste la idea de una dislocación del tiempo, de un personaje literalmente extemporáneo que visita de pronto al pintor, y del interesante e intrigante proceso de reconstrucción que éste lleva a cabo. Y todo ello salpicado de momentos hermosos, como la visita del pintor, por dos veces, al convento; y un fondo neoyorkino constante que da a la película, gracias en parte a la magia del blanco y negro, un encanto muy particular.


Clásico olvidado
MANGA FILMS
Jennie (Portrait of Jennie, 1948), de William Dieterle. B/N
Formato 1:33
Dolby Digital mono
Idiomas inglés y castellano
Subtítulos en castellano
Precio: 17,99 euros
Contenido extra (50 min.): Biodocumental Jennifer Jones/Biodocumental Joseph Cotten