Image: Cuando creímos ser modernos

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Exposiciones

Cuando creímos ser modernos

Arte y cultura en torno a 1992

19 mayo, 2017 02:00

Renée Green: Puesta en escena: tela conmemorativa, 1993. Fotografía: Pablo Ballesteros

CAAC. Avenida Américo Vespucio, 2. Sevilla. Comisario: Juan Antonio Álvarez Reyes. Hasta el 24 de septiembre

1992 fue el año en el que por fin parecía que íbamos a ser modernos. Se iban a celebrar en territorio español los Juegos Olímpicos y la Exposición Universal. Barcelona y Sevilla, al menos por unos meses, se convertirían en las capitales del mundo, se decía. Iban a llegar inversiones, infraestructuras y turistas, se contaba. Y llegaron pero muchas también se fueron. Se fueron demasiado pronto, dejando en algunos casos especulación, ruinas y fantasmas. Íbamos a ser modernos pero seguíamos presentándonos -exóticos pero no demasiado- como querían que fuéramos, aunque quizás en eso consista ser moderno.

Han pasado 25 años y los fantasmas siguen paseándose por esas calles casi desiertas de la Isla de la Cartuja. Son fantasmas que se han preferido ignorar porque era mejor no recordar ese momento, apenas unos meses, en el que creímos ser modernos. Ahora se han aparecido algunos, se muestran en la exposición Arte y cultura en torno a 1992, que se celebra en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, comisariada por su director, Juan Antonio Álvarez Reyes. En ella se toma como excusa otra exposición, Arte y cultura en torno a 1492, que fue una de las más publicitadas de la Expo'92, para reflexionar sobre algunos aspectos que se olvidaron en esas celebraciones. Arte y cultura en torno a 1492 presentaba producción material y artística realizada en ese año o en fechas cercanas a él, traduciendo el espíritu enciclopédico, positivista, universalista y civilizatorio de la Expo'92, un espíritu que era heredero de los presupuestos del Siglo de las Luces, ese que produjo muchas sombras porque el sujeto de la Ilustración, el que había tomado el poder de la palabra y la mirada, era único: masculino, heterosexual, blanco, y burgués, y no dejaba lugar a la existencia de otras identidades.

Rogelio López Cuenca y Elo Vera: Lugares oscuros, 2017. Fotografia: Pablo Ballesteros

El carácter colonial de la celebración de la Expo'92, que conmemoraba el 500 aniversario del llamado descubrimiento de América, quedó también claro en los proyectos que se presentaron al concurso de arquitectura para la adecuación de la Isla de la Cartuja, como se aprecia en la propuesta del argentino Emilio Ambasz (Buenos Aires, 1943) para abrir la exposición y que no fue construido, a pesar de haber resultado ganador junto al de José Antonio Fernández Ordóñez (Madrid, 1933- 2000). En él, se puede leer: "En 1492 tres naves de España donaron a la humanidad un Nuevo Mundo. En 1992, cada nación del mundo retorna a España en propia nave para presentar sus logros y esperanzas". Frases que esconden una historia de invasión, sumisión y explotación que se desvelan en el proyecto que Elo Vega (Huelva, 1967) y Rogelio López Cuenca (Málaga, 1959) han realizado específicamente para esta exposición. Se trata de un mapa de la ciudad de Sevilla en el que, mezclando pasado y presente, se evidencia su historia colonial como el principal centro comercial (incluido el tráfico de esclavos: los otros convertidos en mercancía) de la Monarquía española durante la dominación de América. También se subraya esa nostalgia del imperio que ha definido el modo en el que se ha construido la imagen de España como nación desde el siglo XIX y que justificaba y legitimaba las actuaciones de los que estaban (y todavía están) en la esfera del poder. Asuntos que de algún modo se pueden rastrear también en los vídeos de María Cañas (Sevilla, 1972), Expo Lío 92 y Cumbia Against the Machine, más centrados en lo que supusieron las ideas de globalización y multiculturalidad en torno a la Expo'92 y en su desmitificación.

Junto a estas obras, y la videoinstalación de Patricia Esquivias (Caracas, 1979) sobre lo que ocultan los símbolos, se muestran las de los artistas que se citan como representativos de 1992 en el libro Arte desde 1900, escrito desde el centro, Nueva York, por algunos de los miembros más importantes del círculo de la todopoderosa revista October, esa desde la que se ha construido con diferentes tácticas el relato, con artículo determinado porque pretende ser el único, del arte contemporáneo.

María Cañas: Cumbia against the machine (fotograma), 2017

Se trata de cuatro artistas estadounidenses que han sido clasificados dentro de la crítica institucional y que ponen en cuestión a los museos y sus estrategias discursivas: Mark Dion (Massachusetts, 1961), Andrea Fraser (Billings, Montana, 1965), Renée Green (Cleveland, Ohio, 1959) y Fred Wilson (Nueva York, 1954). Sobresalen las de los dos últimos en torno a la esclavitud, eso que la Historia con mayúscula ha querido esconder, incluso ha llegado a negar, y cuyos rastros se abandonaron en el almacén de los museos, y los estereotipos raciales, aquello que se considera natural pero que forma parte de una construcción siniestra. Wilson recupera esa historia y la introduce directamente en el museo en el proyecto Mining the Museum, realizado en la Sociedad Histórica de Maryland, y Green altera el estampado de una elegante toile dieciochesca incluyendo imágenes del libro The Image of the Black in Western Art en su instalación Mise en Scéne.

A estas obras, se ha añadido una colección de regalos realizados durante el 92 por diferentes representaciones nacionales que conserva el museo entre sus fondos. Parecen curiosidades pero no lo son porque transmiten muy bien el ideario que se expresaba en la Exposición Universal. Además se expone el archivo audiovisual de la Expo'92, que también guarda el CAAC, aunque es intocable porque esa tecnología que tanto se alababa en 1992 ya ha quedado obsoleta. Arte y cultura en torno a 1992 podría ser un comienzo, un punto de partida, con lo que ello conlleva de crítica, para la revisión profunda de ese momento fundamental que fue 1992, cuando creímos ser modernos, incluso algo más.