Botado en 1859, el Great Eastern fue el mayor barco construido...Hasta la fecha. Foto: New York Public Library

Botado en 1859, el Great Eastern fue el mayor barco construido...Hasta la fecha. Foto: New York Public Library

Entre dos aguas

Ciencia en la trastienda: la sorprendente historia del Great Eastern y el primer cable submarino

La hazaña del navío diseñado por Isambard Kingdom Brunel ejemplifica lo mucho que desconocemos todo aquello que hay detrás de la tecnología que empleamos día a día. 

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En el convulso mundo actual los cables submarinos con fibra óptica para la transmisión de comunicaciones, junto a las tuberías —se denominan "ductos"— que transportan gas o petróleo ("gaseoducto" y "oleoducto", respectivamente), y electricidad, se han convertido en objetivo de ataque con el propósito de perjudicar a determinados países.

Se sospecha que la docena de cortes sufridos recientemente en los ductos que discurren bajo el Mar Báltico son ataques relacionados con el conflicto entre Rusia y la Unión Europea; son los casos de los gasoductos Nord Stream 1 y 2 que trasportan gas desde Rusia hasta Alemania, el Balticonector que hace lo propio desde Estonia a Finlandia, los cables de comunicaciones C Lion 1 y BCS East-West Interlink, y la infraestructura eléctrica Estlink2.

Al contrario de lo que probablemente creen muchas personas, las comunicaciones vía satélite no son las más utilizadas en las telecomunicaciones, siendo su uso preferente la transmisión mediante televisión de acontecimientos deportivos o culturales, la comunicación entre lugares muy alejados y la navegación marítima y aérea.

Los cables submarinos de fibra óptica, que transmiten la información en forma de ondas lumínicas, poseen un ancho de banda mayor que el de la comunicación vía satélite, tienen mayor capacidad de transmisión de información, además de minimizar el número de repetidores-amplificadores que necesitan.

El primer tráfico telefónico con fibra óptica se estableció en 1977 en Long Beach (California). Las rápidas mejoras en la tecnología permitieron que el primer cable telefónico transatlántico de fibra óptica, el TAT-8, comenzase a funcionar en 1988, 122 años después de un acontecimiento que significó un punto de ruptura con el pasado.

Me refiero al primer cable telegráfico submarino que unió en 1866 Europa con Norteamérica, concretamente entre la isla irlandesa de Valentia, y el este de Terranova, la gran isla de Canadá; en alguna ocasión ya traté de él en estas páginas. (En realidad, este fue el segundo ya que en 1858 se instaló otro, pero funcionó sólo durante tres semanas.)

La expresión "ruptura con el pasado" está justificada porque la información transatlántica pasó de tardar en llegar los aproximadamente diez días de travesía marítima entre Europa y el este de Norteamérica, a solo minutos, a pesar de las transmisiones se realizarán con el engorroso código Morse, ideado por el inventor estadounidense Samuel Morse (1791-1872), quien en abril de 1838 obtuvo la patente del sistema.

"En 1866 hacía falta un barco grande y poderoso para transportar los miles de kilómetros de cable que tenían que depositarse en el fondo oceánico"

Patente en Estados Unidos, porque se le denegó la británica: poco más de un mes después de obtener la norteamericana viajó a Inglaterra para conseguirla, pero no se la concedieron argumentando que ya existía una patente de telégrafo y que los detalles de la patente que solicitaba ya habían sido publicados. Muy probablemente, el rechazo se debió a que el Gobierno británico no quería que una compañía estadounidense compitiese con las nacionales.

Aparte de lo que significó en el ámbito de los negocios y de la política disponer de un medio de comunicación rápido a través del Atlántico, el cable de 1866 representa también un buen ejemplo de la relación entre ciencia y tecnología, porque para que funcionase fue muy importante el papel que desempeñó el físico británico William Thomson, que resolvió problemas que afectaron al cable de 1858.

El logro de Thomson hizo que la reina Victoria de Inglaterra le nombrase "Sir", título al que años después seguiría el de "Lord", con el que es más conocido, lord Kelvin, al menos por la escala de temperaturas que él mismo diseñó en 1848 y en la que se establece el cero absoluto, que corresponde a -273,15 grados centígrados.

Ciencia entre bambalinas

Los usuarios de las tecnologías solemos desconocer lo que las hace posible, la, podríamos decir, "trastienda". Por ejemplo, un centro de almacenamiento de datos promedio, necesita en torno a diez millones de litros de agua diarios para refrigerar las máquinas de computación y equipos relacionados que utilizan, es decir, aproximadamente lo que consume una ciudad de entre treinta y cincuenta mil habitantes.

En el caso del cable transatlántico de 1866 un elemento esencial de esa "trastienda" fue un barco lo suficientemente grande y poderoso como para transportar los miles de kilómetros de cable que tenían que depositarse en los fondos oceánicos. El navío que se utilizó fue el Great Eastern, el mayor construido hasta entonces.

Diseñado por el ingeniero Isambard Kingdom Brunel (1806-1859), hijo del más famoso Marc Isambard Brunel (1769-1849), en cuyo haber se cuenta la dirección de la construcción del primer túnel bajo un río navegable, el Támesis, proyecto en el que le ayudó su hijo, el Great Eastern, con una eslora de 211 metros, fue botado en 1859; era capaz de transportar cuatro mil pasajeros desde Inglaterra hasta Australia sin repostar.

Su colosal tamaño y necesidades asociadas no se correspondieron finalmente a la demanda y tuvo que ser utilizado también para otras funciones. Entre ellas, la más famosa, la de transportar y depositar el cable telegráfico de 1866.

Su fama llegó a ser tal que protagonizó una de las novelas de Julio Verne, concretamente Una ciudad flotante (1871). De hecho, Verne sabía bien de lo que hablaba ya que en 1867 había viajado a Nueva York desde Liverpool en el Great Eastern. "Me entusiasmaba —escribió en su novela— la idea de atravesar el Atlántico sobre aquel barco gigantesco. Yo quería conocer Norteamérica, pero admito que esto no era lo principal".

Lo que deseaba era navegar en aquella "obra maestra de la ingeniería naval", que más que un barco parecía "una ciudad flotante, un pedazo de Inglaterra capaz de desplazarse por el océano". No dejaba Verne de rememorar el pasado del barco: "Después de unas veinte travesías entre Inglaterra y América —una de las cuales fue marcada por incidentes muy graves—, la explotación del Great Eastern quedó momentáneamente abandonada. Aquel inmenso barco no parecía servir para nada.

La recelosa casta de los viajeros lo despreciaba olímpicamente. Pronto sería rescatado del olvido". Lo fue, efectivamente, por el cable telegráfico de 1866, aunque fue necesario realizar algunas reformas: "Solo este barco gigantesco podría almacenar los tres mil cuatrocientos kilómetros de cable que pesaban cuatro mil quinientas toneladas. Gracias a su indiferencia ante el oleaje, podría triunfar donde otros barcos habían fracasado". De hecho, también se utilizó para otros cables. Tecnología, transporte marítimo, industria, ocio y literatura unidos en una poliédrica síntesis.