Rima interna por Martín López-Vega

Berta García Faet, edad de merecer

31 agosto, 2015 02:00

Uno de los nombres que en la antología de Luna Miguel Tenían veinte años y estaban locos destacaba por encima de los demás era el de Berta García Faet (Valencia, 1988). Aquella antología era una propuesta de lectura de ciertos nombres vinculados en torno a intereses creativos más o menos comunes. Lo que la distinguía de sus compañeros de quinta (y la sigue distinguiendo, a lo que se ve) era, es, la complejidad de su propuesta, lo elaborado de sus modelos formales.Mientras que la anáfora parecía ser el recurso favorito (y en algunos casos casi el único) de muchos de sus compañeros de quinta, García Faet alterna verso y prosa y crea poemas con estructuras complejas, que crecen a medida que lo necesita la elaborada sintaxis de su pensamiento poético. Lo único que lastra un algo esa variedad y esa complejidad es el abandono prácticamente absoluto de la puntuación en los poemas en verso. Falta de puntuación no es ni mucho menos falta de sintaxis (sus poemas lo demuestran) pero en una poeta de recursos tan abundantes llama la atención que opte por un solo tono.

Edad de merecer (La Bella Varsovia) es su último libro de poemas hasta la fecha (y van cinco; una cosecha ciertamente abundante para una autora tan joven). Las características de su poesía anterior se afirman, afinan y pulen en este nuevo libro. La variedad de formas y recursos (el uso de notas a pie de página, por ejemplo, que no es nuevo pero es usado con sabiduría) da pie a textos como “Trece tesis para la mejor comprensión de los pájaros en edad de merecer” que es una buena muestra de cómo García Faet complementa lo fragmentario con la necesidad de un sentido unitario que no se nos da masticado, sino con la urgente necesidad de ser completado por el lector (un significado para cada uno, tal vez).

Edad de merecer es un detallado tratado de dudas, perplejidades, anhelos y cicatrices en la última frontera de la juventud. Reflexión a la vez detenida en el instante de la decisión, y móvil a lo largo de todo el camino, acierta en la manera de hilar experiencia e impresión y sobre todo en la facilidad con que abre puntos de fuga, evita la moraleja y convierte heridas en pasadizos, decepciones en puertas y apetitos en señales. García Faet recurre a una cuidadosa mezcla de lenguaje conversacional sazonado de cuando en cuando con palabras cargadas de significado provenientes de la ensayística más contemporánea. El mayor peligro de estos poemas está, paradójicamente (y como suele ocurrir, por otro lado) en sus propias virtudes. La explícita renuncia a la moraleja lleva a un uso de la imagen y la metáfora casi inexistente (los pocos ejemplos se encuentran casi todos en las “Trece tesis” ya mencionadas). García Faet lo fía todo a la complejidad de sus formas y a veces afina poco lo que pone en ellas. El lenguaje deliberadamente plano acaba por resultar monótono después de algunos poemas, y el flujo de conciencia que esta poesía propone nos pide no señales que nos indiquen una dirección de lectura, pero sí algo que nos convenza de la urgencia de seguir su camino. Lo logra en los mejores poemas del libro, que no son pocos, de modo que es un reparo menor a un libro que, exigente y acogedor, abre caminos y sabe cómo hacernos preguntas sobre la poesía y la vida, y además no nos exige que estemos de acuerdo con sus respuestas.

Copio como ejemplo la primera sección del poema bimembre “Poema sobre los descubrimientos científicos y la transmigración de los poemas de amor”:

Un mamut recién nacido hace 40.000 años / en la Lejana Península de Yamal

muerto por haber tragado / légamo y arcilla / hasta asfixiarse

y hoy aparecido congelado / en el ángulo blanco / de un iceberg / asceta

y hoy reproducido en la fachada / fosforescente / de la revista / Nature

me hace pensar en el tiempo / y en el amor desgajado en el tiempo;

en la termodinámica, / ahorcada / en la línea del tiempo:

saber que moriremos, que morirá / este nudo;

saber que tú, mi amor, un día / serás hierba:

sobre el material de la ternura / que se cree infinita

se editan los efectos de esta lucha a muerte,

y no puedo evitar pensar tu cuerpo / como belleza móvil / hacia lo inmóvil

y el ronroneo existencial / me dice / que esto es triste

Más en opinión

Blog del Suscriptor
Image: La corredora

La corredora

Anterior

Pío Baroja, “el hombre malo de Itzea”

Siguiente