Image: Un arte contra la cultura

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Exposiciones

Un arte contra la cultura

Jean Dubuffet. Huella de una aventura

13 noviembre, 2003 01:00

Portrait d"Antonin. Artaud Cheveux Épanouis, 1946

Guggenheim Bilbao. Abandoibarra, 2. Bilbao. Hasta el 25 de enero

Sí, la materia es inerte, pero no nos debe ser indiferente. Esta es, al menos, la primera conclusión que uno obtiene al recorrer las salas que acogen la obra de Jean Dubuffet (1901-1985) en el museo Guggenheim. Dubuffet no sólo da forma, sino que confiere a los materiales cotidianos, menos atractivos, normalmente utilizados en la construcción, una vida, una textura y una expresividad realmente asombrosas.

Su fascinación por la materia duró unos veinte años, las décadas de los cuarenta y cincuenta, y fue plasmada en las series. De esa época son piezas magistrales, presentes en la exposición, como Chairs feuilletées (1954) Célébration du sol (1957) y la delicadísima Paysage aux argus (1955) hecha con alas de mariposas. Son los años de mayor vigor de su idea de un Art Brut, un arte que pretende dejar a un lado al "clan de los intelectuales profesionales" y los "tanatorios del embalsamamiento", como denomina a los museos. En su lugar propone un "anticulturalismo" que pone en valor lo individual, lo primitivo y, finalmente, la apreciación de la materia misma en lugar de la representación. A esta posición llega el artista francés tras varios períodos de crisis (dejó de pintar por completo entre 1924 y 1933) hasta que, en 1942, abandona los negocios familiares para dedicarse plenamente al arte. Su irrupción, en 1944, en el panorama artístico de un París recién liberado produce grandes controversias y críticas adversas. Un pintor tardío, surgido prácticamente de la nada, que no pertenece a ningún "ismo" ni lo hará nunca, muestra un hacer que da vuelta y media a los cánones de la tradición artística francesa.

Las obras arriba mencionadas se encuadran en la serie Matériologíes, que abarca las dos primeras décadas de su producción artística. Son años de pasión por la materia y su descubrimiento, un proceso que se inicia con su interés por los graffiti callejeros (al igual que otros artistas como Brassaï por la misma época). Dubuffet se inspira en los modos de arte marginales y sus trabajos de esa época oscilan entre la banalidad de la vida cotidiana y la experimentación con materiales como asfalto, papel, arenas, buscando siempre que sea la propia materia quien hable.

El recorrido cronológico propuesto en la muestra pasa, ya a comienzos de los años sesenta, al ciclo Paris Circus. Tras unos años en la Costa Azul, Dubuffet ha vuelto a la capital francesa y, rompiendo con su trayectoria "matericista", aunque no con sus ideas contra la elite del arte establecido, proclama que "cualquiera puede ser artista". No es que se integre en el gusto por el primitivismo, sino que manifiesta su interés por el pintor de brocha gorda, reivindicando simplemente lo que el mundo tiene de visible. Automóviles, comercios, atascos de tráfico son los protagonistas de una nueva pintura que se caracteriza por la visión y no la mirada. "La atención, afirma en uno de sus escritos, mata lo que toca […] la mirada va hilando de tal modo […] que en un instante se ha envuelto en un capullo opaco que impide la visión". La suya no se parece más al vistazo, a la percepción de las cosas cuando la atención está centrada en otro punto. De ahí que sus cuadros de esta segunda etapa sean un conglomerado de formas que se superponen, se entremezclan, en un juego que él mismo describe como móvil y fugaz.

La etapa de Paris Circus abre paso a L"Hourloupe, palabra inventada que juega fonéticamente (en francés) con "grito" o "aullido" y "lobo". El término da título a la serie más larga, y para algunos más original del autor, a la que pondrá fin en 1974. Dubuffet la utilizó por primera vez para un libro que recogía algunos de sus dibujos realizados con bolígrafos rojos y azules, los dos colores que caracterizan unas pinturas en las que las teorías del pintor sobre la mirada, y el hilo que va trazando en su deambular por el mundo, tienen su plasmación más compleja. A ella pertenece el montaje Coucou Bazar, con la que el Guggenheim pone el punto final a la muestra dedicada al artista. Representada solamente tres veces, el conjunto puede ser descrito como un "cuadro animado", que en la exposición se despliega sobre un gran escenario dispuesto al efecto, complementada con los dibujos preparatorios y un vídeo de la tercera de esas representaciones, en Turín (1978). Tanto las piezas integradas en ella como otras esculturas realizadas en esta misma época son producto de la necesidad del artista de abandonar la bidimensionalidad del cuadro para utilizar formas que se desarrollan libremente en el espacio.

Pero antes de encontrarse con esta sala, el visitante debe recorrer el espacio que ocupan las pinturas de la última etapa creativa del pintor. En ella se integran piezas procedentes de cinco series, Theatres de mémoire, Brefs exercices, Psycho-sites, Mires y Non-lieux (no-lugares), que parece una premonición del tan recurrido libro de Marc Augé. Las cinco marcan la pauta de un proceso de progresivo ensimismamiento, en el que Dubuffet va abandonando sus preocupaciones anteriores, la materia, la forma, la mirada, para, poco a poco, ir depurando el gesto, y lograr centrarse en el acto mismo de pintar.