Exposiciones

Damián Flores, frialdad relativa

5 enero, 2006 01:00

La equitativa, 2005

Estampa. Justiniano, 6. Madrid. Hasta el 21 de enero. De 150 a 3.600 e.

Tras un minucioso estudio, Damián Flores (1963) nos presenta un catálogo pictórico de lo que nos ha quedado de aquellos cortos pero efervescentes años de esplendor de la arquitectura racionalista en Madrid, un período que comienza en la segunda década del siglo XX y que se trunca con la Guerra Civil y con la sólida convicción, por parte del bando nacional, de que esa nueva arquitectura no era sino una rama más de aquel abominable "arte degenerado". El pintor extremeño ha recorrido Madrid y ha realizado una intensa labor arqueológica para rescatar muchos de estos edificios en un ejercicio que recuerda a aquellos grandes proyectos monumentales de los fotógrafos del siglo XX, desde Sander hasta los Becher. Son alrededor de una veintena de cuadros de pequeño y variado formato -hay en la muestra algún cuadro circular- en los que el pintor presenta los edificios desde una perspectiva radicalmente frontal, algunos de ellos en primerísimos planos, y con la clara intención, tan arraigada en su trabajo, de insistir en la interpretación de lo intemporal, fundamentalmente mediante la exclusión de personas y de toda información, algo visible en obras como Gasolinera, la que construyó Casto Fernández Shaw en la carretera de Barcelona. Porque Flores sí nos cuenta quién es el autor de los edificios, y cuándo y dónde fueron construidos, algo que subraya de nuevo esa voluntad investigadora y pedagógica -hay un mapa de Madrid a la entrada en la que se marcan las localizaciones de los edificios- al tiempo que nos acerca, otra vez, a esa querencia obsesiva de acumular e inventariar sistemáticamente, tan propia de los autores alemanes antes citados.

Pero en estos cuadros la temperatura es otra. Y frente a la radicalidad del encuadre y la fría apariencia icónica de los motivos, la presencia cálida e indiscutible de la pintura. Flores respeta la línea rígida y consciente de las construcciones y asume la simétrica dureza de las formas (Viaducto) pero esto no impide que fluyan los elementos característicos de una pintura de clara filiación lírica: el lento y exhaustivo tratamiento de las luces y las sombras, y un cromatismo que, sea en su sobriedad (Vivienda Díaz Caneja) o en su fulgor (Edificio Parque Sur), remite a una profunda sensación de añoranza.