Stanislavblog por Liz Perales

Peceras, experimento manipulador

27 octubre, 2017 10:29

[caption id="attachment_1754" width="560"] Un momento de Peceras[/caption]

Peceras es un experimento violento. Mi acompañante estuvo a punto de largarse hasta que la cogí de la manga y le dije: ¡Hey… esto es teatro! Pero ni siquiera lo es. O si lo es, pertenece a esa categoría de teatro que engaña, desagrada, manipula al espectador para provocarle y generar controversia. No es representación ni entretenimiento, está más próximo a la barraca de feria. Lo reseño porque hay que contar también los dislates que una se encuentra por los escenarios, en este caso el del Teatro Lara.

La promoción de Peceras señala que la función trata del maltrato a la mujer. "Queríamos concienciar al público del número creciente de casos de mujeres víctimas de la violencia machista", me explica el autor y director Carlos Be cuando quise saber algo de los motivos de una obra así. Y continúa: "En 2013, ante la reducción del presupuesto del capítulo social dedicado a la mujer por el gobierno del PP, observamos que crecían los casos de maltrato".

No me queda más remedio que hacer spoiler de Peceras para explicar la impostura del montaje. La pieza tiene un comienzo sin cuarta pared, actores mezclados con el público, Fran Arráez e Iván Igalde hacen de tipos comunes, enganchan la atención del espectador con jovialidad y alegría y crean un ambiente relajado con sus bromas e interpelaciones a un palmo de nuestras narices. Pero cuando entra la mujer en escena, la actriz Carmen Mayordomo, la historia da un vuelvo feroz, y en sentido figurado pero con gran realismo comienzan las bofetadas, la actriz cae al suelo, es pisoteada, vejada, violada… Y eso que todavía no conocemos las motivaciones de los personajes.

Luego descubrimos que estos dos tipos están de juerga, y como quien va de putas, han contratado a una masoquista, una mujer que acepta todas estas vejaciones por dinero, una profesional que se presta a ser violentada, una mujer que interpreta a una mujer que es maltratada. Y la historia no da para más. ¿De verdad es necesario sacudir a una actriz en escena para que tomemos conciencia de este asunto?

No creo que este experimento, que se acerca más a una técnica de manipulación psíquica del público que a una representación teatral, consiga tan bienintencionado fin; y además, me temo que este exhibicionismo sádico tiene el perverso efecto de acabar trivializando el dolor de las víctimas reales, algunas de las cuales han pagado con su vida. Por otro lado, la función somete a los espectadores a una estresante situación, pues a su término acabamos desconcertados y confusos, sin saber si aplaudir o subir al escenario a darles de su propia medicina a los pobres actores masculinos.

No veo en este experimento una interpretación de la realidad con un fin artístico. Tampoco es una peformance en la que el artista experimenta directamente con su vida. Como digo, esto está más próximo a una técnica psicológica que tiene el objetivo de influir en la psique de los espectadores para que salgamos de allí odiando a los actores masculinos, a los hombres. En un psicodrama estas técnicas se emplean como terapia de grupo para curar a los pacientes de sus patologías, lo que trasladado al teatro equivaldría a considerar que los espectadores, representación de la sociedad, estamos enfermos.

Aunque argumentalmente no tienen nada que ver, la obra me trajo el recuerdo de la película Funny Games, de Haneke, de un sadismo escalofriante y gratuito en la que también yo estuve a punto de saltar de la butaca. Creo que Haneke declaró algo parecido a lo dicho por Be cuando le preguntaron por qué hizo un filme (y con 2 versiones) tan morbosamente sádica: también quería concienciar a los espectadores sobre la violencia de nuestra sociedad. Estos artistas tan preocupados por nuestras conciencias deberían comenzar por las suyas.

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