A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

Franquismo

20 noviembre, 2018 19:26
Manifestación antifranquista en los años 70

Manifestación antifranquista en los años 70

Tal día como ayer, 20 de noviembre, en el año 1975 fue un día feliz en España para mucha gente. Todo el antifranquismo vio la muerte del dictador, un episodio que había estado esperando cuarenta años. Si la guerra de Franco fue un desastre, el gran desastre fue la posguerra, el largo tiempo gris y frío de la dictadura. Pero no todo el mundo fue feliz el día de la muerte del dictador: muchos hubo, muchos, que le rindieron honores y muchos reclaman todavía su vuelta. Hubo momentos de esta democracia nuestra, frágil y bella en comparación con la dictadura, en que Franco, sepultado en un adefesio llamado impíamente el Valle de los Caídos, dejó de existir. Mejor dicho: era como si no hubiera existido, una suerte de suspiro tendencioso y pesadillesco que más que una realidad parecía haber sido la simple leyenda de un mal momento. Pero ahí estaba, en la tumba, esperando su momento, paciente, reposado, dejando que los niños jugaran en el patio del colegio. Y ahí está hoy, lleno de nostalgias y de banderas. Nos dijeron desde la dirección que ya estaba fuera, que era cuestión de días u horas su desalojo del adefesio; nos dijeron que el adefesio cambiaría de símbolo y de color; nos dijeron que ahora sí que el dictador iba a irse al infierno. Pero ahí está, digno todo el espectáculo de ser catalogado como sainete valleinclanesco: un pulso a la Historia. Estoy ya ansioso, esperando la novela que salga de toda esta chapuza.

Dicen los jóvenes malcriados de nuestra izquierda histérica que España ha cambiado poco en todo este tiempo de democracia; que la nuestra, bella y frágil, no es una verdadera democracia; los jóvenes malcriados de nuestra democracia no saben lo que fue la dictadura, y sin embargo quieren que se abran ahora tribunales que juzguen los crímenes de Franco; los jóvenes malcriados me llamarían franquista en cualquier rincón del bar en el que hacen esa revolución tan nostálgica como el propio franquismo; me llamarían franquista por llevarles la contraria y confirmarles que aquella España de Franco no se parece nada a esta España de ahora, uno de los mejores países del mundo para vivir y encontrar, casi todos los días, el dios de Spinoza que muchos van buscando sin saberlo; los jóvenes malcriados de nuestra izquierda están más malcriados que ninguna de las izquierdas que habitaban, jugándose la vida, aquel franquismo siniestro. Por eso son jóvenes malcriados, ignorantes de otro resabio que no sea el suyo, rodeado de miles de ideologías, todas las que son las suyas. Llaman fascista a Savater; llaman fascista a Serrat, en la otra latitud caliente del país; llaman franquista a cualquiera que se mueva en la foto histórica que quieren que sea el símbolo del país. "Ahora Venezuela ha mejorado mucho; hay tres comidas para los venezolanos", dice el pobre Errejón, cuya visión moral deja mucho que desear en los tiempos que corren. Es lógico: los jóvenes malcriados que mandan en la ya nada joven izquierda malcriada lo traen y lo llevan, a él, al profesor Errejón, como un becerro al que le encargan los trabajos sucios sobrantes.

Yo espero esa novela que enlace el tiempo, el momento, el día, el instante mismo en que murió Franco con este tiempo de ahora, un tiempo de jóvenes malcriados de izquierdas que llaman al resto del mundo franquista o fascista que, para ellos y para el caso, es lo mismo. Espero que pronto haya una novela realista que nos explique esa versión de la ficción que hoy vive España, entre la corrupción, el insulto cotidiano y el griterío de los jóvenes malcriados que dicen que todos somos franquistas menos ellos. Sin darse cuenta, se miran al espejo del totalitarismo que el dictador implantó en toda España; sin darse cuenta están elogiando la dictadura, jugando a ser ellos solos los demócratas, ellos solos los que juegan a la pelota en el patio del colegio, dueños del colegio, del patio y de la pelota: dueños de todo, si los dejamos los demás, los que somos catalogados de franquistas por el mero hecho de no ser jóvenes ni malcriados.

Mientras se juega a ese juego, todos nos debilitamos: todos hacemos irrespirable el aire de este país, una de las tierras y pueblos donde mejor se vive del mundo, dicho esto por notables corporaciones internacionales. Sí, aquí, en esta democracia, frágil y bella, hay muchos problemas; y es posible que haya muchos problemas porque hay muchos abusos; y es seguro que hay muchos abusos porque hay mucha corrupción; y también es seguro que hay mucha corrupción porque hay muchos ladrones sueltos y robando; y es seguro también que si hay muchos ladrones robando, desde arriba a abajo, es porque la sociedad española, la joven y la vieja, está malcriada desde el colegio y la familia, no sabe lo que es el respeto ni la educación. Por eso los jóvenes malcriados de izquierda creen que este instante es el suyo. Todos los demás, ya saben, somos franquistas...

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