La compañía LEV en el escenario. Foto: André Le Corre/Condeduque

La compañía LEV en el escenario. Foto: André Le Corre/Condeduque

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La compañía de Sharon Eyal, por fin en Madrid

Causa pasmo el brillante recorrido que ha experimentado la formación LEV en tan solo diez años. Es una danza alucinante, hermosa, que llega al corazón.

1 abril, 2022 13:28

Casi diez años ha tardado la compañía de Sharon Eyal y Gai Behar en actuar en Madrid, algo incomprensible porque la calidad de su danza está fuera de duda y el impacto que deja en el espectador es de los que no se olvidan. Ayer el público del Condeduque pudo por fin disfrutar con sus bailarines de fieros cuerpos danzando al ritmo de la música tecno. Fue como presenciar un estilizado rito tribal de extraordinaria belleza.

La compañía de la coreógrafa Sharon y el productor multimedia y comisario artístico Gai, LEV, presentó el espectáculo clave de su repertorio: OCD Love, estrenada en 2015. La pieza está muy rodada y tras ella la coreógrafa ha creado una trilogía en torno al poder inspirador del amor (LOVE Chapter 2 y Chapter 3: The Brutal Journey of Hart). Se nos cuenta en el programa de mano que OCD Love tiene su punto de partida en un poema de Neil Hilborn que se hizo viral en YouTube, en el que observa el enamoramiento como un Trastorno Obsesivo Compulsivo (OCD, siglas en ingles).

Como espectadora, esa información es casi irrelevante, porque la danza de LEV no funciona como la ilustración de un poema, sino que habla por sí misma con la energía y la belleza de la propia estructura coreográfica y el preciso e imparable movimiento de estos extraordinarios seis bailarines: Gon Biran, Rebecca Hytting, Mariko Kakizaki, Keren Lurie Pardes, Darren Devaney y Clyde Emmanuel Archer. Tienen una impecable formación técnica y unos cuerpos esculpidos se diría que con cincel pues casi permiten detectar el movimiento de cada músculo, como ocurre en especial con Clyde Emmanuel (por cierto, bailarín en el pasado de la Compañía Nacional de Danza).

La obra se abre con un solo asombroso de Gon Biran, un bailarín de altura considerable que realiza virguerías corporales ayudado también de las grandes extensiones de sus brazos, ofreciéndonos las mutaciones de un ser extraño, antropomórfico, de otro mundo. Se mueve al ritmo del tic tac de un reloj, hasta que el dj Ori Lichtik (autor de la partitura) fusiona a una música inquietante cuando se incorpora el segundo bailarín; después, la música gana en agitación y violencia gracias a la percusión y conforme se une todo el elenco. Con la aparición de la enigmática Keren Lurie, Eyal desarrolla el argumento de un ser que pretende huir del rebaño, pero a la que este se lo impide.

La coreografía sigue una evolución del solo al trabajo de conjunto (me recordó las agrupaciones de Béjart en este último aspecto) y culmina en una especie de estilizado rito tribal. Los bailarines no paran ni un minuto, es una danza extenuante, prácticamente están en media punta todo el rato, lo que exige un trabajo de flexión de piernas repetitivo y agotador, y componen con sus brazos juegos geométicos fascinantes. Llama la atención la sintonía que mantienen entre ellos y lo bien incardinada que está la música con sus movimientos. La luz de Thierry Dreyfus ayuda a crear esa atmósfera cavernosa y extraña.

LEV es una de las compañías israelíes más solicitada fuera de su país. Hay muchas en esta tierra prometida de la danza contemporánea, y está, por supuesto, Bastheva Dance Company, la formación nacional en la que Sharon Eyal se ha formado, justo a la sombra de su director Ohad Naharin. Pero causa pasmo el brillante recorrido que ha experimentado la formación de Sharon Eyal en tan solo diez años. En 2012 presentó en su país el espectáculo que daría nombre a su compañía y ya anunció por donde irían los tiros: danza muy enérgica e impactante, bailarines de gran técnica que salen a darlo todo, movimientos antinaturales y provocadores siguiendo una mecánica convulsa y agitada y basada en la musica tecno de Lichtik (su habitual colaborador). Es una danza alucinante, hermosa y llega al corazón.

LEV ha tardado en llegar a Madrid -la compañía ya ha actuado en Barcelona y Sevilla en varias ocasiones- pero el público del CondeDuque la recibió entregado y puesto en pie.

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