Juan Gris: Guitarra y frutero, agosto de 1918 (detalle)

Museo Carmen Thyssen. Compañía, 10. Málaga. Comisarios: Eugenio Carmona y Lourdes Moreno. Hasta el 25 de febrero

Es una pequeña exposición, pero con importantes préstamos y sustentada por novedosas tesis de fondo. De la mano de los comisarios Lourdes Moreno, directora artística del museo Carmen Thyssen Málaga, y Eugenio Carmona, catedrático de historia del arte de la UMA y especialista en vanguardias, se muestran casi setenta piezas entre pinturas, esculturas, dibujos, libros y carteles para alumbrar una interesante visión del cubismo, a partir de 1916.



Para explicar ese "segundo cubismo", el recorrido se ha ordenado en tres secciones: un inédito cara a cara entre Blanchard y Gris, porque a pesar de la abundante literatura sobre su amistad y posterior alejamiento nunca se había abordado en nuestro país la convivencia de sus pinturas. Seguida por sus relaciones con Lipchitz, Metzinger y Gleizes -puesto que los cinco fueron agrupados en la galería L'Effort Moderne de Léonce Rosenberg-, junto al que fuera su intérprete, el crítico Paul Dermée,y la confluencia de los literatos Gómez de la Serna y Vicente Huidobro, aquí con destacados poemas visuales de los años veinte. Y finalmente, el desembarco del cubismo en España, que tomó la etiqueta de Arte Nuevo, por ser la primera generación vanguardista en nuestro país, donde encontramos a un joven Dalí, demasiado blando y lábil para interpretar el cubismo pero propulsor de su poética en la Residencia de Estudiantes de Madrid, junto a telas de los malagueños José Moreno Villa y Joaquín Peinado, con Benjamín Palencia representantes después de la "figuración lírica", un Manuel Ángeles Ortiz que prefiere seguir el dictado de Picasso antes que a Gris, Francisco Cossío, Santiago Pelegrín y el catalán Julio González, aquí con un pequeño relieve de hierro recortado, poco conocido, pero muy importante bodegón cubista, y que marcaría un final para el cubismo en nuestro país.



Salvador Dalí: Naturaleza muerta, 1923 (detalle)

Aunque el "segundo cubismo" fue plural, según Carmona, los amigos Gris, Lipchitz y Blanchard habrían tenido un importante protagonismo entre 1916 y 1920, animados por el ideal de la "pintura pura" ya apuntada por Apollinaire en Les peintres cubistes. Se trata de un cubismo post collage, en donde se dirime la dialéctica entre lo figurativo y lo abstracto, cuestión que, como es sabido, se saldaría con el triunfo figurativo con el "retorno al orden" en los años veinte, como aquí se muestra con La vista sobre la bahía, 1921, de Juan Gris, de influencia matissiana con su evocación mediterránea.



Sin embargo, durante aquellos años Gris y Lipchitz, ambos masones, se comprometerían con infundir a pintura y escultura una construcción arquitectónica. De hecho, el crítico P. Dermée hablaría de un "cubismo constructor" frente a otros: el "decorativo" o el "estilizador"; y W. George de la "escultura arquitectónica" de Lipchitz. Así como el propio Juan Gris en De las posibilidades de la pintura, partiría de "la pintura como arquitectura". Convencimiento que les habría llevado a subrayar los planos respecto a la referencia figurativa. Y en el caso de Gris, a simplificar la paleta tonal con solo tres o cuatro colores.



En cambio, María Blanchard cuya pintura se reivindica en esta exposición, teniendo en cuenta estos presupuestos, los habría desbordado, introduciendo dinamismo, allí donde Gris parece reivindicar en el fondo la gran tradición española de la naturaleza muerta mística desde Sánchez Cotán; ampliando la paleta con contraposiciones de colores insólitos, en diálogo no explicitado hasta ahora con el simultaneísmo de los Delaunay; y ofreciendo una nueva solución frente al collage, como puede comprobarse en los estarcidos de papeles pintados y letras en la excepcional tela "Sois sage. Jeanne d'Arc". Seguramente, se trata de un autorretrato bajo el emblema "sois sage", expresión gala que significa "sé buena" pero también literalmente "sé inteligente". Quizás, como aventura Moreno, el hecho de que aun cuando los cubistas terminaran todos los días en su casa, según los recuerdos de Severini y Gómez de la Serna, pero ella mantuviera un perfil bajo ante otras voces cantantes, le habría permitido mantener una mirada más amplia del panorama coetáneo al tiempo que autobiográfica.



@_rociodelavilla