La columna de aire por Abel Hernández

El poder de los amigos del misterio

9 mayo, 2014 18:59

En la última Columna de aire intentamos presentar esa nueva situación cada vez más habitual dentro del Pop que nos muestra a músicos experimentando con fórmulas alternativas de relación con el público. Casi todas subvierten las tradicionales formas verticales propias de la industria musical de toda la vida, en busca de otras mucho más horizontales, directas y limpias, evitando en buena parte intermediarios. Propuestas que incluso llegan a hacer modificaciones y apropiaciones (en un ejercicio que tiene mucho de manipulación de samples, de tunning o de circuit bending) de las funciones de éstos para que obedezcan a comportamientos distintos para los que fueron diseñados.

Contamos ahí  el caso de Vulfpeck y su ruptura sutil y cómplice con el público del sistema clásico de valores del pop, descomponiendo incluso las piezas de un nuevo canal aparentemente más horizontal como es el de las plataformas de música en streaming. Y nos fijamos en que esta situación no es un caso aislado en ese sentido, ni tampoco condensa del todo el dibujo del gran abanico de elementos y factores que comienzan a fluctuar y que son la batalla de cada día en el frente de combate del Pop. En las últimas semanas parece como si algo raro se respirara en el aire del planeta: están acaeciendo simultáneamente procesos paralelos con puntos en común y diferencias que permiten extraer una imagen más completa de toda esta complejidad.

Tras Vulfpeck podemos seguir con Paz Dylan, un caso de Si-la-montaña-no-va-a-Mahoma. Se trata de un músico de 25 años de EDM y R&B underground de Los Ángeles que ha ideado una estrategia al borde del delito para dar a conocer su música. En los días anteriores al pasado April Fool’s Day (1 de abril, el día de las bromas en varios países, incluido EEUU) Paz distribuyó de verdad 5.000 copias de su último álbum From the Bottom of My Heart to the Top of Your Lungs dentro de cajas de CD que son (caja y artwork, código de barras y gama de color) una réplica prácticamente indistinguible del aspecto de Believe de Justin Bieber. El lugar donde las colocó furtivamente fue en diversas tiendas de L.A. pertenecientes a las llamadas “grandes minoristas” como Target, Wal-Mart o Best Buy. Paz explicó con elocuencia sus motivos para hacer esta performance artística y más que probablemente ilícita en su página de Facebook:

“¿Por qué lo hacemos? Porque las tiendas minoristas podrían ser las tiendas de producto en oferta más competentes para difundir el arte independiente y en lugar de eso se saturan con ruido comercialmente filtrado. Así que convertimos esas tiendas como Best Buy y Walmart en lienzos para hacer llegar nuestro arte directamente a las manos de los consumidores. Si los minoristas impiden a los artistas sin sello llegar a las grandes superficies, simplemente forzaremos la entrada.”

Este no es el único episodio de rebelión contra los cauces establecidos por la industria más carca. El año pasado Paz reemplazó varias de las fotos existentes en el Museo de los Grammy por otras suyas, colocándolas en las paredes junto a ganadores de premios cuando no mostrándose en imágenes de duetos imposibles junto a Rihanna. Por otro lado, la corta, disfrazada y provechosa carrera de Paz está plagada de experimentos con los Social Media y los modos alternativos de distribución y difusión desde las entrañas del capitalismo 2.0., siempre en pos de crear unos vínculos estables y colaboradores con un público al que se incorpora como una parte más del proceso creativo. Ya en 2010 usó como canal de distribución para su mixtape de debut Young Broke and Fameless nada menos que la plataforma P2P BitTorrent (uno de los enemigos jurados de la industria oficial y de muchos músicos que no se han enterado todavía de nada) para llegar a una ingente cantidad de fans potenciales de forma gratuita para ambas partes. De hecho, Paz se adelantó en casi tres años al servicio llamado BitTorrent Bundle creado por tal plataforma de intercambios digitales y que ha sido utilizado entre otros recientemente por De la Soul, para distribuir (con muchos contenidos en abierto y algunos de pago) los materiales audiovisuales de su última creación Smell the D.A.I.S.Y. 

El público de Paz no deja de crecer y las copias de su disco con portada falsa de Believer alcanzan pujas de 200 dólares en Ebay. Posiblemente porque ha conseguido conectar su música con un nuevo modelo de relación que ya no se basa en la venta industrial de CDs ni en la rentabilidad de las descargas sino en la construcción de una base de fans sólida, incondicional y participante. Su estrategia meditadamente artística y estética es de búsqueda de y acercamiento hacia un público aún por conquistar. Paz busca sumergirse en el sustrato del pop de consumo más desechable y populista y, como estrategia de marketing, juega con los guiños autoconscientes a la vez que desea ser absorbido por ese gran público pop mainstrean al que quiere confundir o con el que bromea. Su ambigüedad y juego de opuestos y de máscaras recuerda al empleado por el umbrío dúo 18+ (sobre los que disertamos en esta columna de aire y en ésta ). Son casos de cifrado y descifrado de la naturaleza de ejercicio de consumo propio de la cultura de la música popular. Y ejemplos de cómo el juego con el secreto, el misterio y lo artesanal y auténtico pueden ir apareados con una llamada de vocación masiva. Quizá no sea casual que Paz haya escogido el disco de Bieber cuya portada y título demandan 'Creer'. La dislocación de sentido de un disco de Paz titulado Believe con la cara de Bieber, tiene un indudable sentido del humor en el que se invoca al escepticismo con respecto al pensamiento establecido. Pero, indirectamente, no deja de asumir el papel esencial de la fe en lo desconocido, el intercambio simbólico entre el fan y el músico.

El misterio, el secreto, lo oculto y recóndito, conforman uno de los ingredientes principales de otros dos casos, paralelos y muy diferentes. Nos referimos al disco Once Upon a Time in Shaolin de Wu-Tang Clan y a ese raro y grato acontecimiento que ha tenido lugar en torno a un disco inédito de Richard D. James, Aphex Twin. Para el que no conozca la historia del segundo caso es la que sigue: hace veinte años Richard D. James grabó un LP con el apodo de Caustic Window para su propio sello, Rephlex Records. Del disco llegaron a prensarse varios test de fábrica pero finalmente no se editó. Hace unas semanas una de esas contadas copias existentes (se habla de entre 4 y 10) fue puesta a la venta en la web Discogs por un vendedor anónimo y por 13.500 dólares. Era un ejercicio especulativo típico hasta que ocurrió algo diferente. Al conocer la noticia, integrantes del foro de música electrónica We Are The Music Makers (WATMM) decidieron llevar a cabo lo que puede calificarse como una operación de salvación popular. Lo que hicieron fue llegar a un acuerdo con todas las partes (el sello Rephlex, Richard D. James y el anónimo vendedor) para comprarlo colectivamente por un precio más bajo (5.000 libras, unos 8.300 dólares) y tener el derecho de hacer una copia digital por cada uno de los que contribuyeran a su compra. Para recaudar los fondos montaron una campaña de financiación colectiva en Kickstarter por la que se ofrecía la posibilidad de participar poniendo 16 dólares. El acuerdo con Aphex Twin y Rephlex consistió asimismo en que, tras comprar el test pressing al vendedor anónimo con el fondo puesto entre todos y facilitar una copia digital a cada mecenas, a continuación volverían a venderlo en Ebay. El dinero resultante de la venta posterior de ese vinilo casi único se repartiría en tres partes entre el propio Richard D. James, una ONG por determinar y los propios donantes. En un principio, se restringió el número de mecenas que tenían posibilidad de participar a los 500 necesarios para llegar a los 9.300 dólares (para pagar al vendedor anónimo y hacer un volcado analógico-digital de calidad), pero a los pocos días de empezar se decidió abrirla a todos aquellos que quisieran participar. El resultado resulta conmovedor: cuando quedan poco más de 24 horas para que se cierre el plazo de la campaña, el saldo es de 3.895 participantes que han aportado 63.236 dólares, o lo que es lo mismo casi siete veces más del mínimo necesario.

Estamos sin duda ante una de las grandes jugadas maestras de empoderamiento por parte de los fans. Una operación donde se ponen en juego múltiples factores. Con esta operación, los fans unidos por la causa se hacen, por el precio de una descarga digital cualquiera, con una versión digital de un disco destinado a ser una rareza para un coleccionista único, aprovechándose de una operación especulativa e interrumpiéndola hasta convertir su flujo económico en un bien de dominio más público, y transformando una operación de lucro individual en riqueza colectiva. Pero hay algo más: para ello usan el micro-mecenazgo como una forma no sólo de patrocinio de la obra de un músico al que quieren apoyar en su empresa sino, más allá, como nueva forma de edición de discos completamente al margen de intermediarios. Y lo más importante de todo: se trata de un mecenazgo y una difusión no solicitado por el músico, sino que impulsado por la iniciativa y energía de los fans. Esta toma voluntaria de poder por parte de los fans, de dejar una parte activa del trato al público, es el segundo ingrediente de este caso y, de modos diferentes resulta común a lo sucedido con Vulfpeck.

Y, como decíamos, sin duda lo clandestino y escondido, el misterio con que cautiva lo oculto tiene mucho que ver con estas energías entorno al disco secreto de Caustic Window. Hablamos de un disco llamado Santo Grial de Aphex Twin, algo que perteneció al terreno de lo legendario, que los fans han estado rastreando, siguiendo pistas mínimas durante veinte años, sin saber si existe. Hablamos de fe ciega porque aún en estos momentos que la campaña está a punto de terminar con hazaña, no puede olvidarse que nadie ha oído este disco excepto su autor y el sello. Y que todo este tinglado se ha montado por algo que no se sabe cómo sonará.

Así pues, por una parte tenemos esa búsqueda cómplice del fan (Paz y Vulfpeck) y brotes de un mecenazgo colectivo 2.0 (por iniciativa del fan al margen casi del deseo del músico) y tenemos ejercicios de don (el del fan que pone Sleepify de Vulfpeck para que éstos ganen dinero para poder hacer una gira con entrada gratuita, y el de Paz que regala sus discos en BitTorrent o a los compradores de Justin Bieber, el del fan de Richard D. James que apuesta por algo que puede contener silencio) para despejar un campo abierto de relación entre músico y público apenas mediada por la compra-venta de la vieja industria. Y por otra, juegos con el misterio, la rareza. Asuntos que pertenecen al debate sobre la unicidad, la autenticidad y la copia, y sobre la música como algo más que información colocada sobre un soporte o meros datos flotando en su viaje por el ciberespacio, a pesar de poder ser ambas cosas. ¿No les parece que nos acercamos a algo distinto? ¿No les da la sensación de que existiera un movimiento perceptible dentro del Pop que apuesta de diversas formas por aportarle (algo así como lo de que Walter Benjamin llamó) aura, no al objeto, ni siquiera posiblemente a la creación artística que está detrás, sino al intercambio simbólico que conlleva la relación músico-público?

En pocos días cerraremos esta ronda de pesquisas sobre estos temas y atenderemos a esa pregunta. Lo haremos analizando, por fin, el megalómano caso de Once Upon a Time in Shaolin de Wu-Tang Clan y sus inesperadas consecuencias.

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