El filósofo Javier Gomá (i) y Juan Carlos Rubio (d), junto al reparto de 'El peligro de las buenas compañías'. Foto: Teatro Reina Victoria

El filósofo Javier Gomá (i) y Juan Carlos Rubio (d), junto al reparto de 'El peligro de las buenas compañías'. Foto: Teatro Reina Victoria

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'El peligro de las buenas compañías' o la envidia de la virtud

El filósofo y dramaturgo Javier Gomá prueba en el teatro su teoría de la ejemplaridad con una comedia que muestra lo odioso que puede resultar tener una figura virtuosa a tu lado, en este caso la figura españolísima del cuñado

26 marzo, 2022 18:29

Acostumbrados en estos tiempos a un teatro de moralina dulzona, que se acredita solo con palabras, discursos y pancartas, Javier Gomá rompe esta tónica apelando a los conflictos clásicos entre la virtud y la indignidad en El peligro de las buenas compañías, estrenada en el Teatro Reina Victoria. La comedia, al mostrarnos por la vía del humor lo odioso que puede resultar tener una figura virtuosa a tu lado, acaba resultando la mar de entretenida. Cuenta, además, con cuatro estupendos intérpretes como son Fernando Cayo, Carmen Conesa, Ernesto Arias y Miriam Montilla.

Se podría ver esta comedia como un experimento del autor con el que probar su teoría de la ejemplaridad, a la que como filósofo ha dedicado gran parte de su obra. “La auténtica ejemplaridad es siempre conflictiva”, nos dice Gomá, “y desde niños nos previenen contra la malas compañías pero nadie contra las buenas, que pueden ser mucho más perniciosas”. Gomá nos habla de una ejemplaridad netamente individual (nada de transferir al Estado su responsabilidad), y pone en marcha un artefacto dramático regido por las reglas de lo cómico porque considera que el humor, o la ironía, “no invalida el ideal (de ejemplaridad), sino que, al revés, lo recomienda con mayor persuasión que antes”. 

Su “experimento” consiste en llevar al escenario a dos matrimonios que andan por los cincuenta y que están hermanados por las esposas: Tristán (Fernando Cayo) y Lola (Carmen Conesa), que atraviesan por una crisis como pareja, y Félix (Ernesto Arias) y Julia (Miriam Montilla), felizmente casados. A Lola le parece un virtuoso ejemplar su cuñado Félix, un tipo bonachón, atento y en paro; los constantes piropos que Lola hace a su cuñado provocan resentimiento en su marido Tristán, ambicioso abogado siempre a la suya preocupado fundamentalmente por su carrera profesional. Cualquier mortal sabe que las vidas ejemplares son aburridas, mientras que las vidas pecaminosas proporcionan buenos argumentos. La situación es muy graciosa, concentrando la virtud en la figura españolísima e insoportable del cuñado. Solo falta que los personajes atiendan a caracteres bien trazados. 

Gomá ha recurrido nuevamente a Fernando Cayo (protagonizó Inconsolable) para encarnar a Tristán, y me aventuro a señalar que hace de alter ego del autor, en el sentido de que sufre la teoría que quiere probar. Compone un Tristán con gracia, maquiavélico, caprichoso, egoísta, ocurrente y envidioso de la virtud de su cuñado, personalidad que contrasta con la de su antagonista Félix, que Ernesto Arias representa con la bonhomía, la tranquilidad y la diligencia que se espera de él. Hay que señalar que la ejemplaridad del personaje de Arias no la muestra de forma deliberada, sino que le sale de natural, por lo que todavía es más odiosa. Carmen Conesa, fantástica en el papel de esposa de Tristán, actúa como si dirigiera los hilos de este guiñol, y Miriam Montilla transmite la tranquilidad y el romanticismo que se espera de una mujer feliz. 

Gomá publicó esta pieza en 2019 bajo el título Quiero cansarme contigo y con el subtítulo que ahora ha sido el elegido para la producción teatral: El peligro de las buenas compañías. La pieza sobre el papel resulta muy discursiva, con largos monólogos en los que los personajes manifiestan sus sentimientos. Juan Carlos Rubio ha recortado con buen juicio el texto. 

Rubio es uno de los dramaturgos y directores con más oficio y que mejor conoce los secretos del escenario (por cierto, con una actividad febril este año, nos ha ofrecido ya dos espectáculos magníficos: En tierra extraña y La isla). Esta puesta en escena es un ejemplo de cómo infundir dinamismo a un texto que tiene poca acción y donde los personajes reflexionan en voz alta. Crea un espacio indefinido —que no se sabe si es un pub o el salón de una casa— presidido por un piano, que permite a los actores retirarse a las sombras cuando no actúan y tocar el piano como un elemento de unión de las escenas. 

Tercera obra que Gomá estrena, después del monólogo Inconsolable (Teatro María Guerrero) y de dos breves textos que formaron parte del espectáculo En el lugar del otro (sala Galileo). Ahora con esta producción da el salto al circuito comercial y muestra con ello la ambición de llegar al público de teatro de toda la vida, a la clase media que ronda por encima de los cuarenta y busca una comedia entretenida y bien producida con la que pasar la tarde y seguir conversando al salir del teatro.

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