Image: Más luz para el cerebro

Image: Más luz para el cerebro

Ciencia

Más luz para el cerebro

8 agosto, 2017 02:00

Varias publicaciones arrojan más luz al laberíntico y fascinante sistema de funcionamiento del cerebro. Foto: Sergio Enríquez-Nistal

De la identidad personal, del yo consciente, a la importancia de la música y el lenguaje en la evolución, del cerebro bilingüe a los éxtasis epilépticos de Teresa de Jesús. Numerosas publicaciones profundizan en los circuitos del cerebro. Nuestro comportamiento, nuestras creencias y nuestra intimidad, al descubierto en varios títulos que coinciden estos días en las librerías. Destaca El cerebro, la nueva entrega del neurocientífico estadounidense David Eagleman.

¿Sabían que Einstein y Bobby Fisher están considerados como los hombres más inteligentes de la historia por los expertos en psicometría? ¿Qué provocó que la revista Brain estudiara el cerebro del físico -de 1.230 gramos de peso- de una manera especial? Pocos órganos de nuestro cuerpo han provocado y provocan la atención de los laboratorios como el cerebro. También de las librerías. La divulgación científica no deja de hurgar en sus laberínticas y sorprendentes entrañas tanto como la más sesuda investigación. Desde los pioneros estudios de Santiago Ramón y Cajal al reciente proyecto Brain de Rafael Yuste, comprender el cerebro sigue siendo el gran reto del conocimiento contemporáneo. "La extraña materia computacional que hay dentro de nuestro cráneo es la maquinaria perceptiva mediante la que nos movemos por el mundo, la materia de la que surgen las decisiones, el material a partir del cual se forja la imaginación. Nuestros sueños y nuestra vida brotan de sus miles de millones de dinámicas células".

La cita es del prestigioso divulgador y neurocientífico David Eagleman que, tras Incógnito, acaba de publicar, también en Anagrama, El cerebro. Nuestra historia. Arranca esta nueva entrega con ¿Quién soy?, una pregunta que servirá para desentrañar el material del que está compuesta una masa de "apenas kilo y medio" desde la que surgen infinidad de procesos mentales. Señala Eagleman que tras las transformaciones cerebrales de la infancia y adolescencia, los "desplazamientos tectónicos" de nuestra identidad y personalidad no han finalizado. "Se podría pensar que nuestra personalidad adulta es algo fijo e inamovible. Pero no: de adultos, nuestro cerebro continúa cambiando". La experiencia lo cambia, y ese cambio lo mantiene. "No somos algo fijo. De la cuna a la tumba, somos una obra en marcha", sentencia Eagleman.

Partiendo de la pregunta de Eagleman continuamos el viaje por los estudios del cerebro que pueden ayudarnos a comprender nuestra fisiología con otro estudio que recorre sus circuitos a través del comportamiento y las creencias. Rob DeSalle e Ian Tattersall, del Museo Americano de Historia Natural, publican en Galaxia Gutenberg El cerebro. En el apartado Ancestros cantores y la escuela del rock analizan la forma en la que procesamos la música. "No se puede poner en duda que la música tal como la conocemos es una invención de nuestra especie", afirman. Según estos investigadores, los primeros instrumentos musicales a los que es posible dar este nombre tienen aproximadamente 35.000 años. Por ahora, concluyen, podemos tener la práctica certeza de que la música fue un producto del tipo de cerebro que sólo el 'Homo sapiens' posee: "El modo en que nuestro cerebro procesa la música es tan complejo como en el caso del lenguaje, otra sensación auditiva: después de todo, la puerta de entrada de la música es el oído, la misma que utiliza el habla".

Pero, ¿qué tiene la música para que le resulte tan atractiva a nuestro cerebro? DeSalle y Tattersall consideran que una parte de la respuesta se encuentra en la solución del problema del lenguaje y la música. El viejo dilema de qué fue antes, el huevo o la gallina. Como en otras cuestiones sobre las llamadas habilidades cognitivas superiores no hay unanimidad en la respuesta. Para el científico cognitivo Steven Pinker, autor de "Los ángeles que llevamos dentro", la música no formaba parte de la "dieta" que nuestros antepasados necesitaban para sobrevivir. Esta idea implicaría que la música apareció 'después' que el lenguaje. Otros científicos como Daniel Levitin discrepan al considerar que la música es un agente muy importante de la selección sexual en las poblaciones humanas. "Quizá -reflexionan los autores- la confirmación de que la música es un factor de adaptación en algún sentido pueda ayudarnos a resolver esta pregunta, pero también es posible que no sea la pregunta adecuada".

Precisamente al lenguaje está dedicada otra de las novedades editoriales que se ocupan del cerebro. Albert Costa en El cerebro bilingüe. La neurociencia del lenguaje estudia cómo se procesa cuando en este órgano conviven varios idiomas. ¿Qué implicaciones tiene esa convivencia? ¿Cómo consiguen diferenciarlas los niños desde sus primeros años? "El bebé expuesto a dos lenguas desde la cuna -explica Costa- tiene que aprender que ciertas pistas de la señal son sólo relevantes para una lengua y no para la otra, pero para ello tendrá que darse cuenta de que hay dos lenguas en juego". El trabajo de Costa, de la Universidad Pompeu Fabra, muestra, entre otras facetas del bilingüismo, algunas de las evidencias de cómo esa experiencia puede esculpir la anatomía y el funcionamiento de algunas estructuras y circuitos cerebrales.

"Aprender modifica el cerebro, por lo que de alguna manera podríamos decir que el saber sí ocupa lugar, o al menos modifica la estructura del lugar en términos de arquitectura cerebral". El investigador considera que el bilingüismo es solo un factor más de los muchos que pueden afectar a nuestra competencia y desarrollo lingüístico: "Es por ello que tenemos que ser muy cautos cuando leamos o escuchemos opiniones interesadas de políticos y otros agentes sociales acerca de las bondades y/o problemas que puede conllevar la experiencia bilingüe. Por lo menos, por favor, no utilicen la ciencia con ese fin, porque en muchos casos no dice lo que ustedes proclaman".

Su majestad el cerebro (La Esfera de los Libros) es el título con el que Esteban García-Albea recorre la historia, los enigmas y los misterios de "un órgano prodigioso". De entre los jugosos capítulos que incluye este médico madrileño destaca el que dedica a los éxtasis epilépticos de Teresa de Jesús. "En 1558, habiendo cumplido cuarenta y tres años, sufre Teresa el primero de los éxtasis que, con frecuencia irregular, le continuarán hasta el final de su vida". Según García-Albea, el carácter inesperado e imprevisible de los episodios y el pudor de padecerlos en público de la autora de Las moradas la turbaban de tal manera "que lejos de pregonarlos llega a suplicar su desaparición". En la actualidad, explica el autor, "si descartamos los personajes históricos, cuya información, en general, es muy fragmentaria, menos de una docena de pacientes reúnen criterios suficientes para ser diagnosticados de epilepsia extática o de Dostoievski, entendiendo como tal la presencia de episodios recurrentes, paroxísticos y similares de trastornos psíquicos, predominando los síntomas positivos, afectivos de bienestar, goce, felicidad, etc, y que suelen acompañarse de alucinaciones".

Placer y dolor, angustia y tranquilidad, pánico y felicidad son las sensaciones de estos éxtasis epilépticos que construyeron una obra literaria monumental y que se expresa a la perfección en el "Vivo sin vivir en mi" de la carmelita. También Dostoievski padeció y dio nombre a este fenómeno, que describió a través del príncipe Mishkin en El idiota: "La sensación de estar vivo y despierto aumentaba diez veces más en aquellos instantes que deslumbraban como descargas eléctricas. Su mente y su corazón se hallaban inundados de una luz cegadora. Toda su agitación, todas sus dudas y congojas parecían resolver en un parpadeo, culminando en una gran paz, en una serena y armoniosa esperanza, en goce...".

Finalmente, y volviendo al trabajo de Eagleman, cabe preguntarse cuál es el futuro del cerebro. El neurocientífico estadounidense se muestra cauto pero ilusionado en los resultados que darán los próximos años: "Descubriremos más del cerebro humano de lo que podemos descubrir con nuestras teorías y esquemas actuales. En estos momentos estamos rodeados de misterios: muchos los reconocemos, y de otros ni siquiera somos conscientes". Y es que nos encontramos ante un campo de estudio en el que todavía existen horizontes inexplorados. Un universo encerrado en "apenas kilo y medio". "Una cosa es cierta -dice Eagleman-. Vivimos un momento sin precedentes en la historia, en el que la ciencia del cerebro y la tecnología evolucionan de la mano. Lo que ocurra en esta intersección está destinado a cambiar quiénes somos".

@ecolote