Fotograma de 'Vanitas (2)', 2019. Vídeo de Marina Núñez que puede verse en la exposición de la artista en el Museo Thyssen

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Ciencia

¿Seguimos teniendo alma en el siglo XXI?

A caballo entre la filosofía, la ciencia y la religión, las ideas de alma y mente han motivado grandes debates durante siglos. En 'Alma máquina', George Makari recorre esta apasionante evolución

16 junio, 2021 10:25

Recogiendo diversas tradiciones que se pierden en la noche de los tiempos, Platón fue el primer pensador que sistematizó la división entre alma y cuerpo, dotando a la primera de la capacidad, exclusivamente humana, para la razón. Desde entonces, la naturaleza de la vida íntima de los seres humanos, ese ente pensante inherente a nosotros, ha sido motivo de encarnizados debates entre filósofos, médicos, científicos y teólogos, sin que ninguno de ellos haya logrado hallar la respuesta definitiva.

¿Qué es la mente? ¿Una teoría necesaria, una cosa física, un juego de lenguaje o un prejuicio profundamente arraigado? Con clarividente erudición y singular amenidad, el historiador y psiquiatra George Makari (Nueva Jersey, 1960), profesor del Weill Cornell Medical College, despliega en Alma máquina (Sexto Piso) el vibrante recorrido de cómo la mente, un concepto que surgió hacia el siglo XVII al calor de la crisis de la autoridad religiosa y de la Revolución científica, y se erigió como alternativa para explicar nuestra condición humana, cambiando para siempre nuestras ideas sobre el ser, la sociedad, la política, la ética e incluso la medicina.

"Lejos de ser una cuestión estrictamente filosófica, el surgimiento de la mente tuvo raíces políticas y sociales y religiosas”

Como relata a El Cultural, la gran sorpresa de Makari al bucear en la génesis del pensamiento moderno fue descubrir que “lejos de ser una cuestión estrictamente filosófica, el surgimiento de la mente en contraposición al alma fue una respuesta con fuertes componentes políticos, sociales y religiosos”. Y es que, como explica el historiador, “tras siglos de luchas, la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) llevó a muchos a concluir que las batallas por las creencias teológicas no tendrían fin. O Dios estaba del lado de todos o del lado de nadie. Por ello, muchos pensadores reaccionaron a la violencia sectaria y emprendieron la búsqueda de una forma de crear estabilidad que no descansara en los monarcas divinos y la Iglesia”.

Un linaje de pioneros

En este contexto, filósofos como John Locke, Baruch Spinoza, Thomas Hobbes o René Descartes comenzaron a plantear un escenario de pensamiento en el que surgieron conceptos como la “conciencia” y el “yo”, que trazarían una línea cada vez más gruesa entre las creencias privadas sobre el alma y las afirmaciones de conocimiento que provenían de la mente, separando la razón de la idea religiosa de trascendencia.

“Siguiendo estos planteamientos, el absolutismo no tenía sentido, pues nadie podía afirmar que su conocimiento era absoluto, infalible y dado por Dios”, defiende Makari. “Esta idea de tolerancia cuajaría lentamente, aunque no habría logrado imponerse si no fuera por todo un grupo de médicos, escritores, reformadores y filósofos, personajes valientes, a menudo excéntricos, hoy poco conocidos, que fueron inscribiendo esta nueva posición secular en la medicina, la ciencia, la política y el derecho”.

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A través del relato de las vidas e ideas de estos pensadores, a los que se unirían en siglos posteriores otros como Jean-Jacques Rousseau o Immanuel Kant, entre los más conocidos, Makari muestra los lentos avances que fueron generando en todos los campos de la vida la aparición de ideas como el individualismo o la superación de otras como la dualidad alma/cuerpo, “que permitió el nacimiento hacia 1690 de lo que hoy llamamos enfermedades mentales”. En el plano político, este pensamiento humanista e ilustrado tomaría cuerpo por primera vez a finales del siglo XVII. “Cuando la Revolución francesa expulsó a la Iglesia y a los protectores del alma”, afirma el historiador, “un linaje secular moderno y liberal, que entendía la mente como objeto político, social, médico y científico, estaba esperando, listo para emerger y dar forma a la sociedad que conocemos hoy”.

“La mente fue a la vez un objeto político, social, médico y científico, que sustentó el secularismo liberal”, afirma Makari

Sin embargo, el definitivo triunfo de un mundo secularizado, privado del sostén trascendental que ofrecía el alma, comporto nuevos retos. Paulatinamente, la sociedad se asomó a una crisis de identidad de la que nacería, a caballo entre los siglos XIX y XX, el psicoanálisis, un proceso que Makari ya glosó en Revolución en mente (2012), una especie de secuela del ensayo actual. “Freud y sus seguidores intentaron crear una ciencia de la subjetividad, a pesar de la naturaleza obviamente paradójica de ese proyecto. Aun así, buscaron construir una mente para el hombre moderno que se adaptara a Newton, Darwin y los cambios de visión de la sexualidad”, apunta el historiador.

Entre lo físico y lo espiritual

A pesar de los ímprobos avances, hoy en día, como recuerda Makari, esa definitiva frontera entre mente, alma y cuerpo que nos permita definirlas y aislarlas con precisión todavía no existe, y quizá sea imposible de dilucidar. No debemos olvidar, por ejemplo, que “el alma como vida eterna nunca se separó de la religión, y sigue siendo fundamental en la práctica religiosa en la actualidad para millones de personas”. Eso sí, el autor recuerda que el gran logro es reservarla para el ámbito privado. “Suelo estar de acuerdo con Thoreau, que dijo que la religión es un asunto que se considera mejor en silencio. Con demasiada frecuencia, ha terminado mal cuando las creencias religiosas ganan poder sobre el dominio público”.

"La mente es una amalgama de ambas visiones, física y espiritual, relacionada con nuestras capacidades para pensar, razonar y resolver problemas"

En cuanto al mundo científico, el pensador reconoce que “la neurociencia actual ha logrado importantes avances, pero, desafortunadamente, estos se han utilizado para construir una ideología cientificista y reduccionista, lo que el erudito español Fernando Vidal llama "inteligencia", en la que "somos nuestros cerebros", se lamenta. Una postura que encuentra peligrosa y que comulga con las teorías que especulan con la posibilidad de dotar de “mentes” a las máquinas, como pretenden las investigaciones en Inteligencia Artificial. “La IA nunca hará lo que hacen las mentes, pero las grandes tecnológicas que han invertido mucho en ella nunca lo dirán”.

Para él la mente, como defiende en este revelador recorrido, es “una amalgama de ambas visiones, física y espiritual, relacionada con nuestras capacidades para pensar, razonar y resolver problemas”. Y confía, en que su potencial desarrollo sirva para afrontar el futuro. “Ni nuestros cuerpos ni nuestras almas nos sacarán de los grandes retos que se presentan ante la humanidad. Son nuestras mentes las que nos permitirán enfrentar problemas como el cambio climático, el aumento del autoritarismo, la xenofobia o la desigualdad”.