El incomodador por Juan Sardá

El éxodo español de Icíar Bollaín

30 octubre, 2014 13:14

[caption id="attachment_969" width="560"] Fotograma de En tierra extraña, de Icíar Bollaín.[/caption]

Parece lógico y coherente dentro de la notable trayectoria de Icíar Bollaín, una cineasta que siempre ha hecho gala de su compromiso político y social, una película, un documental en este caso, sobre el éxodo de jóvenes (y no tan jóvenes) españoles a países europeos para buscarse la vida. Las cifras cantan y al principio del filme sabemos que desde que empezó la crisis se han marchado 250.000 mil personas según datos oficiales y 700 mil según cálculos extraoficiales. En cualquier caso, una barbaridad. Y en En tierra extraña, título del documental, conocemos a aquellos que han decidido probar suerte en Edimburgo, ciudad bella donde las haya, en la que habitan hasta 20 mil de nuestros compatriotas.

Bollaín utiliza para su filme, que se estrena este fin de semana, una bonita metáfora. Los emigrantes españoles en Escocia recogen todos los inviernos guantes perdidos que recopilan para realizar una acción artística. Bajo el lema "Ni perdidos ni callados" los miembros de esta acción quieren hacer oír su voz recordándonos que siguen siendo españoles y aunque se hayan marchado forman parte de nuestra sociedad. Claro que también ahora mismo forman parte de otra, la escocesa, y esa dualidad es uno de los temas que trata esta interesante y emotiva película en la que observamos de cerca las glorias, pero sobre todo las muchas miserias, de la emigración española.

Queda claro en la mayoría de los casos el futuro que les espera a los emigrantes patrios, muchos de ellos, licenciados, trabajan fregando platos, limpiando habitaciones de hotel, cuidando a niños o en lavanderías. Como se señala en repetidas ocasiones (demasiadas, hay un énfasis excesivo en algunas cuestiones) nuestros compatriotas juegan un papel muy parecido al de los inmigrantes sudamericanos o del Este de Europa que aterrizaron en nuestro país durante los años del boom económico. Lo dice una de las protagonistas, una chica que trabaja como limpiadora, si algo le ha enseñado la experiencia es "realidad", y la realidad es cruda.

[caption id="attachment_970" width="560"] Icíar Bollaín[/caption]

En tierra extraña adquiere un indudable valor como testimonio histórico de una época social y económicamente terrible como la nuestra. La principal lección, y es una lección importante, es que la emigración forzosa es en sí misma un drama en el que sus protagonistas dejan atrás familia, amigos, una cultura y unas costumbres para enfrentarse a una sociedad que aún siendo acogedora y amable como la de Edimburgo (todos lo dicen) lo pone mucho más difícil, como es lógico, a quienes acaban de llegar que a quienes llevan allí toda la vida. Trabajos de cuarta y, sobre todo, la soledad y la añoranza, unidas a la rabia y a la desesperación, son el caldo de cultivo de situaciones duras.

Con En tierra extraña se llora mucho. Son lágrimas espontáneas y sinceras, más emocionales que melodramáticas, que brotan como catarsis de una experiencia desgarradora. Uno se conmueve y se emociona escuchando a esos compatriotas que nos cuentan sus dificultades, sus sueños, sus esperanzas truncadas y también sus ilusiones al encontrarse a miles de kilómetros de casa. Sin subrayados dramáticos, Bollaín construye un paisaje humano tocado por la calidez y la cercanía de amplias resonancias en el que sentimos y padecemos a una generación que no se siente perdida sino echada a perder. El "me duele España" de Unamuno recorre el metraje como un grito de dolor y angustia, también como una luz que se refleja en los rostros y las ganas de vivir de esos emigrantes que también nos ofrecen la mejor imagen de nosotros mismos.

Acompaña a la peripecia escocesa un monólogo de Alberto San Juan y los sugeridos comentarios políticos de la propia Bollaín, que nos da su versión de la crisis. Según En tierra extraña, la culpa de los males de España es el neoliberalismo y un pacto entre las fuerzas reaccionarias de España a la muerte de Franco con Estados Unidos y los países libres para que la "casta" económica y social mantuviera sus privilegios y se implantara en España un sistema clasista en el que la misma élite de siempre no perdiera el poder. Toca asuntos interesantes y nadie puede discutir la renovación urgente de los núcleos de poder, pero la insistencia en echarle la culpa a Estados Unidos (que tiene más bien poca o ninguna culpa en los males de nuestro país) y un cierto tonillo populista y propagandista introducen un tono de polémica e ideología en un documental que gana precisamente cuando se limita a mostrar sin juzgar la estrepitosa caída de nuestro país en el abismo.

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