'Expulsión de los mercaderes del Templo' (El Greco, 1570). Foto: Wikimedia Commons

'Expulsión de los mercaderes del Templo' (El Greco, 1570). Foto: Wikimedia Commons

A la intemperie

Sobre los okupas literarios

Cualquiera que escribe cualquier cosa se cree escritor con derecho a fama mediática. Son aquellos que piensan que la poesía se reduce a anotar en un papel las palabras que se les ocurren. 

Más información: Catarsis para un viejo buscador de medallas

Publicada

La poeta Elsa López ha reaccionado ante la estupidez presente contra lo que llama, con toda propiedad, "okupas literarios". Lo son, y son legión: compran cualquier pequeño sello editorial y perpetran ahí sus disparates dizque literarios, aunque son escritos (vergonzosos) que nada tienen que ver con la literatura.

Elsa López los atiza con el látigo intelectual y bíblico de la ira, como si estuviera echando del templo a los mercaderes. Pero son legión, una epidemia nefasta que se cuela como aire viciado por debajo de las puertas. Ya no hay filtros ni apenas jerarquías literarias: cualquiera que escribe cualquier cosa se cree escritor con derecho a fama mediática, subvención institucional y aplauso de famoso en plaza pública. ¿Quiénes son los responsables de este estado de cosas?

Hay gente que ha empezado a creer, apenas sin haber leído literatura, que la poesía se reduce a la mera escritura de palabras que se le van ocurriendo y que carecen de toda otra característica. Casi todos comenzaron sus desafueros en las redes sociales y han logrado la gloria por la popularidad —bastarda popularidad— que han alcanzado en los medios informativos, sobre todo en la televisión.

Esos son los okupas literarios: si no pueden comprar un minuto de las editoriales no preposicionales, se lanzan a la autoedición. Conozco a alguna "escritora" que vuela a París todos los años a comprar la traducción al francés de su "obra literaria" y un sello editorial con el que volver bajo el brazo con la sonrisa del triunfo internacional.

La frivolidad y la infantilización enfermiza de nuestra sociedad y el vicio de la tendencia al mínimo esfuerzo hace todo lo demás, incluida la confusión entre escritores de verdad y aquellos que escriben por personalismo psiquiátrico, por egocentrismo analfabeto, por mera vanidad de estrella imposible. Los okupas literarios ignoran que son unos ignorantes y que pertenecen a una categoría menor que carece de categoría intelectual, aunque sean legión, aunque ganen la batalla.

El primer okupa

En su tiempo de mando único, Juan Luis Cebrián, que inútilmente pretendió ser también y además novelista de postín perpetrando algunos bodrios bastante vergonzosos, llamaba con sarcasmo "el circo" a los novelistas de Alfaguara de la época, que iban de un lado para otro con sonrisa mediática y bailando con sus "descubrimientos" en cualquier geografía que se brindara a aplaudirles.

Había en Cebrián, con respecto a esta troupe de novelistas, una envidia difícilmente ocultable: su ego —no hay que olvidar que él fue el gran artífice de la transición...— no podía soportar el talento literario de los novelistas de Alfaguara y la alta distancia intelectual que tenían y de la que él carecía. Ahí están los restos mortales de sus textos literarios para comprobarlo.

Hoy me he preguntado si fue Cebrián el primer "okupa literario" que hubo en la España de finales del siglo XX, y si fue tras él, y con otros como él (con poder mediático y político, sobre todo en la televisión y con las subvenciones de pan y circo), cuando llegaron las hordas de bárbaros iletrados que hoy nos inundan.

Lo malo es que dan el pego con la ayuda de los de siempre y de las instituciones regidas por mediocres que bordean la ilegalidad, si es que no caen y se bañan en ese barro pegajoso y puerco. Pero así estamos, y eso provoca el grito de una verdadera escritora, la poeta Elsa López, añadido a que el mercadeo editorial sin ética ni estética alguna —como ha subrayado recientemente Pérez-Reverte en uno de sus artículos — se ha entregado al becerro de oro y casi ha abandonado por completo su verdadera misión: los cimientos de la literatura consagrada y el descubrimiento de nuevos valores verdaderamente literarios.

Como decía el poeta, cada vez hay menos plata y más barro y la confusión se extiende como un tsunami absurdo que amenaza a la verdadera literatura. Algunos seguiremos escribiendo con la responsabilidad de ser escritores de verdad. Somos los últimos mohicanos, los descendientes de la logia de cazadores de ballenas blancas, los Sísifos que subimos todos los días la piedra a la montaña, aunque sepamos que caerá rodando de nuevo por el abismo, los que tenemos la conciencia clara de que somos galgos corredores que nunca alcanzaremos la liebre mecánica. Aún así, seguimos corriendo en el canódromo de la literatura mientras los "okupas" tratan inútilmente de alcanzarnos.

¿Y qué hacemos con las y los "okupas", cebrianescos o no? Ignorarlos casi siempre y, de vez en cuando, marcar las diferencias: sacar el látigo, acercarnos al templo "okupado" por los mercaderes y "mercaderas" y explicar, una vez y aunque prediquemos en el desierto, que no es lo mismo soplar que hacer botellas. Para lo primero sólo se necesita estar vivo; para lo segundo se necesita talento, dedicación voluntad y conocimiento.