Cráneo de Zlatý kůň, hallado en República Checa. / Martin Frouz

Cráneo de Zlatý kůň, hallado en República Checa. / Martin Frouz

Ciencia

El sexo entre sapiens europeos y neandertales fue más común de lo que se creía

La secuenciación de los genomas de los humanos más antiguos de Europa confirman en dos estudios las estrechas interacciones de sus poblaciones

9 abril, 2021 10:51

Los restos fósiles hallados en la cueva de Bacho Kiro en Bulgaria confirmaban hace unos meses la presencia del Homo sapiens en Europa hace unos 45.000 años. Hasta el momento, los huesos representaban la evidencia más antigua y directa de la llegada de los humanos modernos al continente.

Desde entonces, la comunidad científica ha tratado de averiguar quiénes eran estos primeros colonos europeos y sus relaciones con otros grupos humanos como los neandertales (Homo neanderthalensis), que hasta el momento no quedaban del todo claras. Una nueva investigación, publicada en la revista Nature Ecology & Evolution, arroja ahora más información sobre estos primeros europeos.

“A diferencia de lo que podría esperarse de antiguos individuos en Europa, los individuos de Bacho Kiro están más estrechamente relacionados con grupos humanos que contribuyeron con su ascendencia a los asiáticos orientales que a los euroasiáticos occidentales”, revela Mateja Hajdinjak, investigadora en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig en Alemania y autora principal del estudio, con participación española.

Los paleoantropólogos consideran que hace unos 50.000 años estos Homo sapiens se dispersaron desde Oriente Medio, y posteriormente por toda Eurasia, desde Europa del Este hasta Mongolia. Estos grupos humanos pudieron ser reemplazados más tarde en Eurasia occidental, pero continuaron viviendo y contribuyendo a la ascendencia de personas en Eurasia oriental.

Ejemplo de ello es que, según los análisis de genomas realizados, uno de los fósiles encontrados en la cueva búlgara era de un individuo de unos 35.000 años de antigüedad que pertenecía a un grupo que era genéticamente distinto de los primeros habitantes de la cueva. “Esto significa que el componente genético anterior fue reemplazado en gran medida en Eurasia occidental”, añade la investigadora.

Una íntima relación con neandertales

Los primeros habitantes de Bacho Kiro vivieron en una época en la que los neandertales aún estaban presentes. Por eso, los investigadores escanearon sus genomas en busca de ADN neandertal. Descubrieron así que tenían los mayores niveles de origen neandertal que casi cualquier otro humano primitivo, a excepción de un individuo de hace unos 40.000 años hallado en la cueva Pestera cu Oase, en Rumanía.

Los análisis de ADN muestran de este modo que todos los individuos de la cueva búlgara portaban entre el 3 % y el 3,8 % de ADN neandertal, es decir que tenían antepasados neandertales seis o siete generaciones atrás. “Esto sugiere que la mezcla entre estos primeros humanos en Europa y los neandertales era más común de lo que se pensaba”, aclara Hajdinjak.

Las estrecha y continuada relación con los neandertales se demuestra también en el genoma de otra europea primitiva de unos 45.000 años de antigüedad, denominada Zlatý kůň y hallada en República Checa. Según la reconstrucción de este genoma, probablemente el europeo más antiguo hasta la fecha, su ascendencia neandertal eran de entre un 2 y un 3 %, similar a todos los demás no africanos.

El estudio, publicado también la revista Nature Ecology & Evolution, muestra que Zlatý kůň tenía tramos más largos de ADN neandertal que el individuo llamado Ust'-Ishim de 45.000 años de antigüedad encontrado en Siberia, y considerado hasta ahora el genoma humano moderno más antiguo. Esto la convertiría en la europea más antigua, unos cientos de años más antigua que Ust'-Ishim.   

“No encontramos evidencia de una mezcla adicional [con neandertales] poco antes de que esta humana viviera. Esto podría significar que los antepasados de Zlatý kůň se mudaron a Europa central sin más interacciones con ellos”, precisa Kay Prüfer, investigador en el Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana en Jena, Alemania, y primer autor del segundo trabajo que ha analizado las muestras de su cráneo.

Sin rastro en los europeos actuales

Respecto a su relación con los humanos modernos actuales, “todo lo que podemos decir del genoma es que Zlatý kůň no dejó rastro de su ascendencia entre la gente actual. Su gente murió”, señala Prüfer. Los análisis sugieren así que esta europea formaba parte de una población que se formó antes de que las poblaciones que dieron lugar a los europeos y asiáticos actuales se separaran.

“¡Es bastante intrigante que los primeros humanos modernos en Europa finalmente no tuvieran éxito! Al igual que con Ust'-Ishim y el cráneo europeo más antiguo hasta ahora de Oase 1, Zlatý kůň no muestra continuidad genética con los humanos modernos que vivieron en Europa después de hace 40.000 años”, dice Johannes Krause, autor principal del estudio y director del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva.

Zlatý kůň formó así su propio linaje no africano, pero no contribuyó a ningún grupo humano actual en particular, pero se extinguió en algún momento del pasado. ¿Qué pudo pasar para que no perdurara hasta nuestros días?

“Especulamos que una gran erupción volcánica ocurrida en Italia hace unos 39.000 años puede explicar en parte por qué desaparecieron tanto el linaje de Zlatý kůň como el de los neandertales. La erupción tuvo un gran impacto en el clima”, subraya Prüfer.

La erupción en la región italiana de Campania que afectó negativamente al clima del hemisferio norte pudo reducir las posibilidades de supervivencia de los primeros humanos modernos y los neandertales en gran parte de la Europa de la Edad de Hielo. A pesar de conocer cada vez más la historia y declive de estos primeros humanos modernos que se expandieron fuera de África, aún queda mucho por descubrir sobre ellos, dicen los científicos.

“Aún no sabemos bien quiénes fueron los primeros europeos humanos modernos que se aventuraron en una tierra desconocida. Pero gracias al análisis de sus genomas, descubrimos una parte de nuestra propia historia que se ha perdido en el tiempo”, concluye Prüfer.