Qué raro es todo! por Álvaro Guibert

Los chinos

11 enero, 2017 17:33

[caption id="attachment_817" width="560"] Montaje de Le cinesi en la Fundación Juan March[/caption]

La Fundación Juan March, en coproducción con el Teatro de la Zarzuela, pone estos días en escena Le cinesi (dicho en español, Los chinos), ópera de salón de Manuel García. Muy recomendable. La fundación y el teatro llevan ya dos años con este proyecto y han producido óperas de pequeño formato de Pauline Viardot, Conrado del Campo, Chabrier, Barbieri, Laserna, Julio Gómez y Stravinsky. En breve veremos Mozart y Salieri, de Rimski-Korsakov.

Hoy decimos "música de salón", con deje un poco condescendiente, como queriendo decir que es algo menor. Le damos prestigio, sin embargo, a la palabra "cámara". En realidad es lo mismo. Antes, el departamento de cámara del Conservatorio de Madrid se llamaba "Cátedra de Música de Salón". Es música para hacer en una habitación, con pocos intérpretes y ambiente íntimo. Una ópera de cámara no es una ópera grande encogida, igual que un cuarteto de cuerda no es una sinfonía de andar por casa. Son géneros distintos que, en algunos aspectos, pueden superar en atractivo a sus primos de mayor tamaño. En música, a menudo menos es más. Ningún sinfonión postromántico de los de hora y media de duración y ciento y pico músicos en escena ha llegado más lejos que la Chacona en re menor de Bach, con un único violinista tocando a solo un cuarto de hora.

Teresa Berganza suele decir que la cámara es la hora de la verdad de la música. Se refiere a que en la cámara no hay burladeros: se te oye todo. La ópera de cámara reúne lo esencial (canto y teatro) y esquiva las dos rémoras que la ópera grande arrastra desde hace un siglo: un repertorio anquilosado y una impostación de la voz que favorece la potencia en detrimento de la sutileza. En la cámara, el cantante no tiene que llegar con un chorro de voz al señor de la última fila del cuarto anfiteatro, a ochenta metros de distancia, sino al de la fila 15, que está como mucho a quince o veinte. Además, no le acompaña una orquesta sinfónica, sino un piano o un grupo pequeño. La diferencia es grande: la voz se puede emitir con más naturalidad y son posibles matices más delicados. Por otra parte, la ópera de cámara se representa mucho menos, por lo que sus títulos son casi todos novedad. En la ópera grande, la repetición machacona, año tras año, de los mismos títulos conduce a puestas en escena compensadoras: hipertrofiadas en dimensiones y disparatadas en su dramaturgia. Como usted se sabe de memoria el argumento de La sonámbula, yo voy a impresionarle con una escenografía y vestuario espectaculares y voy a entretenerle (o a escandalizarle) inyectando en esta historia otra distinta y muy actual. La ópera de cámara no arrastra estas cargas y puede permitirse ir al grano: buena música y buen teatro.

Le cinesi es una ópera de Manuel García pequeña de tamaño y de ambiciones que se oye y se ve con gusto. García, el gran cantante español triunfador en los salones y los teatros del París romántico, la estrenó en su propia casa. No cambiará el curso de la historia de la música, pero tampoco lo pretende y, en cambio, proporciona una hora de música agradable bien cantada. Marina Monzó tiene una voz muy atractiva. Estuvieron bien también Cristina Toledo y Marifé Nogales y se agradeció la vis cómica del tenor José Manuel Zapata, todos ellos bien coordinados desde el piano por Rubén Fernández Aguirre. El libreto de Metastasio mira a la civilización china desde muy lejos y Bárbara Lluch, que debutaba como directora de escena, concretó esa mirada con acierto en el pequeño escenario de la Fundación Juan March.

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