El Cultural

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Homo Ludens por Borja Vaz

'Mosaic', Fritz Lang en la era digital

El videojuego transmite el desasosiego de una vida donde las nuevas tecnologías y la telemetría han difuminado la frontera entre la esfera pública y la privada

30 enero, 2020 09:50

La alarma del teléfono suena insistente sobra la mesilla de noche. La tenue luz del amanecer se cuela entre las rendijas de la persiana. Te incorporas sobre la cama, te abofeteas el rostro para desterrar el cansancio producido por otra noche de insomnio. Caminas hasta el baño, y frente al espejo te arreglas el pelo, te lavas los dientes y te ajustas la corbata. El estudio que alquilas resulta espartano, sin decoraciones de ningún tipo, funcional, estéril e impersonal. El frigorífico apenas tiene un tetrabrik de leche y algunos botes de salsas. Coges el paraguas y sales al pasillo. El móvil suena. Un mensaje automático del trabajo, avisando de las penalizaciones por llegar tarde, así como tus estadísticas sobre productividad. No tienen buena pinta.

Los días se suceden sin apenas nada que los diferencien. El metro siempre va atestado, con cientos de oficinistas cortados por el mismo patrón, con traje oscuro, espigados, arrastrando los pies al compás, en un desfile automático hacia la gran trituradora de carne. El paisaje urbano está salpicado de vallas publicitarias anunciando pastillas para dormir, fondos de inversión y aplicaciones para el teléfono que agitan la zanahoria del contacto humano. Mientras tanto, las facturas se amontonan sobre la mesa de la cocina, y los extractos bancarios definen una situación asfixiante. El ajustado salario apenas cubre los costes de vivir en la ciudad, a una distancia razonable del trabajo. Pero no hay alternativa. Hay que labrarse una carrera. Hay que sacrificarse. Hay que construir un porvenir. El sistema es una máquina insaciable que no tolera a los insumisos. De repente, un pez en el lavabo, la única mota de color en un mundo desaturado, y la promesa de una divergencia.

Mosaic es la creación del estudio noruego independiente Krillbite Studio, que ha contado con el apoyo financiero del Norwegian Film Institute, una entidad que lleva años inyectando capital en videojuegos con ambiciones artísticas del país escandinavo. Su comentario sobre los embelecos de la vida moderna puede parecer tosco y más bien superficial, pero es un punto de partida para ahondar en una presentación surrealista muy provocativa. Mosaic posee una identidad visual propia, con muchas ideas que van cambiando constantemente y que ayudan a mantener el interés. Las metáforas no son muy elaboradas, pero sí efectivas a la hora de transmitir el desasosiego de una vida donde las nuevas tecnologías y la telemetría han difuminado la frontera entre la esfera pública y la privada, y donde los empleadores abusan de su posición de poder, chantajeando al trabajador con la precariedad de su situación.

Los puzles que conforman el grueso del título tratan de emular la monotonía del trabajo de oficina y lo abstracto que resulta todo el proceso. El objetivo es alcanzar unos hitos utilizando de la manera más eficiente posible los recursos asignados mientras se mantienen a raya distracciones o amenazas. La presión desde arriba es constante. Después de un periodo de confusión inicial, con unas instrucciones mínimas que no dejan nada claro, las mecánicas acaban revelándose y, tras una dura contienda con la interfaz, se alcanza la meta de cada día. Pero nada tiene sentido. Es un mero número en la pantalla. No sabes qué has hecho, a quién has afectado o a dónde han ido tus esfuerzos. Es la disociación total entre el trabajador y el fruto de sus labores. La más absoluta carencia de significado.

Mosaic - Launch Trailer - Nintendo Switch

Krillbite Studio se ha inspirado en la marcha de los obreros en Metrópolis (1927) para presentar las diferentes maneras en las que el trabajo en la era digital, a pesar de haber superado las indignidades del pasado, consigue esclavizarnos, metiéndonos en una rueda que hay que alimentar constantemente. Cómo el estar siempre conectados nos obliga a estar siempre disponibles, y cómo el sistema es capaz de darle la vuelta a la situación para que atesoremos la misma condición que nos hace miserables. Es una pena que, al menos en Switch, la versión que he podido probar, al juego le falte una última fase de pulido, con varios fallos que impiden el progreso en momentos puntuales. Ninguna ha sido muy grave, y se han solucionado tras volver a cargar el nivel, pero hacen más obtusas algunas situaciones que ya de por sí son poco intuitivas. En todo caso, Mosaic es un ejemplo de la vibrante escena independiente nórdica, a pesar de su incómoda premisa.

@borjavserrano

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