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A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

Los cielos de curumo

1 mayo, 2019 08:36

Los cielos de curumo es el título de la nueva novela de Juan Carlos Chirinos, escritor, novelista y articulista venezolano que reside en Madrid, España. Curumo es, en Venezuela, sinónimo de zamuro (zopilote, gallinazo, en otros lugares de América Latina), una suerte de ave carroñera semejante al buitre (o una especie de buitre, como ustedes quieran) que parece un animal urbanista: no teme al hombre, al que se le acerca con absoluta confianza como si supiera que de él también venimos. El título de la novela, publicada por Phil Camino en su editorial La Huerta Grande, hace alusión, o es metáfora, del buitre y el constante saqueo económico y social al que el madurismo chavista ha sometido desde hace ya demasiado tiempo a Venezuela. Chirinos muestra en la novela el modus operandi, la manera de "trabajar" de esa élite perversa y corrupta venezolana que llegó con Chaves y se ha perpetuado con Maduro.

Ahora mismo suenan trompetas de sublevación cívico-militar en Caracas y en toda Venezuela, cuya dignidad como país ha quedado liquidada por el régimen castro-madurista de uno de los sátrapas más vulgares y liquidacionistas que haya dado el gran país venezolano. Ahora mismo la esperanza vibra en los venezolanos que están en el exterior del país, más de dos millones y medio de personas que tratan de sobrevivir en un exilio asombroso y criminal.

Hablemos de la novela: me olió cada página a petróleo, el olor y el oro de Venezuela, el dolor y la gloria venezolana durante décadas. La primera vez que visité Venezuela (he estado 24 veces y a veces se me escapa gloriosamente hablar como un caraqueño culto) me olió Venezuela a petróleo. El aire de Caracas olía a petróleo y dólares. Chirinos me ha hecho recordar, bien que con añoranza nostálgica, mis "paseos" por el aire pretolero venezolano y mis estancias en las páginas de los más grandes escritores de Venezuela: desde Rómulo Gallegos, héroe literario de Chirinos, hasta mis amigos ya fallecidos Salvador Garmendia y Adriano González León. A esta vertiente del escritor crítico, pero además en la más fuerte de las actualidades, se adscribe la novela de Chirinos, cuya prosa para un caballo joven cabalgando por la gran sabana de la literatura venezolana. Estoy seguro de que los hipotéticos lectores de esta novela no perderán su tiempo en leer una novela cualquiera, sino un texto literario perfectamente estructurado, con unos personajes que hablan y sienten en esas páginas como lo que son, seres humanos que, como en este episodio de la novela, provocan los graves problemas de su país y de su pueblo.

Los personajes de Los cielos de curumo son una suerte de marionetas del sistema ladrón: todos buscan enriquecerse de la peor manera posible hasta que la evidencia de la ruina moral y el disparate político se hacen tan evidentes que la palabra que más conmueve, y el concepto que más llena la novela, es el de la destrucción. Destrucción física, moral, económica; destrucción total. Chirinos no imposta el texto ni oculta el panorama aciago de Venezuela: lo retrata en unas páginas tan bien escritas que describen exactamente lo que quiere describir el autor, escritor consumado que busca su estilo en una especie de realidad cercana que, a veces, salta incluso hasta el límite del realismo mágico o lo que conocemos como tal. Hay personajes que incluso huelen a avellana. Ustedes, los lectores, se preguntarán a qué huele la avellana: a avellana, sólo que no todo el mundo recuerda el olor a avellana, algo extraño y conseguido con palabras en la novela de Chirinos. Los impostores, todos, masculinos y femeninos, y sus agentes, son retratados con mano firme y realista por Juan Carlos Chirinos, en ciertas ocasiones con sorna, en otras con verdadero furor en la descripción: he aquí, en estas páginas que a veces huelen a avellana y otras a petróleo la descripción horrorosa de la destrucción de un país rico; la descripción de la maldad en la construcción del totalitarismo, con miles y miles de "cooperantes" cubano-castristas que ocupan el país desde arriba humillando incluso a quienes, tal vez por miles, se siguen declarando chavistas.

Mientras escribo estas sensaciones de mi lectura de la novela de Juan Carlos Chirinos, llegan noticias de sublevación en Venezuela. Tal vez sea el largo principio del final, que se espera con esperanza pero que será también mucho más largo.

Yo llevo a Venezuela en mi corazón desde muy joven. Hasta, en ciertas ocasiones, me toman por venezolano: no sólo no me importa, sino que me siento enorgullecido por ello. La lectura de esta novela, tan cercano el autor, tan sentido y conocido el fresco de Venezuela en "los cielos de curumo" que me he movido entre sueños, hoy mismo también, en la esperanza de una Venezuela que salga del caos para siempre, que recupere las libertades. Una Venezuela que, algunos años más adelante, lea Los cielos de curumo como lo que es: un retrato de la Venezuela actual, con militares y civiles corruptos en la cúpula de la sátrapa, una pesadilla dramática de la que hay que salir cuanto antes hacia la libertad, la dignidad y la nueva fraternidad.

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