Image: Vari Caramés, Menard y las mareas

Image: Vari Caramés, Menard y las mareas

Exposiciones

Vari Caramés, Menard y las mareas

Ritmo Mareiro, 1980-2012

18 mayo, 2012 02:00

Tránsito 2, 2001-2004

Sala Rekalde. Alameda Recalde, 30. Bilbao. Hasta el 3 de junio.

Es un veterano surfista gallego dedicado desde pequeño a la fotografía. Dice que siempre tendrá el corazón salado, lleno de salitre. Ahora, en la Sala Rekalde presenta 'Ritmo mareiro', fotografías captadas al movimiento de las mareas, al vaivén de las olas.

¿Se acuerdan de aquel Pierre Menard de Borges? El pobre hombre quería escribir El Quijote a finales del XIX. Mejor dicho, quería escribir un libro que resultara coincidir palabra por palabra con El Quijote. Borges se encarga en su relato de desgranar las condiciones necesarias, que podríamos resumir en una: Menard tendría que convertirse en un hombre del XVII para que su empeño fuera posible.

El empeño de Menard me vino a la cabeza el otro día al asistir a la inauguración de la exposición de Vari Caramés, Ritmo mareiro (El ritmo de las mareas) en la Sala Rekalde de Bilbao, empezando por el público, compuesto en su mayoría por lo que comúnmente definiríamos como "aficionados a la fotografía" y que habría que diferenciar (en parte) del de "aficionados al arte". Siguiendo por el tono de la presentación, una reivindicación a ultranza de "la fotografía de carrete", aquella que se hacía, se sigue haciendo a duras penas, con cámaras analógicas y rollos de película.

No es que haya que tirar por la borda toda la tradición de la fotografía y toda la reflexión estética sobre ella. Ya sabemos lo que se dice sobre aquellos pueblos que olvidan su historia. Es, simplemente, que no hay que olvidar la historia. El recorrido fotográfico de Caramés comienza con los ochenta. Años de cambios dolorosos y profundos entre nosotros, con una transformación social y una apertura al mundo que ahora se presenta como algo muy mono y muy bien hecho, pero que conllevó muchos sinsabores. También fueron años de cambios profundos y dolorosos en "lo fotográfico", que inició un proceso, ya apuntado en los setenta, de replanteamiento de su función. De arriba abajo. De esos años provienen la crisis del documentalismo, la de la fotografía como representación, el anuncio de su "muerte" a manos de la tecnología digital y la integración en el sistema del Arte.

Pero el mundo de Caramés se parece al de las mareas, al que hace mención el título de la muestra. En poco se diferencian las imágenes del ochenta de las del año pasado, si dejamos de lado el mayor tamaño de las copias y el uso del color. Como las mareas, Caramés vuelve una y otra vez sobre un concepto de la fotografía que alguna vez he denominado "a la francesa", por ser ese país, marcado, sin duda, por sus grandes figuras tanto como por su pensamiento estético (Barthes, pero también Denis Roche o Philippe Dubois), donde más ha cuajado esa forma fotográfica centrada en el principio de la huella luminosa y en el famoso "Ça à été" de La cámara lúcida. Ajeno, (y tiene todo el derecho a ello), a reflexiones y propuestas como las que desde los años ochenta han venido haciendo autores como Cindy Sherman, los Gursky, Ruff y Struth de la escuela de Dusseldorf, o incluso Martin Parr (aunque no sea de mis favoritos), Caramés vuelve una y otra vez sobre la idea de la huella, el registro visual de lo que la cámara tiene ante ella y una retórica del desenfoque que pretende, a un tiempo, reforzar esa idea del registro, de la constatación de una presencia, por encima de la precisión descriptiva de la lente, y desdeñar el preciosismo técnico de la tradicional fotografía artística.

El "pero" es que ese rechazo de lo óptico, de la fotografía que proporciona tal calidad de reproducción que sugiere lo táctil, termina por caer en aquello que niega: la investigación, o reiteración formalista. Una forma perfectamente adaptada a los temas de Caramés: la omnipresencia del agua en el entorno gallego, sea en forma de mar o de lluvia, pero finalmente un discurso que, como las mareas, vuelve siempre sobre sí mismo.